Campesinos de la zona buscan recuperar su ecosistema natural y así, volver a tener agua.
Polvo, mucho polvo. De ese que se levanta como una gran sábana café que se te mete hasta en los dientes. La cosa no es fácil en Latacunga cuando se trata de acceder a la zona rural, donde la gente del campo ha dedicado prácticamente toda su vida a la agricultura. En tiempos de cambio climático, de grandes sequías y poca lluvia, la situación de su gente se puso cuesta arriba.
Para don Juan los últimos 10 años fueron duros. El clima no es el mismo. No hay cómo sembrar y cosechar luego de tres meses. El agua escasea, los riachuelos se han secado y no llueve. “El clima está loco, el clima es otro”, lo reconoce. A sus 50 y tantos años es un misterio saber cuándo va a llover y si vale la pena sembrar. Sembrar, eso sí, es un única posibilidad de supervivencia ya que viven de la agricultura.
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Hay familias que han abandonado la actividad agrícola por la sequía; es común encontrarse con pequeñas ruinas de casas abandonas.
Como la historia de Juan hay muchas no solo en Latacunga sino en prácticamente toda la sierra central, donde no solo el cambio climático es un dolor de cabeza, sino además una serie de eventos desafortunados donde los hombres son los autores intelectuales.
La zona la recorrí con María Belén Benítez, una buena amiga y además, ingeniera ambiental. Está llevando adelante, junto a los habitantes de San Juan y una empresa privada, un plan de intervención para recuperar los ojos de agua. Los ojos de agua son grandes cisternas que captan el agua de los riachuelos que luego es bombeada a las comunidades para su consumo y para sembrar.
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Las comunidades junto a la empresa privada han reforestado con especies nativas
María Belén me explicó que, en resumen, hay algunos factores que han incidido en la sequía de la zona. En primer lugar, definitivamente, el cambio climático que ha alterado el ciclo de las estaciones lluviosa (conocida como invierno) y seca (conocida como verano). Antes eran 6 meses de cada una. Hoy la estación seca puede durar hasta 9 meses fácilmente, lo que minimiza las posibilidades de que llueva.
Pero además, no nos olvidemos que en la tierra hay agua. Muy debajo. Y el siguiente suceso desafortunado ha sido la siembra desordenada de eucaliptos y pinos en los páramos y montañas de nuestra serranía. Empresas extranjeras y algunas nacionales (no diré cuáles porque no tengo sus nombres y no es el fin de esta nota hablar de ellos) promovieron entre los campesinos de la sierra la siembra de estas especies, originarias de Norteamérica, para promover el negocio maderero.
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En la estación lluviosa los riachuelos vuelven a aparecer.
¿Por qué sembrar en Ecuador? ¿Por qué los norteamericanos pensaron que iba a ser un buen negocio hacerlo aquí? Porque si en Canadá o EE.UU. un pino se demora 60 años en llegar a cierta altura, digamos unos 20 metros, en Ecuador tarda 15 a 20 años. Negociazo.
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En esta foto podemos notar como las raíces del eucalipto que está arriba, desciende algunos metros para captar agua. Así, poco a poco se va secando los riachuelos. Además de la contaminación del agua con heces de animales y demás desechos.
Y ojo, hago una aclaración, hay empresas responsables que manejan el tema de manera responsable, justamente en la zona de Cotopaxi, donde los bosques de pino sí capturan C02 y dan servicios ambientales.
El problema es cuando la siembra de estas especies se hace de forma desordenada y dispersa. Buscando información sobre el tema me encontré con un documento elaborado en el 2005 por Ricardo Carrere, les dejo el link por si acaso quieran ampliar la información.
Entre otras cosas, me llamó la atención una de sus conclusiones confirma lo que se plantea en este texto: el gran impacto de la siembra de estas especies ha sido la pérdida de agua. “La mayor parte de las plantaciones tiene una edad de 5-7 años y ya se percibe una disminución del agua disponible. La gente ha notado que “desaparecen las vertientes” y que el suelo está más seco que antes”.
Los campesinos del sector de San Juan, en la zona rural de Latacunga, tomaron la decisión de recuperarse. Y es interesante conocer su proceso, ya que han optado por reforestar con especies nativas las laderas de las montañas, con el fin de recuperar sus fuentes de agua. El tema no es inmediato y podría durar hasta 20 años. Sin embargo, ellos la tienen clara. La sostenibilidad de su plan le garantizará mejores condiciones de vida a las siguientes generaciones. ¿Tan difícil es para algunas autoridades comprender la lógica de la pacha mama? Digo, luego de flagelarla durante décadas, es momento de dosificar la explotación e implementar medidas, como en San Juan, para recuperar el agua, además de los bosques nativos.
Hay algunos resultados alentadores. Si bien las lluvias aparecen poco a poco, los riachuelos dan muestras de buena salud con las algas que se pueden ver en sus aguas cristalinas. También hay rastros de contaminación (heces de animales como vacas), pero es leve.
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Una señal de que el agua está «sana» son la aparición de algas
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Las algas son el alimento de pequeños peces que viven ahí.
Sí, hay buenas noticias para la comunidad de San Juan, y para todos porque si ellos tienen éxito en su proceso, es señal de que no todo está perdido.
María Luisa Carrión