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@andrescardenasm

El mundo moderno está lleno de hombres que sostienen dogmas con tanta firmeza, que ni siquiera se dan cuenta de que son dogmas.

Chesterton

Aspiro a la lucidez. Temo no hallarla nunca.

Alejandra Pizarnik (diarios)

 

Soy católico y nunca me he sentido ofendido por el título Fuck you, curuchupa. Por eso me resultó muy interesante y oportuno el artículo de José María León la semana pasada: el curuchupa no es el que se adhiere a alguna práctica religiosa. Más allá del análisis gramatical o filológico del término, el curuchupa es el maniqueo del siglo XXI: un tipo que divide la realidad en blanco o negro, Luz y Tinieblas, al que le estorba la gente que no piensa como él. Es una persona de pereza intelectual y debilidad dialéctica que se acomoda en sus dogmas a los cuales no necesariamente los construye sobre la razonabilidad. Busca imponer, no convencer. No le gusta la conversación con gente que no sea de su secta. Vale la pena recordar que Agustín de Hipona, uno de los mayores teólogos católicos, dejó el maniqueísmo para pasarse al escepticismo antes de su conversión. Es decir, el maniqueísmo no es cristiano y –por lo tanto– el curuchupa tampoco.

¿Hay curuchupas entre los católicos? Muchos. El catolicismo cultural es fecundo en este sentido. El mismo papa emérito Benedicto XVI señalaba en su entrevista Luz del mundo que en las zonas en las que el catolicismo ha visto disminuir sus fieles, no todo es color de hormiga: ha crecido el catolicismo de decisión, con fieles que reclaman formación y pueden dar razón de su fe. Además, como bien lo dijo José María, el curuchupismo puede estar presente en regímenes con religión de Estado, cuando su actuar se mueve por mantener un status quo más que por algún fin políticamente razonable. Pero aquí viene mi pregunta: ¿puede la vereda “laica y liberal” ser curuchupa?

Muy oportuno para hablar de este tema es el actual caso del pastor protestante y ex candidato presidencial Nelson Zavala. Primero quisiera dejar claro lo nefasta que considero la mezcla de religión y política. El año 1937 se restablecieron las relaciones diplomáticas entre Ecuador y la Santa Sede, rotas desde la revolución liberal, dejando clara la separación Iglesia-Estado mediante el Modus Vivendi. Separar las instituciones religiosas de las políticas es lo más saludable que hay para ambos bandos: al César lo del César y a Dios lo de Dios. La filosofía política ya ha avanzado lo suficiente como para saber que en el gobierno hay razones sobre las que se puede construir una sociedad y no se debe apelar a una voluntad divina de dudosa procedencia. Es decir, confío absolutamente en un Estado laico y no confesional. En este sentido, un pastor protestante, alguien que dice ser cabeza de una iglesia, es lo menos adecuado para gobernar un país. Además de que prefiero ser un apátrida a votar por el PRE. Y prefiero ser extraterrestre a votar por un pastor del PRE.

Me sorprendió la reacción de muchos ante la sentencia del Tribunal Contencioso Electoral contra Zavala al sancionarle con casi 4 mil dólares y despojarle de sus derechos de ciudadanía por sus opiniones sobre la homosexualidad. Lo que consideraron como un gran paso, es una zancada peligrosísima que se aleja de la vereda laica y liberal. Aquí no importa si el pastor está en lo correcto o no. ¿Estamos hablando de que hay maneras de pensar que no son permitidas por la ley? Y si aducen que hay incitación al odio: saliendo diez minutos a la calle o plantándose dos frente a Twitter, podríamos encontrar miles de causales para el mismo delito. En ese caso, ¿fuck you curuchupa no sería también incitación al odio, sea quien fuere este sujeto?

Tal vez el mismo Zavala no entienda el alcance de este desacuerdo con el fallo, ya que probablemente él hubiera sancionado opiniones contra la heterosexualidad; lo mismo, desde la otra vereda. Pero si aceptamos y aplaudimos sentencias como la del juez Patricio Baca Mancheno nos exponemos a que en el futuro haya jueces a los que les moleste otro tipo de opiniones y entraríamos en un relativismo absoluto al mando de la justicia y las leyes. Un relativismo que terminará en la dictadura de quien esté en el poder. ¿Hay “laicos y liberales” que en el fondo esconden un Zavala en su interior que se incomoda ante las posturas distintas? ¿Eso no es imposición de una convicción personal en la ética privada y un síntoma de curuchupismo?

El curuchupismo es un virus que tal vez es un gen recesivo que fácilmente se activa si no lo combatimos constantemente con autocrítica y permanente disposición a tomar en cuenta la opinión del otro. Ya escribí alguna vez sobre cómo Popper debería ayudarnos a no aceptar como dogmas algo que no merece. José María, en su artículo, señala que temas como el aborto, el uso de las drogas, la censura y el matrimonio igualitario no tienen que ver con la moral de nadie y que son datos de salud o libertad, respaldados por datos verificables y estadísticas sustentadas. Cada tema merece un caso aparte. Pero, ¿ya se ha llegado a la verdad absoluta en esos temas? ¿Es incuestionable que el aborto debe ser despenalizado? ¿Es incuestionable que las drogas deban ser penalizadas por salud pública? ¿Es incuestionable que se puede llamar matrimonio a cualquier unión de personas y que la adopción puede ser capricho de quien sea? Porque mucha gente que sostiene posturas contrarias no lo hace citando la Biblia ni una revelación de Zeus. Esa sería una manera desubicada de argumentar y que no valdría la pena tomarla en cuenta. Pero sí hay argumentos de razón que apoyan las tesis contrarias. No es el momento de discutir tema por tema, pero, por ejemplo, los libertarios Block, Wisniewsky y Parr, siguiendo los principios de no agresión y de soberanía individual, han demostrado que el aborto incluso en caso de violación es ilícito desde el punto de vista libertario.

Sin embargo a veces parece que cualquier argumento, estadística o dato verificado, viene en otro idioma. Todo lo que no sea la “ética laica y liberal” de manual, tiene visa de superstición. Y recordemos que lo típicamente curuchupa es considerarse dueño de la verdad y embajador de Dios, aunque este dios se disfrace de una infalible ética laica. Es un tema bastante peligroso. “Esa infalibilidad que motiva los peores desaciertos de la humanidad tiene un solo nombre: fanatismo”, dice José María. Vale preguntarse, ¿se puede ser fanático del laicismo liberal y que termine convirtiéndose en una ideología? Si la respuesta es negativa, claramente estamos en problemas.

PD: No podía terminar el artículo sin recordar que también existe el curuchupa legalista, que cree que la constitución y la ley positiva son garantía absoluta de verdad. En cualquier debate citan el artículo tal, como si eso convertiría en acero sus argumentos. La realidad es mucho más compleja que una ley aprobada entre pactos y medianoche.

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Crédito: Monos en la cocina, David Teniers «El Joven».

Andrés Cardenas