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@ElMediodia

Uno de los beneficios de la vida del profesional independiente es contar con la libertad suficiente para, cuando las circunstancias –o el buche – lo demandan, ensayar una escapada de media mañana con destino a alguna de las infinitas huecas de comida criolla.

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Esta vez quedamos con mi pana y colega @valentingye en sostener una reunión de trabajo al calor de un humeante encebollado. El punto de encuentro fue el taller de Don Abel, el querido padre de unas amigas comunes, con cuya compañía nos dirigimos hacia la calle Pedro Franco Dávila, casi esquina Rumichaca, hogar de la picantería “Corderito”.

Esta picantería es aporte de Don Abel -sensei de huecas, de acuerdo a @valentingye-, quien comenta que tiene casi 30 años visitando el sitio con su hermano, desde que era un pequeño puestito en las famosas “cinco esquinas”. Hoy el negocio funciona en un local amplio, cómodo y muy aseado. Inicialmente pensé que el nombre era una de esas muestras de ingenio peripatético que a veces aparecen en Guayaquil: si existe un local de encebollados llamado “El Lechón” se me antojó incluso coherente que existiera otro con el nombre “Corderito”. Pronto me vi obligado a dejar estas divagaciones, al ser informado que el nombre es una merecida evocación al fundador del negocio, de apellido Ortega. Hoy por hoy el local es administrado por la señora Mercedes Ortega, viuda del señor Cordero, y su hija.

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Terminando la charla pedimos tres encebollados sencillos, que en combo con chifle, pan y jugo salen a $3,50 cada uno. Como no podía ser de otra forma, los platos arribaron en un segundo. No voy a filosofar sobre la diferencia entre los tipos de encebollado –para eso está Crespo acá– pero basta decir que, a grandes rasgos, existen dos variables que un encebollado puede conjugar: consistencia del caldo e intensidad de la condimentación. Estas variables se cruzan, por lo que un encebollado espeso bien puede tener baja condimentación, y un encebollado más diluido puede ser muy condimentado. Lo normal, sin embargo, es que un encebollado tipo caldo esté en el lado bajo de la variable condimentación.

El encebollado de Corderito es tipo sopa, poco espeso pero sin llegar a ser un caldo. A primera vista la impresión es que es un encebollado “sanito”, de esos que uno luego no se pasa “repitiendo” durante el resto de la mañana. Además de la yuca y cebolla, el plato viene con algo de pimiento cortado muy pequeñito y abundante pescado, que por el color es sin duda albacora. Su color amarilloso es bastante más traslúcido en la vida real de lo que muestran las fotos, lo que va de la mano con su nivel de condimentación, que en realidad va de la media hacia abajo. Mi impresión es que es un encebollado bien balanceado; el caldo tiene un sabor intenso a pescado que es el que domina a las especias que contiene por lo que es especialmente recomendable para quienes quieren sentir que el encebollado es de pescado no solo por los trozos de albacaro sino por la base de su preparación.

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El encebollado de Corderito es perfecto para un día de trabajo. Uno va, come, se pega una menta y puede tranquilamente ir a reunión sin que el aliento delate la escapada previa. En el catálogo de encebollados es bueno tener una gama variada de lugares que conjuguen de distinta forma las dos variables antes expuestas. Yo tenía en mi lista un par de “calditos” y muchos “espesos” con harto condimento. La picantería Corderito es una gran opción para comer un encebollado sano pero con mucho sabor.

Ficha Técnica

Nombre: Corderito

Ubicación: Pedro Franco Dávila y Rumichaca

Horario: Todos los días de 9h00 AM a 1h00 PM

Precios: 2,50 sencillo solo; 3,50 sencillo combo con jugo, chifle y pan; 4,50 completo grande.

Rafael Balda