Las tres hojas con la planificación que imprimí ayer están sobre la mesa. Mientras, tres hombres –todos mayores de 60– conversan a mi derecha. A mi derecha, una pareja de jóvenes se comunica con señas. Reviso en los papeles el orden de las actividades del día, una última vez.
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Un poco ansiosa cuento el número de asistentes y noto que todavía no llegan los 21 que estaban en la lista inicial. Ya son las 9:20 y Diana, la coordinadora del taller, me pide comenzar. Prendo el proyector, que despliega en la pared: Taller de géneros periodísticos, Cuenca 2013.
Antes de presentarme, una sensación de ‘primer día de clases’ me invade. Termino mi primera y breve intervención y esa sensación se encoge. Les pido que me interrumpan cada vez que no entiendan algo, que hagan todas las preguntas que quieran, que se presenten, que digan la razón por la que les gustaría seguir un taller de periodismo.
Juan Carlos, con unos lentes redondos y ojos bien abiertos, cuenta que estudió comunicación social y que trabaja en un medio de comunicación pero como mensajero. “Me encantaría que me tomen en cuenta como periodista, para lo que me preparé”, dice el joven que tiene una discapacidad intelectual leve. En mis papeles apunto, junto a su nombre: suéter amarillo, diario.
Junto a él, sentado en una silla de ruedas, está Luis. Con un ritmo más acelerado que el de sus compañeros, empieza su intervención. Dice que como persona con discapacidad siente que es fundamental adquirir nuevos conocimientos, que es importante tener las bases para defenderse como parte de un colectivo que ha sido excluido, que el taller lo ayudará a pedir con más fuerza se cumplan sus derechos.
Son casi cinco minutos en los que Luis explica su motivación por participación, lo que piensa sobre el periodismo, lo que le gustaría aprender. “Si vamos a un hotel no hay como ni subir porque solo hay escalera…esas son cosas que me gustaría contar. Difundir esto, que está en la constitución el que tengamos más acceso, hay que pedir que se vaya cumpliendo”, argumenta con la misma convicción con la que se presentó.
Mientras él habla muy convencido de su mensaje, algunos de sus compañeros con discapacidad física hacen gestos que van desde desinterés hasta risa. “Es que siempre se va de largo”, susurra uno de ellos que calla al recibir otras miradas que le piden silencio y respeto. Yo escribo junto al nombre Luis: elocuencia.
“Buenos días yo soy Luisa y estoy aquí para adquirir amistades, para poder hacer valer nuestros derechos y darlos a conocer. Compartir conocimiento”, dice, más escueta que Luis, esta señora que llegó a la sala apoyada de un bastón.
Quienes están al lado izquierdo de la sala terminan de presentarse. Es el turno de la mesa redonda en la que hay cinco jóvenes que no me observan mientras hablo sino que miran a Liliana.
Una chica se pone de pie y con sus manos, brazos, cejas, ojos y labios, comienza a comunicarse. Cada movimiento es interpretado por Liliana quien oraliza: “Buenos días, mi nombre es Jéssica y me gusta aprender, me gustó mucho aprender sobre las redes sociales, creo que puedo aprender bastante, se me hace difícil a veces, tengo una profesora que me ayuda y creo que con la práctica puedo”. Su compañera de al lado es Johana y, al igual que Jéssica, sus expresiones son muy marcadas como quien encarnara un personaje en teatro. “Qué bueno aprender en lengua de señas, en verdad quiero superarme y comunicar los derechos de las personas sordas, me parece interesante me siento muy contenta al ver eso. Nada más”, dice Johana a través de su intérprete.
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Tres sordos más se levantan y comparten sus motivaciones. Junto a ellos está Mariela quien no necesita intérprete pero sí un poco de ayuda para vocalizar su mensaje que es repetido por Diana: Quiero aprender un poco más cosas.
Me acerco a quienes se sientan junto a Mariela y tocándoles el hombro les indico que es su turno. Alejandro se levanta de su silla y con los ojos cerrados y una voz firme dice que quiere lograr sensibilizar sobre la inclusión de los ciegos.
Con otra breve explicación les anuncio que el taller será de géneros periodísticos que se refiere a la diversidad de formas de hacer periodismo y contar historias. Que son varios géneros pero que nos enfocaremos en la crónica. Curioso, Joselito –con discapacidad física- pregunta qué es una crónica. Pido paciencia porque ese será un concepto que él mismo deberá descubrir.
“¿Qué piensan que es el periodismo?”, pregunto y antes de que respondan proyecto un video de una noticia televisiva y luego una radial. La intérprete no descansa, en ambos casos, incluso cuando leo una noticia escrita, debe transformarlas a su lenguaje, el de señas. Me invade un sentimiento cercano a la culpa, no es que no pensé en ellos, es que no sé cómo hacer para satisfacer a todos con los recursos adecuados, pienso.
Los ciegos, en cambio, se fascinan con los ejemplos radiales. Son una noticia y dos crónicas que al terminar de reproducirlas dicen que sienten que los transportó a ese mismo lugar.
Para identificar las diferencias entre el género noticia y crónica, les pido agruparse. En mi papel, junto a sus nombres y descripciones, también planeé cómo podían ser los grupos. Ni siquiera lo comento porque noto que de inmediato se juntan solos. Los dos ciegos, los cinco sordos y los que tienen discapacidad física hacen dos grupos.
El ejemplo de crónica resulta demasiado largo para los sordos, la intérprete me explica que sus niveles de lectoescritura son bajos, que el lenguaje de señas no tiene un respaldo escrito y es difícil para ellos leer solos, que ella tendrá que interpretar pero que el ejercicio será muy complejo para ellos.
Mientras me acerco a dos de los talleristas, Alejandro y Eduardo, ambos ciegos, pienso cómo puedo modificar mi planificación para que los sordos no se queden fuera. Vuelvo a conversar con el grupo de cinco, siempre con la ayuda de la intérprete, y muestran en youtube un video en el que aparecen chicos sordos dando un mensaje.
Entonces surge la idea: hacer una video-crónica en lengua de señas. El género no debe existir, pienso, pero procuraré que resulte.
El ejercicio es revisado y el resultado no es el esperado. Quizás los ejemplos son muy complejos, quizás la consigna no estuvo tan clara.
Mientras hablo, les pido y repito que interrumpan si tienen dudas. Eduardo cuestiona sobre el amarillismo y sensacionalismo, de cómo en el país eso es lo que vende y qué opino de ello.
Preguntas como ésas surgen a lo largo de la mañana. Mientras las respondo y continúo dando otras explicaciones, me fijo cómo algunos apuntan en sus cuadernos y otros en sus computadoras. Los sordos solo fijan su atención a la intérprete.
Durante el almuerzo aprovecho para revisar mi papel guía. Noto rayas, tachones y palabras escritas que he trazado a lo largo de la mañana. Reviso lo que falta y replanteo cambios. No habrá dos ejercicios más sino uno. No me extenderé en explicar los otros géneros sino que me enfocaré en técnicas de crónica.
Las decisiones me toman por sorpresa. Mientras los alumnos definen qué es una crónica, otros preguntan qué es el reportaje o el perfil, entonces es necesario explicar, así sea breve, cada género.
Para que comprendan más la noticia, como base para elaborar los otros géneros, improviso un ejercicio de identificación de sus partes. El ejemplo que se proyecta en la pantalla parece complejo. Diana me recomienda cambiarlo pero me niego: es necesario que tenga cierto nivel de complejidad.
Los resultados son más exitosos que el anterior, parecería que han entendido que, tradicionalmente, las noticias tienen que tener un qué, cuándo, dónde, quién y cómo.
Noto que queda poco tiempo y he hablado poco o nada de la crónica. Antes de explicarles sobre este género y su significado, les muestro otros ejemplos, radiales y escritos. Luego les pido que identifiquen las diferencias y varios se animan a responden. Luisa dice que la crónica la transporta al lugar donde ocurrió, que le gustó más. Alejandro afirma que tiene mucha más descripción. La mayoría coincide en que ha disfrutado más ese género.
Les indico que deben escribir una crónica, que elijan un tema que les interesaría mostrar. Cuando Eduardo –ciego– dice que le gustaría escribir sobre su trayecto al trabajo y cómo se guía por los olores y sonidos y José Luis –con parálisis– quiere contar cuando casi no lo dejan graduarse del colegio, me emociono. Los felicito por elegir temas desde su discapacidad y los obstáculos que han tenido porque creo que tienen que aprovechar que ellos guardan versiones, anécdotas y visiones de la vida que las personas sin discapacidad no somos capaces de captar.
Eso entusiasma a otros y comienzan a escribir. Con el grupo de los sordos es un trabajo más personalizado. Me acerco nuevamente a explicarles que deben hacer una suerte de guión, que si van a hacer el ejercicio en grupo deben elegir un tema el cual quieran comunicar. Sentada entre ellos me siento aislada mientras se comunican con señas rápidamente y luego observan a Liliana para que me explique qué conversan.
Deciden hablar sobre el Día Mundial de los sordos. Entonces les pregunto qué creen que es importante contar. Vuelven a conversar entre ellos y se dividen las intervenciones. Luego, con el iphone, grabamos un video en el que los cinco hablan sobre este día, un pedazo cada uno. Tímidos, como si se tratase de una grabación para televisión, me piden que repita para que les salga bien.
Mientras los sordos graban el video en el patio, con césped, fuera del aula, dentro de ella el resto termina de pulir su escrito.
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De repente el reloj marca las 3:40 y no noté en qué momento la sensación de primer día se desvaneció. Algunos de los asistentes me llaman para que los ayude a corregir lo que han escrito.
Para no terminar más tarde de lo planificado, les pido que lean sus ejemplos. Todos lo hacen entusiasmados. Los resultados son varios pero en su mayoría han incluido descripciones y otros elementos del género.
Al final, proyecto el video de los chicos sordos y los que tienen discapacidad física se sorprenden, dicen que les gustaría saber qué están diciendo, entonces se vuelve a proyectar, esta vez interpretado por Liliana.
Diana me mira en señal de que llegó la hora del cierre. Me despido y les agradezco y veo la hoja de planificación en busca de algún tema que se me haya quedado fuera. Solo alcanzo a leer tachones y palabras en medio de los recuadros. Con una tranquilidad y satisfacción veo la hoja con garabatos y pienso: es valiosa, será mi guía para los próximos cinco talleres más.
Isabela Ponce