Seguro que hay otras formas de escribir un primer texto que hacer notar a los demás que hay otras formas de escribir un texto cualquiera, pero elijo hacerlo así, porque puedo. Elijo además tomar la posta del defensor del internauta en este espacio virtual porque quiero, porque soy libre de elegirlo, así como los demás colaboradores son libres de escribir lo que quieran y los editores son libres de elegir lo que publican. Aquí, creo yo, empieza a ponerse un poco más complicada la cosa. Un asunto de teoría-de-conjuntos y diagramas-de-Venn. No podemos estar todos metidos en la misma área de intersección. Y eso no es malo. No tiene por qué serlo.
En los casi dos años que GkillCity ha estado al aire ha habido no pocas polémicas desde las esferas públicas más variadas. Ninguna de ellas ha cambiado el mundo que yo sepa. Pero varios textos han logrado visibilizar más de un problema y eso ya es bastante.
No voy a viajar al pasado a reabrir viejas heridas, a menos que me lo pidan. Tampoco voy a ahondar en el debate actual sobre la Marcha de las Putas. Y no lo hago porque una de las principales implicadas escribió esto en una red social:
“Dale con el defensor del internauta, qué barbaridad! Cómo será de expresar en términos comprensibles que «no reconozco esa jurisdicción», «abandono la causa», «me allano», o lo que haga falta para que no me persiga más el sistema procesal de gkillcity.”
No creo en una defensa a la fuerza. Si hay voluntad de diálogo (no litigante de preferencia, sino como panas en la medida que eso sea posible) habrá diálogo. En este punto considero además que los lectores de la página son personas adultas (aparte de las fotos no hay dibujitos chéveres que llamen la atención a jóvenes lectores, aunque podría estar equivocado) con un criterio lo suficientemente formado como para discernir en las polémicas habidas y por haber. Si, de todas maneras, se necesita una ayuda adicional, me podrán contactar con toda la confianza del mundo. Nunca está demás formar nuevas intersecciones en los diagramas-de-Venn que no sean impuestas sino libremente elegidas.
Pablo Saritama