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En Ecuador una mayoría de personas no conoce o no comprende qué es la planificación familiar. Basta con revisar los datos del Ministerio de Salud y específicamente los de la Enipla –Estrategia Nacional Intersectorial de Planificación Familiar y Prevención del Embarazo Adolescente- para darse cuenta.

En el país 2 de cada 3 adolescentes de 15 a 19 años, sin educación, son madres o están embarazadas por primera vez. La tendencia del incremento del embarazo en adolescentes menores de 15 años, en los últimos 10 años, es del 74%. 3 654 niñas de 12 y 14 años fueron madres en el 2010. Actualmente el 17,2 % de adolescentes entre 15 y 19 años tienen un hijo.

Las proporciones de maternidad en la adolescencia son hasta 4 veces más altas entre las que no tienen educación (43% comparadas con las de mayor nivel educativo, 11% con secundaria completa). El 45% de adolescentes que quedó embarazada no estudiaba ni trabajaba antes del embarazo.

Los datos alarman sobre una necesidad inminente: la educación sexual. Aunque es un camino largo por recorrer, tiene que ser trazado ya. Curiosamente, la batuta en educación sexual no se inició en el sector público, sino en el privado a través de la Asociación Pro Bienestar de la Familia Ecuatoriana (Aprofe). Es más, la enseñanza como política de Estado se implementó recientemente, desde el año 2011, cuando el ENIPLA recibe una asignación presupuestaria que permite su implementación,  como respuestas a los crecientes embarazos adolescentes. Una de las medidas contempladas por la Estrategia es el uso responsable del anticonceptivo de emergencia, conocido como la  píldora del día después.

Los grupos, por lo general religiosos, que la rechazan, lo hacen por considerarla abortiva. No hay opinión más equivocada.

El rechazo a la píldora del día después se basa en la ignorancia y egoísmo. Suficiente información se ha difundido sobre sus diferentes funcionamientos en el organismo en los que excluyen plenamente la acción abortiva. Solo para recordar: si la píldora se la ingiere tarde, es decir cuando el espermatozoide ya ha fecundado el óvulo, no tiene efecto. O sea, el bebé sí nace.

Entre las hipótesis sobre ese visceral rechazo puede estar en la falta de identificación con el problema. Pongamos un ejemplo.

Si la hija de un activista que rechaza la anticoncepción quedase embarazada, probablemente lo ocultaran, la niña seguiría yendo al colegio hasta antes que se le note la  panza, daría a luz y apenas se recupere del parto volvería a las aulas.

En los hogares pobres del país que son la gran mayoría no ocurre eso. La Enipla nombra al matrimonio y al embarazo como las dos razones más comunes por las que las adolescentes y jóvenes no terminan la secundaria. Las mujeres que no terminan sus estudios tienen menos oportunidades de trabajo y menos ingresos que las demás. Además, su condición de pobreza y la de su descendencia aumentan cuando abandona el colegio.

En pocas: un embarazo en la adolescencia se traduce a 2,5 años de escolaridad menos para las mujeres. Y, cada hijo adicional, las mujeres disminuyen un año en la escolaridad.

Ser madre adolescente aumenta la posibilidad de ser pobre del 16% al 28%. Alrededor del 30% de las adolescentes del quintil 1 de pobreza, son madres en el Ecuador, comparado con el 10% de las adolescentes del quintil 5.

Gran parte de este panorama se podría solucionar con planificación familiar, concepto que actualmente es completamente ajeno a la población ecuatoriana y otras cifras como esta lo muestran: la Tasa Global de Fecundidad –TGF es de aproximadamente 3.3 hijos por mujer. Área urbana 3 hijos por mujer. Área rural se aproxima a 4 hijos por mujer. Mujeres indígenas 5 hijos en promedio durante su vida.

Ahora, lo que debería entenderse es que entregar la píldora del día después sin prescripción y de forma gratuita resulta una gran aliada para quienes hacen activismo en contra del aborto. En un estudio publicado en 2003 por S.L. Campa, D.S. Wilkersona, T.R. Raineb de Women’s Capital Corporation y el “Department of Obstetrics, Gynecology, and Reproductive Science, Center for Reproductive Health Research and Policy, University of California” se revelan ciertos datos decidores sobre la píldora y su uso.

Dicen los autores que “remover la exigencia de una prescripción para el Plan B asegurará que el producto juegue un rol mayor en la reducción de embarazos no deseados y abortos – ambos importantes propósitos de la Salud Pública. La venta sin prescripción del Plan B no presenta ningún riesgo serio. Sus consumidores son capaces de entender y seguir las instrucciones para su uso adecuado.

Para justificar su hipótesis afirman que, en los Estados Unidos, éstos se deben, principalmente, a: la falta de métodos de contracepción; el indebido o incompleto uso de métodos anticonceptivos; y, la falla de esas formas de anticoncepción. El 53% de las mujeres afirman haber quedado embarazadas mientras utilizaban un método anticonceptivo, al igual que el 54% de mujeres que abortaron.

Las personas que, por conciencia se declaran en contra del aborto, deberían ver la gran oportunidad que la pastilla del día después les brinda: si se toma el patrón norteamericano como referencia, se podría evitar más de la mitad de los abortos que -por lo menos en el Ecuador- se realizan en su totalidad en la clandestinidad.

Ahora bien, los autores del estudio afirman que apenas un seis por ciento de las mujeres estadounidenses utilizaron la pastilla anticonceptiva de emergencia por lo que esta reducción permanecía, en 2003, aún en el campo de lo hipotético.

Sin embargo, otros países que han aplicado una política pública de salud que incluye información y administración de píldoras del día después han observado una disminución en la tasa de embarazos no deseados y aunque los investigadores se muestra reticentes a encontrar una relación directa, parecería que hay una tendencia a que así suceda. En el Estado de Washington en 1997, la difusión y promoción del uso de la pastilla anticonceptiva de emergencia fue concomitante a una disminución en la tasa de abortos . Lo mismo sucedió en Inglaterra en los tempranos noventas.

Otra de las “preocupaciones” de los movimientos provida ha sido el potencial abuso de la píldora y la supuesta promiscuidad que se desatará entre los jóvenes (un argumento que, a veces, parece más bien una proyección): No hay evidencia que un acceso más amplio a la pastilla del día después significará un uso más repetido de la misma. Por el contrario, los estudios demuestran que el uso repetido de la píldora es “poco frecuente” entre adolescentes. Por ejemplo, una encuesta realizada en 1996 en Suiza a mil mujeres adolescentes arrojó como resultados que el veinte por ciento había utilizado un método de contracepción de emergencia; y, de ese veinte por ciento, el 64,1% la había utilizado sólo una vez. Tampoco, afirman Campa, Wilkersona, Raineb un mayor uso de la píldora del día después incidió en una disminución en el uso de métodos anticonceptivos convencionales. Es decir, con la información correcta, las personas seguirán utilizando los métodos para evitar el embarazo a los que regularmente acudían.

Nadie dejará de inyectarse, ni de tomarse la pastilla, ni de ponerse el condón. Indican que, precisamente, respecto del condón, no se observó una reducción en su uso. Es que nadie que tenga la información adecuada pensará en sustituir un preservativo como el condón -que previene también las enfermedades de transmisión sexual- por una pastilla que previene el embarazo. Las parejas monogámicas, por lo general, tienden a dejar de lado el condón y centrarse en un método que prevenga el embarazo, producto de la confianza y conocimiento mutuo desarrollado. Por otra parte, quienes suelan tener parejas sexuales ocasionales o relaciones no monogámicas, preferirán -si es que han sido educados correctamente- el uso de un preservativo que asegure cualquier riesgo de contagio con una pareja más o menos desconocida.

Es trascendental que el Ecuador desarrolle no sólo una política pública sobre la contracepción, sino una cultura de la contracepción. Según datos del Fondo de Población de las Nacionaes Unidas (UNFPA) y el Instituto Guttmacher el uso de métodos anticonceptivos modernos -es decir, no tradicionales o empíricos- en el 2012, solo en los países “en vías de desarrollo”, evitará 218 millones de embarazos no deseados que significarían: 55 millones de nacimientos no planificados, 138 millones de abortos (40 de ellos clandestinos), 25 millones de abortos espontáneos y 118 muertes maternas. Además, evitarán aproximadamente 1.1 millones de muertes neonatales (aquéllas que ocurren desde el nacimiento hasta los 28 días de nacido), y 700 mil muertes posneonatales (las que van desde el día 28 hasta el primer año de vida).

¿Cómo no entender que la contracepción es una estrategia de protección de la vida?

Por otra parte, para quienes se quejan del “uso del dinero de los contribuyentes” para financiar los métodos anticonceptivos en las regiones en desarrollo del mundo, es importante resaltar que el costo total de implementar métodos modernos de contracepción en los países en vías de desarrollo es de 8 millardos de dólares. Suena como un montón de plata y, definitivamente, lo es. Sin embargo, los cuidados de maternidad, pediatría posnatal y otros costos asociados a los niños que nacerán, será de casi 14 millardos. Es decir, la contracepción responsable traerá un ahorro a las arcas públicas de casi seis mil millones de dólares.

Sin mencionar que, según datos de Nacionaes Unidas, para el 2025 seremos nueve mil millones de habitantes en el planeta y que el planeta no resistirá una carga poblacional de esa magnitud, por la simple razón de que no habrá (ya escacean) recursos suficientes para alimentar y permitir que esa cantidad de personas subsistan.

¿Entonces? Si estos métodos son seguros, evitarán embarazados no deseados y abortos (contados en millones), ahorrarán dinero a los Estados y, de paso, aliviarán la carga poblacional que soporta la Tierra -no en vano David Attenborough ha elevado a la humanidad a la triste categoría de plaga- ¿cuáles son los motivos para seguirse oponiendo a la contracepción responsable?

¿Será que en el fondo los conservadores lo único que quieren es que la gente, de una vez por todas, deje de tener sexo y, lo que es peor, de disfrutarlo sin necesariamente querer procrearse?

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Crédito: Lucian Freud. Anna and Alice. 1975.

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