@arduinotomasia
El sábado 2 de marzo salió publicado un editorial en diario El Telégrafo, titulado: “La ignorancia de Gabriela Calderón de Burgos es atrevida”. Pedantería, ignorancia, entre otros insultos, le fueron atribuidos por su artículo. Un espacio de un diario público que circula en las 24 provincias, utilizado para lanzarle lodo con furia.
Sin embargo, la corrección de los datos proporcionados por Calderón (escribió que El Telégrafo presentó entre 2007 y 2010 una pérdida de US$3 millones) nunca llegó: el fin era desacreditar y difamar, no proveer datos contrastables y fidedignos.
En la misma línea, el 28 de febrero se publicó otro editorial: esta vez sobre la sentencia de los 10 de Luluncoto; un caso que ha llamado la atención a un abanico de defensores de derechos humanos. Allí se escribe: “No se trataba solo de jóvenes alegres y entusiastas oyendo o tocando música. Su militancia es reconocida y todo el apoyo recibido lo ratifica”. ¿El delito de tener algún nivel de activismo político? ¿O quizá más bien de militar con las organizaciones políticas equivocadas? Espacio utilizado de sentencia mediática contra los sentenciados, y que también circuló en las 24 provincias.
Uno de los resultados de esta postura editorial es susceptible de encontrarse en lo ausente: el presidente Correa nunca romperá en los enlaces sabatinos un diario El Telégrafo. Ni nunca los satanizará, ni mucho menos los llamará “sicarios de tinta”, aun cuando insultos y adjetivos manchen y nieguen la dignidad del otro, del que disiente con la administración actual o del que se atreve a formular una crítica.
Ante este escenario, son varias las opiniones que escucho y leo. Pero con una peculiaridad, que adopta la forma: “Sí, no estoy de acuerdo con la postura que tomó… pero tiene una buena sección cultural”; “sí, sus páginas pueden a veces rayar en convertirse en cajas de resonancia del gobierno…”. Pero la sección cultural.
Se insulta y se difama, pero una vez se entrevistó a Toni Negri. En otra ocasión se entrevistó a Malkovich. También se indagó en los contenidos políticos de la industria estadounidense y su relación con los premios Oscar. También se cubren eventos de artistas locales.
Paradoja infame, que nos ubica en el desplazamiento del buen periodismo por la banalidad de una supuesta contribución de contenido cultural e intelectual.
Porque parece ser viable presentar la perspectiva de Negri sobre la catástrofe de la configuración del poder en el actual orden mundial, las praxis políticas diversas que pueden permitir abrir agujeros-minas y el nacimiento de un nuevo sujeto político caracterizado por la “multiplicidad de las singularidades”; e incluso elucubrar en torno al proceso actual que, a decir de Negri, se trata de una “suerte de discurso único o aglutinador, el énfasis sobre el Estado, el líder, esta sensación de que los movimientos no son prácticamente nada si no se acoplan a este Uno”. Al parecer, se puede aun cuando el diario adopte el rol de caja de resonancia del régimen.
¿Cómo es posible que dicha contradicción se sostenga? ¿Se pueden incluir esas nociones en una sección del diario, mientras que en la postura editorial se condene a jóvenes con activismo político, declarados culpables en un juicio que utilizó como evidencia la tenencia de libros de Marx y del Che?
Desde mi perspectiva, eso es solo posible cuando se concibe (y se reduce) a lo intelectual como espectáculo. El despliegue de un circo en donde se pueden convertir a Negri y a Zizek en los payasos anfitriones.
Recuerdo siempre las palabras de Kapuscinski, cuando afirmaba que “el verdadero periodismo es aquel que se fija un objetivo y que intenta provocar algún cambio”; y se situaba en contra-corriente con el tratamiento de la información como una mercancía: “hemos creado la información-espectáculo, podemos vender esta información en cualquier parte”.
Pero allí también se encuentran las producciones culturales y académicas, vendidas como otro producto más de estantería que, si se las golpea, responderán con “ese conocido sonido a hueco que revela unas entrañas llenas de aire”. Porque es posible entrevistar a un listado de intelectuales exóticos, o publicar ensayos y opiniones sobre la emancipación, pero servirán para realmente nada si el objetivo no es otro que el entretenimiento.
No dejo de preguntarme qué corriente intelectual saldrá mañana. O cuál evento artístico cubrirán. O cuáles serán los otros jóvenes culpables de tentativa de terrorismo por no haberse quedado en casa “alegres y entusiastas oyendo o tocando música”.
Y me pregunto, con mucha más violencia: ¿cuánto tiempo más podrá aguantar esa contradicción en el diario público? ¿Cuándo se tomarán en serio las corrientes intelectuales que allí se recogen?
¿Seré yo el siguiente acusado de poseer una ignorancia atrevida, mientras que en la sección cultural se publica un texto sobre el buen vivir, sobre psicoanálisis freudiano-lacaniano o sobre la necesidad de desmantelar toda estructura opresiva?
¿Quién es, a fin de cuentas, el ignorante atrevido?
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Crédito: Memorial, Óscar Santillán. 2008. Tomado de oscarsantillan.blogspot.com
Arduino Tomasi Adams