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@mariapazza

¿Cuánto le sirve al animalismo 2.0 las imágenes morbosas, violentas, sangrientas, de animales heridos, de cadáveres de mascotas?

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¿Cuál es la necesidad de compartir imágenes y contenidos lastimeros, limosneros y con un sentido de violencia? ¿Si compartes la foto o la historia de un animalito ensangrentado, con lesiones visibles, que podrían alterar la sensibilidad de la gente, si muestras imágenes de cadáveres, vas a cambiar la realidad de los animales que buscas ayudar? No.

Soy animalista. Además de mi trabajo regular, de 8 o más horas, formo parte de Amigalitos, una organización de protección animal. Mientras conseguimos $ 4 000 dólares para poder constituirnos legalmente, enfocamos nuestro trabajo en la educación. Fomentamos la tenencia responsable, brindamos información y tips de bienestar animal y tratamos de compartir, siempre, historias de ánimo, esperanzadoras, alegres. ¿Por qué?

El animalismo es un trabajo muy digno, de mucho esfuerzo y de mucho desgaste. Trabajamos con seres vivos en constante necesidad, en condiciones inimaginables para algunos, condiciones que no podríamos desearle a nadie. Comunicacionalmente hablando, está comprobado que los mensajes construidos con positivismo activan a la gente, la movilizan, la invitan a ejecutar acciones concretas para cambiar una realidad.

Así tratamos de trabajar: le contamos a la gente las mejores historias, aquellas que nos permiten invitar a la sociedad a sumarse a gestos pequeños pero poderosos, como alimentar a un perro callejero, ofrecerle agua, hacer trabajo de voluntariado. Con dignidad.

Los animales son seres sintientes, con principios y libertades (sus derechos consagrados) reconocidos internacionalmente por la ONU y grandes instituciones proteccionistas que buscan solucionar los grandes problemas de los animales: el maltrato, el abandono, la crueldad, la violencia, el abuso. Un ser vivo en esta condición merece atención y cuidados. Pero también merece dignidad. Y cuando se trata de la gestión y difusión, el activismo 2.0 (o de escritorio), tiene un papel protagónico.

En internet no hay límites. Puedes encontrar las imágenes más tiernas de todo tipo de animales así como la expresión gráfica de las más detestables acciones de violencia y maltrato contra los animales.  El acceso a imágenes de contenido sensible es ilimitado y hasta el momento, no se ha podido comprobar que la existencia y visibilidad de estas fotografías haya modificado el comportamiento de la sociedad frente a los animales, frente a los casos de abuso, maltrato y violencia, frente a las necesidades emergentes de cientos de animalistas independientes que, a diario, claman por ayuda.

La colección en línea de imágenes de sangre, vísceras, huesos expuestos y cadáveres de animales es ilimitada. Las imágenes son publicadas por las mismas organizaciones o activistas, en busca de ayuda. La lógica es impactar. Decirles a sus amigos, seguidores, y fans que el caso de rescate es verdadero, que requiere una inversión importante de recursos.

En un promedio de 30 comentarios o reacciones al tema, dos ofrecen ayuda. Los demás hablan de Dios, de tristeza, de injusticia y de lástima. Además del estado físico y psicológico deplorable de animal, la sociedad le tiene lástima. No hace justicia, es indigno.

La dignidad, para mí, siempre ha sido un asunto de trabajar fuerte, de respetar tus límites para respetar al otro, de conocer bien lo que buscas para no atropellar al resto en el camino pero también de no dejarse atropellar. Como cuando reclamamos a los diarios amarillistas que nutren las callen con imágenes de sangre y muerte. Como cuando compartimos en las redes sociales la muerte de alguien cercano y contamos con los likes y el curioso que pregunta por tu carita triste.

Publicar imágenes de animales en mal estado es indigno para ellos. Publicar imágenes de sus cadáveres no cambió al apático que lo dejó morir.

¿Qué tan efectiva es la lástima? Por experiencia propia, no lo es. En el caso de la protección de animales, la web 2.0 ha limitado el campo de acción de la comunidad a 2 o 3 clics y a los caracteres que ocupa la frase “Pobrecito. Hagan algo. Que alguien ayude” y sus variantes.

Los ‘likes’ no cambian nada. Pedir a tus contactos que compartan una imagen violenta escasamente genera una reacción viral. Buscar el acoso o el (ya famoso) linchamiento mediático por un acto documentado de violencia contra los animales no implica que el responsable asuma su culpa o sea sancionado. Lo más probable es que ni siquiera se entere que “A ti y 20 personas les gusta esta publicación”.

El caso reciente y conocido del cóndor en Azuay fue impactante porque vimos el cadáver de una cóndor, especie en peligro de extinción. Quienes aparecen en las fotografías han sido, inclusive, amenazados de muerte, sin que ello haya permitido a las autoridades encontrar y sancionar a los responsables. Más aún, el impacto fue nulo. Hace pocos días, nuevamente circula en la web la imagen de otro animal protegido que fue cazado y expuesto: la foto del cadáver del cóndor no salvó la vida del jaguar.

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Lo que sí es seguro que las decenas de likes, la decena de veces que se compartió la imagen de un animal herido y en necesidad, las centenas de comentarios lastimeros y censuradores (algunos ofensivos e insultantes) no se transforman jamás en el dinero que se necesita para cubrir gastos veterinarios y, mucho menos, en una donación concreta de alimento, de insumo, de refugio.

En Amigalitos, hace un tiempo rescatamos a una perrita que deambulaba perdida. La ubicamos en un hogar temporal que ni siquiera nos pedía la comida para la perra. Sin embargo, necesitábamos apoyar al voluntario y pedimos donaciones de comida. Al llamado acudieron varias personas. Una de ellas, meses después de haber donado, realizó por su cuenta su primer rescate de un animal en necesidad. ¿Qué vio en la imagen que difundimos? Una hembra con cara de buena gente.

No se pide “una patita” en lugar de una mano de ayuda, no se dice “peluditos” a los animales porque todos saben que tienen pelo y ello no necesariamente los hace más cercanos a la gente que buscas impactar, no son peluches. No se genera lástima. Cuida tu dignidad, defiende la dignidad del animal que estás cuidando. Muestra su rostro agradecido, sus ojos felices y no sus tejidos desgarrados. Propón acciones que hagan de tu labor de rescate y asistencia a los animales una actividad autosustentable. Busca aliados, trabaja en conjunto. Comprar alimentos e insumos veterinarios ‘al por mayor’ reduce los costos y permite brindar ayuda inmediata.

El activismo animal es como la militancia política: ser, hacer, estar y persistir. Es desgastante, de alto impacto emocional, de alto gasto y de poco dinero. Requiere de dedicación completa, imposible de lograr porque, para financiar acciones de rescate, ayuda, difusión y educación, alguien debe trabajar. Es muy complicado imponer una visión de negocio que permita al activista financiarse porque, es conocido el prejuicio, se trata de “ayuda”. El animalismo ha sido catalogado como una moda, una novelería para obtener “paz y equilibrio”. No lo es. Hacen buena falta la preparación, recursos, tiempo, una filosofía y políticas públicas.

Acciones de ‘crowfunding’, eventos de difusión, adopción y recolección de fondos, un mensaje en positivo, son el camino para lograr resultados en el animalismo 2.0. Además, aumenta en complejidad cuando el estado no camina hacia políticas inclusivas con el medio ambiente y los animales.

¿Y si dejamos de rogar y nos ponemos a trabajar con seriedad?

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María Paz Mejía