Cada año, durante los primeros días de Enero, el pueblo andino de Píllaro se viste de diablos y guarichas (bailarines tradicionales) para celebrar la folclórica “Diablada Pillareña”. Disfrazados con coloridos, aterradores y creativos atuendos, bailan y se emborrachan sin parar desde el año nuevo, durante 6 días de fiesta incansable.
Existen varias versiones sobre el origen de esta tradición ancestral. Pero entre éstas, hay una con un sentido tan colorido y confuso como la fiesta misma. Ésta dice que la Diablada de Pillaro empezó durante la época de la conquista española, y que fueron esclavos indígenas quienes fabricaron estas máscaras para representar la aversión que sentían hacia sus patrones. Según esta versión, muchos vinculan los orígenes de esta celebración con una acción de rebeldía ante la imposición de la religión católica, un acto de liberación que utiliza al diablo como elemento principal.
Otros cuentan que la tradición comenzó cuando los moradores de dos parroquias rivales de la zona, en pos de conquistar las mujeres del bando contrario, empezaron a utilizar máscaras de diablos para asustar a sus oponentes. Esto explica la existencia de las guarichas, que representan a mujeres “carishinas” (de actitudes liberales y algo masculinas), que buscan salir de casa para tomar y bailar.
Y justamente tomar y bailar es el móvil de esta costumbre ancestral, que cada año atrae a miles de turistas y fue declarada patrimonio cultural intangible por el Gobierno Ecuatoriano.
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Dominique Riofrío Villegas