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@crugir

El 17 de diciembre del 2010, Mohamed Bouazizi salió, como todos los días, con su carrito a vender fruta por las calles de la ciudad de Sidi Bouzid, en el interior de Túnez. Fue abordado por un policía, quien le exigió que presente su permiso (¿Suena conocido?). Al no tenerlo, le confiscó su carrito y mercadería. Ante la desesperación, se dirigió inmediatamente a presentar un reclamo ante las autoridades: Sin su carrito quedaba en el desempleo y miseria absoluta (mantenía a su madre y seis hermanos). Las autoridades lo ignoraron completamente. Desesperado, se echó encima un bidón de combustible y se inmoló frente al edificio donde queda la oficina a cargo de los permisos. Bouazizi murió el 4 de enero del 2012, a los 26 años.

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Se dice que este evento fue el detonador de la Primavera Árabe, expresión que se ha escogido para agrupar a los movimientos de protesta que han logrado remover regímenes autoritarios en Africa del norte, que se han desarrollado a lo largo de los dos últimos años en Túnez, Egipto, Siria, Argelia, Libia y muchos otros países en donde la religión musulmana es mayoritaria.

Ese 17 de diciembre, la muerte de Bouazizi se convirtió en una bola de nieve. Poco a poco las protestas por este evento derivaron en protestas ante la crisis económica en un país, que si bien en indicadores económicos goza de un relativo bienestar, sufre de mucho desempleo, sobre todo entre los jóvenes. El presidente Ben Ali, en el cargo desde 1987, viéndose incapaz de manejar la situación, abandona el país y la presidencia el 14 de enero del 2011.  El 23 de octubre, Túnez elige una Asamblea Constituyente.

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Tuve la oportunidad de asistir a un evento organizado por la Asamblea Constituyente tunecina, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo e IDEA Internacional. En este evento, se invitó a personas de varios países para que estas comenten de manera general (tomando en cuenta que había que ser extremadamente delicado y respetuoso del proceso) y se cuenten a los integrantes sobre experiencias de otros países en cuanto a diseño constitucional. Revisar el tercer borrador de la Constitución que había producido la asamblea me trajo reacciones diversas. El texto tenía pocos artículos, cosa que seguramente un teórico neoconstitucionalista deploraría en el acto. El preámbulo mencionaba de entrada un apoyo a la lucha de Palestina, y el combate al sionismo. El contexto, señoras y señores, lo es todo.

El evento de revisión del tercer borrador producido el 22 de abril por la Asamblea Constituyente Tunecina ocurrió en un hotel enorme en plena avenida Bourguiba en el centro de Tunis, la capital. Queda a una cuadra del edificio del Ministerio del Interior, en donde se desarrollaron las protestas que llevaron a la salida del poder del presidente Ben Ali. La avenida tiene al centro un parterre peatonal, rodeado de árboles adornados por cientos de banderines tunecinos. Por ella caminan cientos de personas a lo largo del día. Los presidentes de las comisiones de redacción de la asamblea se juntaban y a manera de seminario, escuchaban las experiencias de otros países respecto a los artículos y secciones.

Mis preguntas fueron solucionándose poco a poco, entre coffee break y coffee break. El proceso era, obviamente, más complejo de lo que parecía. Túnez es un país en donde la religión mayoritaria es la islámica, y el partido que cuenta con el mayor número de representantes (40% de la Asamblea) es, justamente el partido islámico, que con charia en mano, intenta que la mayor parte de este catálogo de normas que regulan la vida privada y pública de los fieles musulmanes, se incorpore en la constitución. Los otros partidos, aunque mayoría, no logran aglutinarse para formar una mayoría y poder establecer cambios. Los procesos de negociación de futuras elecciones y gobierno de transición han pasado factura, y se han logrado cooptar algunos votos a favor o en contra de propuestas. En una intervención, uno de los portavoces de la Asamblea mencionó que si bien no existen plazos para contar con un borrador final, decidir por una fecha concreta para entregar el documento era ya una obligación moral ante la expectativa de los tunecinos.

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Túnez es un estado que cuenta con la normativa jurídica de las más progresistas del mundo árabe en el Maghreb. Las mujeres cuentan con derecho a voto, y se admite la propiedad de las mujeres de los bienes en la sociedad conyugal, así como individual. Me resultaba interesantísimo ver cómo muchos de los representantes insistían (unos a favor y otros en contra) respecto a la posibilidad de que la Constitución vaya en contra de los principios del Islam. Un economista en el auditorio que planteaba argumentos interesantes y que lamentaba que en la constitución no se establezcan principios económicos, dijo claramente que no quería que “mis hijos y nietos vivan en un Estado como en Francia, en donde se admitan otro tipo de familias que no sean las heterosexuales».

Y de aquí la importancia de mirar los efectos que un proceso revolucionario puede tener, y de cómo este debe ser siempre analizado en contexto. Es inútil e imprudente como extranjero, rasgarse las vestiduras por la ausencia de derechos y garantías que, aunque existen en el constitucionalismo sudamericano hace muchísimo tiempo, en los estados de África del Norte son conquistas recientes. El incrementalismo, en estos casos, parece ser la única vía, aunque los procesos que los instrumenten tomen muchísimo tiempo.

Por ejemplo, la discusión sobre La creación de un tribunal constitucional y el establecimiento de un régimen de gobierno mixto entre el parlamentarismo y el presidencialismo responden a las mismas motivaciones que nos llevaron en Ecuador a detallar en extenso los artículos de nuestra constitución: los malos recuerdos y la falta de confianza en una clase política para la instrumentación de los derechos constitucionales y la incapacidad de los sistemas para procesar conflictos políticos. Se habló de la importancia de que los ciudadanos puedan tener acceso directo a los jueces para exigir sus derechos, mientras que por otro lado, se mencionó el elemento práctico de que esto significará una afluencia masiva que puede colapsar el sistema judicial tunesino.

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La conflictividad de los países árabes se deriva de siglos de mal entendidos e intereses que, aunque suene extraño, no residen exclusiva y principalmente en la religión. Un buen amigo iraquí presente en el evento de Túnez me contaba la historia de su padre que debió refugiarse en otro país cuando Saddam Hussein tomó el poder. Desde ese entonces, no ha podido regresar. Me contó cómo vivió su infancia en muchos países, y de cómo el conflicto iraquí está empeorando debido a un problema de comprensión cultural muy grave. La ocupación de los Estados Unidos asumió que el problema en esa nación se debía a conflictos religiosos, y distribuyó el poder en función de la pertenencia a un grupo religioso, en lugar de buscar movimientos y partidos políticos. “Apenas me conozco con alguien, me preguntan si soy chiita o sunita ¿Qué carajo les importa? Cuando jugaba en las calles a nadie le importaba de qué religión era o si pertenecía a una secta. Simplemente éramos iraquíes, y me molesta esa preconcepción que puede existir en el resto del mundo de que los iraquíes somos una manga de fanáticos incapaces de mirar más allá de nuestras narices y nuestras convicciones religiosas para solucionar nuestros problemas”. Un profesor de colegio nos contaba durante el almuerzo que los jóvenes se olvidaron de la revolución al día siguiente en que Ben Alí huyó del país: “Si no se apropian del futuro de su país, esto no habrá servido de nada”.

Las comparaciones son odiosas, pero en este caso no pude evitar pensar en cómo los países desarrollan sus formas de procesar conflictos sociales En Ecuador, luego de haber vivido lo que viví durante esos tres días en Tunis, pensé que el proceso constituyente ecuatoriano fue como tomarse una cerveza en un día soleado en la playa, comparado con el largo camino que tiene Túnez para procesar sus convicciones religiosas, progresión de derechos, descentralización y otros temas. En sociedades post conflicto, los acuerdos a los que se llegan son inmensamente mucho más válidos que lo que uno cree, a pesar de que parezcan insuficientes. Por eso es siempre útil tomarse un par de ubicatex antes de salir de viaje.

16 de mayo del 2013

Carlo Ruiz Giraldo