¿Debería Hollywood tener miedo? Quizás bastante. La pasada entrega de los premios de la Academia quedaron marcados por un hecho insólito: por primera vez, alrededor de 400 artistas de efectos visuales [VFX] se manifestaron afuera del teatro donde tenía lugar la ceremonia, para denunciar lo que consideran está destruyendo la industria.
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El contexto de la protesta es este: Rhythm & Hues, el estudio encargado de construir digitalmente el mundo de Life Of Pi, acababa de declararse en bancarrota hacía un par de semanas. La película ganó 4 estatuillas, incluida la de mejores efectos visuales, pero la empresa tuvo que despedir a 250 empleados. Los ánimos se caldearon cuando el micrófono se apagó para Bill Westenhofer, el supervisor de efectos, que en su discurso de agradecimiento se disponía a comentar la situación por la que estaban pasando.
Pero no son los únicos. En septiembre pasado, Digital Domain, en cuyo reel cuentan Titanic, X-Men y Lord of the Rings, también se declaró en quiebra. Más recientemente, los encargados de Hugo y Games of Thrones, los alemanes de Pixmodo, tuvieron que cerrar su base en Londres.
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Los manifestantes hacían hincapié en cómo es posible que se celebre los logros de una empresa, cuando se la deja hundirse y a sus actores desempleados. Sin embargo, también reclamaban el abuso general al que son sometidos los artistas, en esos mismos trabajos como los que se han perdido.
Desde que las imágenes se pueden modificar digitalmente, se formó una cultura de que todo se puede arreglar en post-producción sin mayor problema. No es raro escuchar casos de compositores o animadores de estudios en Hollywood que trabajan en jornadas exageradamente largas y siempre están a expensas de cambios de última hora por parte del director. El caso de Digital Domain es emblemático, pues las diferencias entre sus dos fundadores originales, James Cameron y Scott Ross, casi los llevan a la ruina en plena producción de Titanic.
Cameron creía que se estaba pagando diez cuando el trabajo se podía hacer por uno. Ross, por su parte, pensaba lo contrario. La diferencia lo llevó a dejar Digital Domain y a convertirse hoy, años después, en el mentalizador y convocador de la manifestación.
Volviendo a la última entrega del Óscar, muchos se lo tomaron personal cuando Ang Lee, al recibir el premio por mejor dirección, no solo se olvidó de agradecer al equipo de efectos visuales, sino que declaró luego que era una pena lo de Rythm and Hues pero que desearía que los efectos digitales fuesen más baratos. Después Phillip Broste, el jefe de composición del filme, le dedicó una carta abierta quizás un poco pasada de tono.
Esa es, básicamente, la situación del VFX en Hollywood. Poniéndolo en perspectiva, la Academia no debería hacer ningún movimiento torpe. Recordemos que, prácticamente, ya no se produce ninguna película que no dependa, en algún grado, de post-producción digital. En la web, la protesta continúa y han empezado a proliferar memes y blogs de cómo serían las películas sin los artistas del VFX. Partiendo de la idea de que sin la composición digital, las bellas imágenes en los cines fuesen tan solo un fondo verde, este se ha vuelto un símbolo de solidaridad gremial. Hay quienes proponen parar toda actividad un día, como muestra de unión.
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La industria del cine estadounidense no es ajena a la problemática laboral y ha sufrido varias huelgas de diferentes sectores. La última la realizó el sindicato de guionistas y escritores a finales del 2007 y duró 100 días, hasta que los productores aceptaron sus demandas económicas. El detalle en el caso actual, es que el VFX es una de las pocas ramas que aún no posee una representación establecida. Es por esto que una de las primeras mociones promovidas, es crear un sindicato que aglutine tanto a técnicos como artistas de efectos visuales. Luego, la protesta tiene dos exigencias clarísimas, una política y una social. Por un lado piden que se acabe con lo que han definido como una 'guerra de subsidios'; y, por otro, buscan una reivindicación de su trabajo como una actividad artística y no mecánica.
Lo interesante de esta postura política es que hay una noción clara de que no se necesita proteccionismo económico para salir adelante, sino todo lo contrario. Los sindicatos en estos casos no son monopólicos (pues en ningún momento se exige que todo aquel que quiera ejercer se debe afiliar sino que logra adeptos por la representación política y beneficios que ofrece) y solo responden ante males palpables, causados, por un mal mucho más grande y no evidente a corto plazo: las distorsiones del mercado que causa el intervencionismo. Es decir, a grandes rasgos: que existan subsidios en determinada industria, altera la oferta y la demanda, dándole una ventaja a los grandes estudios que luego pueden regatear y llegar a acuerdos abusivos con las casas post-productoras.
En diciembre pasado, se lazó a través de IndieGogo, una campaña de financiamiento para iniciar acciones legales contra los países que, habiendo firmado tratados de libre comercio, subsidian con cantidades millonarias de dinero público la industria del VFX. Por lo general se cree que los subsidios crean trabajo y fomentan determinada industria, sin embargo se pasa por algo que son incentivos ficticios y por ende temporales. Lo que ha venido sucediendo durante años es que países como Canadá ofrecen millones de dólares si es que el trabajo se realiza en su territorio. Es decir, ellos le cubren cierto porcentaje a inmensos estudios cinematográficos, para que la post se haga en su país, generando trabajo para su gente. El detalle está, en que para invertir esos $437 millones que subsidia la Columbia Británica, hay que sacárselos de los bolsillos de los contribuyentes, o bajar áreas del presupuesto como salud o educación. Además, basta que otro país ofrezca mayor porcentaje de subsidios para que Universal y Paramont, se vayan para allá, igual como se fueron de California en su momento. Esta es la guerra de los subsidios, guerra que los imperios empresariales promueven por una sola razón: afecta de tal manera el mercado que no hay forma de que no salgan beneficiados. Si afuera te subsidian y localmente hay menos trabajo, por obvias razones vas a tener que ofrecer hacerlo por un menor precio. Y al doble del factor normal, pues aparte de que tienes que competir frente a un Estado que cubre hasta el 30% del costo, tienes que ofertar frente a muchos otras empresas en tu misma situación.
Esta dinámica fue la que llevó a que muchas empresas de VFX bajaran tanto su precio que empezaron a trabajar con márgenes de ganancia ínfimos con tal de agarrar al cliente y que no se vaya a Nueva Zelanda o algún otro país subvencionador. Y eso tiene su rebote, porque si logré que adentro me cobren un precio sumamente bajo, si quieren que yo vuelva a salir, tienen que ofrecerme un precio más bajo o un mayor subsidio. Y así sucesivamente.
Obviamente, si la empresa tiene menos ganancias, puede repartir menos utilidades y empiezan los problemas laborales. Si no tienen ingresos y quiero seguir funcionando, les toca dejar de pagarles lo mismo, o recortar personal, o hacer que trabajen jornadas muchos más largas. Sin contar en ese cálculo que el estudio, al haber un desequilibrio entre la oferta y demanda de trabajo, puede darse el lujo de exigir ellos que el trabajo sea entregado en tiempos inhumanos, bajo la amenaza de simplemente irse donde otro. Cuando se altera el equilibrio por la intervención estatal, se deja el terreno idóneo para que se dé el típico caso de 'siempre hay otro que lo hará más barato que tú'.
El propio Digital Domain fue uno de los primeros que trató de dar manotazos de ahogado. Ya hace 3 años, se denunciaba el abuso de tener pasantes universitarios trabajando en tomas reales sin paga alguna. La Gnomon School tuvo un caso muy similar, de alguna u otra forma tenían que seguir funcionando pero no tenían dinero para mantener a todo ese personal. Era solo la antesala de lo que se vendría.
La Sociedad de Efectos Visuales [VES, por sus siglas en inglés] envió un petitorio al gobierno de California para que no deje caer a las empresas y empiece a subsidiar también. Por suerte, esto no ha sido bien recibido por la comunidad general del VFX que insiste en que esto sería simplemente entrar en el mismo juego, con los mismos efectos nefastos a largo plazo. Lo que ellos piden es justa competencia, los empleadores no están pidiendo que el Estado los ayude ni los salve económicamente, igual que los empleados no están pidiendo mayor control y restricciones a las empresas; ambas clases desde la perspectiva marxista, están juntos a favor de una noción clara: libre mercado para salvar la industria y que los mejores sobrevivan.
Si se llegase a dar el caso de que los países eliminen estos subsidios ilegítimos, los estudios volverían a contratar por mérito verdadero, la oferta de trabajo se equilibraría frente a la demanda de trabajo, los precios no estarían artificialmente bajos, las empresas de post tendrían una mayor utilidad pudiéndole pagar mejor y sin explotación a sus trabajadores que ahora sí, organizados en un sindicato libre podrían exigir beneficios sin el temor de que por el exceso de desempleo, existan esquiroles. Creo que Hollywood nos ha demostrado que el capitalismo depredador de las mega industrias es amigo cercano del proteccionismo nacionalista.
Ojalá muevan las piezas adecuadamente y los estudios dejen de ser tan cínicos pues saben que sin los genios del VFX, tendríamos que acostumbrarnos a ver sus éxitos de taquilla así:
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Ernesto Yitux