La primera vez que lo vi estaba con mis padres. No supe cómo reaccionar, me quedé de una sola pieza y regresé a verles para ver si decían algo. No dijeron nada. Hubo un silencio incómodo, terrible, hasta que las noticias regresaran luego del corte. Estábamos esperando ver actualizaciones sobre el caso de Karina del Pozo, la muchacha que fue agredida sexualmente y asesinada de una forma brutal. Mi primer instinto me dijo: aquí algo anda mal. ¿Un spot del gobierno que promueve un consumo responsable del alcohol está mostrando a una chica ebria, con minifalda, que sale de un bar y se sube en el auto de unos desconocidos con cara de delincuentes? Alarma. Aquí pasa algo.
Confieso que a primera vista, la incomodidad y la sensación de extrañeza no me dejaron advertir mucho más allá de lo que estaba viendo. Y es comprensible. Si el discurso está validado a través de los medios y la opinión pública, nos tomará un momento darnos cuenta que lo que estamos viendo es un despropósito que raya en la estupidez. Por eso no me sorprende que en el tuiter una chica me escriba: “por favor, dónde está lo machista en este spot, yo no lo veo”. Por supuesto que no lo ve, esto es porque el discurso patriarcal y homocentrista está interiorizado como genuino. Me espeluzna pensar que debemos hacer un esfuerzo extra para darnos cuenta que con mensajes oficiales como ese estamos promoviendo, alentando y legitimando la violencia de género, la condición inferior de la mujer y la prevalencia de ese discurso patriarcal dominante en el que la misma mujer es la responsable de su violación: por borracha, por puta.
He oído comentarios como: simplemente están reproduciendo la idiosincrasia de nuestra sociedad. ¿Simplemente? El riesgo precisamente es ese. Al traducir una dinámica social y trasladarla al plano mediático, que por fuerza, cobra una lógica alegórica, estamos frente a lo que Bourdieu llamó “violencia simbólica”, que entre otras cosas, describe la reproducción del dominio masculino sobre las mujeres. Y aún este spot va más allá del concepto de violencia simbólica, en el sentido de que esa violencia invisible de la que habla Bordieu está siendo evidenciada pero no a modo de denuncia, sino por el contrario, a manera de naturalización del comportamiento masculino y estigmatización del comportamiento femenino. Se trata de una repugnante forma de afianzar roles que hoy por hoy resultan dañinos para sociedades que están en un proceso de cambio paradigmático en cuanto a igualdad de derechos (desde el punto de vista de género y de minorías sexuales). Lo que la gente responsable de esta campaña no entendió –quizás no entendió nada- es que la mayoría de la población tiende a tomar como verdades aquello que ve a través del filtro mediático. Los medios construyen realidades, no nos olvidemos de eso.
Por otro lado, hay que aplaudir el timing de la Secretaría de Comunicación. No pudieron haber escogido momento más adecuadamente infame. Karina del Pozo, el caso que ya se ha convertido en emblemático, estaba en el primetime de todos los canales. Y a la par, el dichoso spot. ¿Casualidad? ¿Ignorancia? Las coincidencias no son pocas: Una chica que sale de una fiesta en la que hubo licor, se sube en un auto con unos “conocidos”, quienes tienen pinta de malandros. Estos tratan de abusar de la chica (o lo hacen) y la asesinan cruelmente. ¿De quién es la culpa? Según la campaña del gobierno, pues de la chica, obvio. Por borracha y puta. Es que el alcohol te vuelve puta. Tal como mucha gente en redes sociales opinaba sobre Karina. Opiniones que empezaron a indignarme profundamente en mi condición de mujer dentro de una sociedad que naturaliza de la forma más terrible el machismo. Según esta lógica, el violador y posible asesino tiene derecho a existir, es más, debe existir. Porque es hombre, porque es macho, porque es humano y porque hay gente mala. Error. A quienes deberíamos señalar con el dedo y dirigir campañas de concienciación es a esas mentalidades obtusas y demás desviaciones de crianza seudo-tradicionalista que enseñan a las mujeres a no ser causantes de su propio abuso. ¿Qué es lo que estamos educando?
Me he tomado personal el caso de Karina del Pozo y la violencia machista que lo generó, porque creo que su significancia ha ido creciendo con el paso de los días, más aún luego de ver el spot del gobierno, y de leer toda la cantidad de basura mediática y en redes sociales que se generó por el “Día de la Mujer”. Es un deber de conciencia que todas las mujeres, y los hombres sensatos, nos tomemos a título personal este tipo de acontecimientos, pues es la única forma de salirnos de nuestra zona de confort y entender que esto nos toca a todos como sociedad. Si yo no cambio mi actitud frente a la realidad, no me puedo quejar de ella. Dejar en el olvido cosas como ésta es ser cómplice de estas dinámicas sociales perversas. Peor aún, permitir que la ignorancia de un aparato gubernamental legitime un discurso discriminatorio, ofensivo y denigrante. Por eso escribo hoy este texto, luego de varios días de reflexiones y de ver cómo, sin importar cuán segura estés de tu rol en esta sociedad, sigues siendo estigmatizada con mensajes como: “acabo de descubrir tus mil pasados, me dijeron: te salvaste”. Está claro, hay que ser santa para ser respetada y si es posible haber tenido un solo varón, nunca tomar alcohol, no vestir provocativamente, no salir de farra sola, de lo contrario, todo lo que te pase será tu culpa, por puta. Tal como la frase que diría el asesino de Karina antes de matarla…