Ha terminado la misa de 10H00 en la iglesia de san Francisco, al pie de la plaza a la que le da nombre. Es domingo en pleno centro de Guayaquil. A la salida del rito, se percibe un movimiento inusual. Llegan buses cargados de personas con camisetas azules, pancartas, pitos, uno que otro bombo y algunos con sombreros para resistir el sol que tocará hacer frente. Algunos se quedan en la Plaza, tal vez esperando la llegada del siguiente bus, mientras; otros, avanzan a pie hacia el Malecón, donde se encontrarán con otros manifestantes. Sumarán casi 800.
Desde la esquina contraria a la iglesia, un pequeño grupo de personas contemplan con detenimiento los movimientos de los azules. No lucen las homogéneas camisetas azules; se ven distintos, diversos. Es gente diferente a la de la concentración.
Son las 11H00. Frente a Simón Bolívar y San Martín un par de animadores sobre una tarima invita a la gente a saltar por la vida “El que no salta no es provida, el que no salta no es provida”. Resulta curioso el lugar que han elegido para concentrarse; ninguno parece advertir que están delante de lo que seguramente es el monumento más homoerótico de la ciudad: los próceres se miran serios, como queriendo disimular que San Martín le estrecha la mano a Bolívar a la altura del pubis, mientras que el Libertador de cinco naciones parece tocarle, discretamente, por detrás de la capa, la nalga al héroe sureño. Delante de ellos, apenas más allá de la tarima, una mayoría católica, pues a este evento se sumaron algunos evangélicos y adventistas, sostiene carteles que exponen la ideología que comparten desde su fe.
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Con un sol inclemente inicia la ronda de barras: “No somos políticos, somos provida, no somos políticos, somos provida”. Le siguió la tradicional “Ola”; típico recurso de los presentadores para matar el tiempo y mantener el ánimo, hasta que el artista esperado aparece y da su repertorio.
Monjas, ancianas, niños y muchos jóvenes dicen representar a la familia ecuatoriana, que el Ecuador “dice no al aborto”, repiten para volver al salto provida. Aplauden y agradecen a las mujeres que le dicen “Sí a la vida”, para continuar con la segunda ronda de barras, seguir con una canción y volver al discurso.
Luego de veinte minutos de haber iniciado la jornada “por la vida” llegan quienes darían el punto de giro que le faltaba, hasta el momento, a la nota de todos los periodistas que desde el techo del camión que soporta el escenario vigilan todo con sus cámaras. Es un grupo de aproximadamente 10 personas con máscaras de anonymous y carteles con declaraciones como “Soy abortista, y qué”, “Soy lesbiana y qué”, “Soy gay, y qué”. Uno de los manifestantes provida se acerca a un guardia y le ordena “Ustedes se hacen cargo de esto”.
Desde fuera, pues se les ha vetado el ingreso al espacio público del Malecón, amplifican su voz con un megáfono “Esta marcha vulnera mis derechos”; “Ustedes son hipócritas,eso es lo que son”, “Defendemos nuestros derechos y nuestra libertad”.
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“Esta marcha viola mis derechos, mi identidad de género no les da derecho para que sea un maltrato, el maltrato en el sentido que no nos dejan trabajar, no nos dejan estudiar. No me dejan trabajar por el hecho de ser trans”, testifica Andrea Bravo, quien se reconoce como trans de toda la vida.
Los GLBTI quieren defender sus derechos, sus libertades, la realidad que viven y la que conocen de quienes aseguran mantienen las apariencias con un matrimonio “legitimado por la Iglesia, entre un hombre y una mujer”. Uno de ellos reconoce que hay un camino por recorrer para la aprobación del matrimonio igualitario, pero mientras piden una sociedad que no se engañe.
Han pasado 15 minutos de la llegada del grupo GLBTI, cuando se escucha el verso de inicio del himno nacional: “¡Salve Oh Patria mil veces oh Patria!” cantan en una sola voz los casi ochocientos militantes del movimiento provida; incluso, unos pocos de ellos, ondean la bandera nacional mientras gritan “Yo quiero que Ecuador grite provida”. Siempre del otro lado de la reja, rodeados de policías, las personas que se oponen a los “14 millones” sostienen con firmeza la bandera multicolor del orgullo gay para luego reiterar que la congregación de dentro “pisoteaba sus derechos”, que “nosotros defendemos los derechos humanos”, que “Estamos en el mismo territorio y amamos igual”.
Ambos bandos se congregan motivados por el boom mediático que realizó la organización «14 millones» durante las dos últimas semanas con el fin de convocar a cuanta persona deseara manifestarse en contra de postulados como:
- Que el Ministerio de Salud entregue anticonceptivos y píldoras “abortivas” como la pastilla del día después”, desde los 12 años.
- Que los niños, niñas reciban una educación sexual “sin valores” que promueve la promiscuidad y todo tipo de relaciones irresponsables a espalda de los padres.
- Que se llame matrimonio a cualquier tipo de relación y además que atente contra la reconciliación familiar, impulsando el divorcio exprés.
- Que se cambie en la cédula la palabra sexo por “género” para que las personas del mismo sexo se casen y adopten niños que por tanto nunca tendrán padre y madre.
Quienes participan, ratifican el discurso provida. “Vengo a defender la vida, contra el aborto, contra la pastilla del día después porque con esto las personas no tendrán responsabilidades y sólo van a querer abortar”, dice María Gabriela Barrera, quien con 20 años se declara católica desde que nació.
“Yo quiero un Ecuador con principios (…) uno nace con un sexo y después vienen las señoras lesbianas, los homosexuales y te dicen qué es ser lesbiana, qué es ser homosexual, ahí uno cambia su pensamiento por influencia”, sentencia Dana Delgado de 17 años, quien dice ser adventista, también desde su nacimiento.
Para Iván Reinoso es importante estar en ese espacio porque su deseo es que “Mis hijos se eduquen con los principios que crecí, no con esas ideologías que nos traen de otro lado”. Iván considera a la homosexualidad como una desviación, y cree que los homosexuales merecen derechos mientras no afecten los de otros como con el matrimonio pues este término, según su aprendizaje, “viene de matriz y la única que tiene matriz es la mujer y una familia entre un hombre y una mujer es lo normal”.
Al contrario de lo que considera la comunidad GLBTI, que protesta desde afuera, Rochi Vallarino, una de las organizadoras del evento expresa que “Nosotros amamos a los homosexuales como amamos a todos, lo que no queremos es que llamen a la unión entre un hombre y otro matrimonio, pues amparados en la constitución esta es una unión entre hombre y mujer”. Vallerino además, reafirma cuán necesario considera una educación sexual con principios y asegura que debe siempre jerarquizarse el respeto y amor al cuerpo propio desde una edad temprano como los 10 años.
Muchas de las personas entrevistadas sobre su oposición respecto a la pastilla del día después que actualmente entrega gratis el Ministerio de Salud Pública, hacen referencia a que ésta es evidentemente abortiva pues “se ingiere luego del acto sexual donde la mujer queda embarazada y si la toma luego de esto, es un aborto”.
La protesta se extiende hasta las 13H00, momento que los animadores anunciaron el cierre del evento con una banda de jóvenes músicos provida. Parte de los asistentes continúan aprovechando el cambio del semáforo para mostrar a los conductores sus carteles, mientras otros agotados dan por terminada su misión “con la vida y la familia”.
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Una militante provida premia a su nieta por haberla acompañado. La lleva de vuelta a la Plaza San Francisco, pero ya no a la iglesia de la que partieron, sino al McDonald’s que queda frente a ella. Mientras come su hamburguesa, la niña, de unos 13 años, inicia la conversación
– Abuelita, ¿qué es provida? La señora, con el tierno afán didáctico propio de las abuelas, le explica
– Es que defiendes la vida.
– Ya, pero quiero saber dónde queda…
Después de todo, los borrachos, los locos y los niños siempre dicen la verdad.
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Alfred Kubin. Nuestra madre, la Tierra. 1902.
Jéssica Zambrano