‘Todo es puro para aquel que es puro, son ustedes los que hacen existir el pecado’, dice María Magdalena en su evangelio. La discípula y, en algunas versiones, amante de Jesús, es una de las primeras disidentes del rol social atribuido a la mujer.
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Pura, obra que mezcla la danza contemporánea con elementos del teatro, se estrenó el viernes 21 de junio en el espacio cultural La Fábrica. La obra propone una crítica contra la violencia a la mujer por la sociedad contemporánea.
La violación de sus derechos, la discriminación por género, son, aún, realidades de la sociedad ecuatoriana. “Cuando encontramos artículos de revistas como: ‘tócate porque a él le gusta’” es una clara muestra no solo de la violencia de género, sino de la aceptación de ésta por los sujetos sociales”, dice el comunicador, docente y activista Tomás Rodríguez.
Es precisamente en ese punto de conflicto donde Pura, dirigida por Nathalie Elghoul, irrumpe para aportar a la discusión sobre igualdad de género y violencia contra la mujer.
“La obra es un reflejo de la violencia escondida de la sociedad latinoamericana. La idea era buscar un lenguaje no literal, cargado de simbolismo, que pudiera aludir a la violencia”, dice Aníbal Páez, actor e integrante del elenco.
La obra pone en escena a tres maniquíes mujeres que actúan y bailan de acuerdo a la melodía que suena en el escenario y a un hombre que parece ser el único que tiene libre albedrio, porque las mujeres están sometidas a su voluntad.
La mujer se representa como esposa, trabajadora, ingenua; en ocasiones pasa de ser pasiva a dominante, pero culmina siempre subyugada por el ‘otro’ que no la considera como su par: la mujer es un producto que debe venderse con el consentimiento del hombre.
Debe ser esposa y como tal, ceñirse a principios y lineamientos morales que no puede evadir. La lujuria, el mal comportamiento, incluso el efímero instante de libertad que se experimenta a través del baile desbocado le están proscritos. Al igual que en los videos de las chicas del 28 de Mayo y del Aguirre Abad, no existen los culpables varones, solo ellas. El recato debe ser parte de las características de una mujer de buena casa, de buena familia, una mujer de sociedad. Alguna violación a estos consensos sociales derivará en la pérdida del respeto del hombre a la mujer. Las considerarán putas, fáciles. Si en alguna ocasión son juzgadas, maltratadas e incluso violadas, entonces, es porque se lo merecen. Lo dirá, incluso, otra mujer.
Ser mujer significa vivir expuesta a la posibilidad de ser violentada, incluso, por una mujer.
La mujer debe ser leída poética y prosaicamente, decía Virginia Woolf a principios del siglo XX, retomando los discursos sobre los derechos de las mujeres que traídos desde la Ilustración en el siglo XVIII, intentaban materializar a las mujeres en la sociedad y alejarlas de la ficción donde eran, siempre, las protagonistas. “En el terreno de la imaginación, es de una gran importancia; en el terreno de la práctica, es completamente insignificante. Ocupa de punta a punta la poesía; está poco menos que ausente en la historia”, decía Woolf.
Pura entra en el entramado social guayaquileño, expone un discurso que en Ecuador y en Latinoamérica aún se debate.
El lenguaje, sin embargo, es sencillo. No existe el ‘virtuosismo’, sino que, más bien, se parte de lo conocido para facilitar la comprensión. “Pura ha rechazado la danza. Se parte desde el gesto cotidiano, natural e incluso grotesco. La idea fue quitar el movimiento para dejar a la parte esencial que es la transmisión de una expresión”, dice Elghoul.
La obra propone una mezcla de sonidos clásicos en los que irrumpen la música moderna, el reggaetón, que acompaña al movimiento del cuerpo, a veces sutil a veces grotesco. “La danza contemporánea te permite esta hibridez entre el baile y el teatro en el que predomina el lenguaje del cuerpo. La idea es buscar una narrativa desde el movimiento”, dice Páez.
En Pura la mujer es víctima y como tal es débil, es manipulada y obligada a actuar, sentir, vestir, pensar de acuerdo a quién ejerza el rol dominante, un rol desempeñado, en ocasiones, por otras mujeres.
Daniel Lucas