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@jtvilla

Han pasado dos semanas desde las elecciones presidenciales en Venezuela y se ha abierto un abismo en el que cada quien bracea por entenderse y entender al otro. En el que han pasado como un aluvión los rumores, las amenazas, los abusos y conatos de violencia, las protestas, el descontento y la desazón. Este es un relato, un Tlatelolco mínimo que he escuchado durante tres semanas en las que cada quien escribe su épica, desde su trinchera. Desde su esquina o su teclado. No llevan nombre. Este es un testimonio pequeño de tiempos interesantes, que se ahorra en titulares pero que al final no pudo prescindir del hipervínculo.

Domingo 14 de abril

Movilizadora. En su carro

¿Doña, cómo es eso? No me querían dejar salir de la casa porque en mi familia saben que voy a votar por Maduro, pero yo tengo que hacerlo, fue lo que ordenó el Comandante. Menos mal que te encontré, que tenían un jeep que subió todo el cerro para buscarnos. ¿Don, qué dice usted? Estoy feliz de que pude salir sin que me vieran. Yo le voy al pana Capriles. Pero la del Consejo Comunal me quería montar en el autobús rojo. No quiero ir vigilado. No me creo el cuento de que me van a quitar la pensión.

Testigo de mesa. Cárcel El Rodeo.

Son las seis de la tarde, señora, el CNE no anunció ninguna prórroga. Ya no hay gente esperando para votar, es mejor que cerremos. Ay, carajito, tú lo que quieres es que yo me ponga violenta. Quince minutos entonces. Coño, las elecciones pasadas los testigos salieron a las once de la noche, esta vez ni de vaina. El viaje a Caracas son 30 minutos por la autopista sola. Habrá motorizados, seguramente. Pero no es seguro. Yo apuro esto. Vamos, que hay que hacer la auditoría. Acá solo votan militares, casi ningún preso. Ahora sí. No queda nadie más. Cierren las mesas, impriman las actas. Esto se lo lleva Maduro. Pasan los ratones, allá lejos, los puedo ver mientras hago un enorme esfuerzo por no emitir un grito agudo. Tengo todo el día soportando. Me preguntaron que dónde estudio, yo respondí que en la Universidad Católica. Ah soy un sifrino, un chiquiluqui, un burguesito. Pero en tono cordial. Nos reímos todos. A los ratones de cada oficina les ponen nombres. El de acá es Mickey. Uno solo que avanza en su parque temático de desidia. La presidenta del centro empieza a angustiarse mientras se hace más tarde. Prometo llevarla a su casa, que queda cerca. Sabe una vía para que después yo enfile hacia Caracas. Dice que es la más segura. Confío en ella, le dije con honestidad que si vivía en un barrio no la podía llevar. Apuramos todo. Son solo tres mesas, auditamos dos: se coteja el cuaderno donde se chequea el número de identificación de cada votante y se estampa su huella y su firma, con el acta que imprime la máquina digital. Abrimos esas dos cajas, la de cada mesa. El número de comprobantes del voto que imprime la máquina debe coincidir con los datos del acta y de los cuadernos. Llegan reportes de que no todas las auditorías van bien. Acá el trabajo está hecho. Afuera, nos merodean motorizados encapuchados y verdaderamente nos asustamos. Acelerador.

Productora audiovisual. Comando Henrique Capriles

Vente que Henrique ganó. Hay que montar la tarima y ajustar todo para el discurso de la victoria. Mamá me tengo que ir. Vamos arriba. Abre la champaña, hija. Mi abuela se levanta del sofá y trastabilla, está en bata, pero muy digna. Me abraza y pega gritos. Llora. Lloramos las tres. Mi hermano es movilizador y no me atiende el teléfono, le dejo un mensaje. Escribo a los grupos más cercanos, para no regar el rumor y comprometer nada: me llamaron que ganamos. No quepo en el carro. Regresé de Boston para esto el 7 de octubre pasado y me quedé. Es la tercera elección en tres meses, la segunda presidencial. Caracas está sola. Apenas aglomeraciones de carros cerca de los centros electorales. Voy manejando y acelero sin ruido, mientras bajo todo se silencia y veo el cerro el Ávila desde la autopista del Este. Voy vía hacia Bello Monte, donde está el Comando Simón Bolívar. No deja de vibrar el teléfono. No se me ocurre prender la radio. A pesar de ser un día lleno de denuncias, de información y de rumores, las coberturas son parcas o muy superficiales. Es la combinación que crean la flojera, la censura y la autocensura. Todo el mundo tiene miedo. En la guerra de ruedas de prensa, voceros y representantes hacen su mejor esfuerzo por mostrar sonrisas y rictus de euforia. Se llama el “carómetro” y es una estupidez que pretende predecir resultados por facciones. Recuerdo a Jorge Rodríguez, jefe del Comando Hugo Chávez, ex rector del CNE. A Ramón Guillermo Aveledo, coordinador político de Capriles. Lo he saludado, varias veces, pero qué se sentirá ser él. Ahora mismo. Estaciono un poco lejos de la avenida principal, donde se apuesta el edificio del Comando Simón Bolívar. La gente se empieza a reunir y el sol a ponerse. Todo el mundo está nervioso. Llego, me reconocen en la puerta. No me miran a los ojos. Subo en el ascensor sola, con un hueco en el estómago. Llego y me dicen que me espere. Llamo a mi mamá.

Abuela aleatoria. Apartamento en Caracas

¿¡Mijo, qué pasa!? ¿Qué te dicen a ti? ¿Quién gana? Olvídalo, tranca el teléfono que ya salió Tibisay Lucena.

Militar. Comunicaciones de Miraflores

Hija, ganó Nicolás Maduro, no te pongas a creer en cuentos.

Periodista ex director de un periódico nacional. Al teléfono

Cada comando se da como ganador. Los chivos -altos jerarcas- del Hugo Chávez dejaron el centro de prensa y se fueron a Miraflores. La diferencia es muy poca.

Trabajadora de un ministerio. Sala situacional, al teléfono

Hermana, dile a mamá y váyanse a casa de mi tía. ¡¿Qué?! Ganó tu candidat… ¡No te oigo! Que ganó egnrke… ¡Habla claro! Tú sabes que no puedo. Voy. Ganó tu candidato, chica, aquí está todo el mundo en crisis. Chao.

[Intermedio para anuncios oficiales. Resultados. Se imprimen los titulares de prensa]

Domingo 28 de abril

Antropóloga. Feria de la Lectura del municipio Chacao.

Estoy harta de tener discusiones en Facebook, de mi mamá tocando su cacerola “vacía” cuando la nevera rebosa de comida. Capriles transformó el miedo en rabia. Ni siquiera han dejado que Maduro perfile su gestión. El odio no tiene límites. La revolución está herida. Este ministro nuevo de cultura no va pal baile. Es un burócrata más. El gobierno lo sabe: Provea miente, su informe está hecho con base en los medios privados, los Centros de Diagnóstico Integral sí fueron atacados. Radicales hay en los dos lados, se llaman violentos, sin otro adjetivo, sin otra adscripción. No estoy de acuerdo con los epítetos, con esa insultadera de lado y lado. Nosotros apoyamos un plan supranacional, un proyecto en el que creemos y que solo tiene esperanzas de sobrevivir con Maduro. Ambos bandos tenemos visiones radicalmente distintas del país en que vivimos. Quiero pararme en uno de estos micrófonos y gritar ¡Viva Chávez!

Comunicadora social. Agencia de publicidad.

He twitteado tanto que finalmente he terminado por ganar followers. Parezco una vieja histérica, pero estoy desesperada. La oposición no quemó los Centro de Diagnóstico Integral, menos con los pacientes adentro. La Defensora del Pueblo aseguró que fueron destruidos en un noventa por ciento pero fueron reparados en horas por las autoridades. Por eso no se ven ya los daños. Tamaño de mentira. Provea, una organización que en su momento protegió a Nicolás Maduro ahora es criminalizada, como muchas protestas que han ocurrido esta semana. La denuncia de que el gobierno miente es cierta. En apenas unos días ha habido torturas, detenciones arbitrarias. Tengo miedo, pero toco cacerola. Los clientes están moviéndose con mucho cuidado. Han pasado meses difíciles, en los que todo el mundo es precavido. En una crisis nadie quiere gastar dinero. ¿Cuándo volveremos a la normalidad? No sé que hacer con este descontento, pero ahora tenemos un líder. Espero siempre a que Capriles hable. Las condiciones de la auditoría son ridículas. Sí tenemos pruebas. Vamos

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Oswaldo Terreros. Movimiento GRSB.

Jesús Torrivilla