Una de las cosas que aprendí a hacer estos meses que me he escapado a Europa, es a ciclear con propiedad (inserte risas aquí).
Nunca tuve una bici en casa, y por el hecho de vivir en el otro extremo de la ciudad, me amarraron a las cuatro ruedas y al motor de explosión. Esto ha cambiado, cuando descubrí la elegancia de esa simple y bella máquina de dos ruedas, tanto a tracción humana o mecánica (al fin al cabo se basan todas en el mismo principio).
Creo que el equilibrio todo es. En esas sensación inexplicable y natural de que la maquina se convierte en una extensión de tu cuerpo y te ayuda a sobrellevar los kilómetros en absoluto silencio. El de sentir el viento. El de tararear y poner una sonrisa idiota mientras la ciudad se vuelve un espacio mucho más interesante. De verdad, H.G. Wells tenia razón… cuando veo a un adulto encima de una bicicleta, no temo por el futuro de la Humanidad.
Y sobre sus primas mayores, las motos… son unas máquinas tan sexys…. Metal, combustión y riesgo. Desde la urbanita Vespa, hasta una gigantesca Harley, todas sirven para eso: Rodar y tener la mente concentrada, así sea una vez en el día, en una sola cosa. En una sola pasión.
Espero que las fotos (de absoluto porno bicicletero y motero, les gusten).
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Efrén Guerrero