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@gabricalderon

Estimado Norman,

Me han invitado en GkillCity a escribirte esta carta. Quisiera aprovechar esta oportunidad para tratar de entender tu posición frente a lo que ha sucedido en el país durante estos últimos años. Aunque no te conozco a nivel personal, no dudo de tus buenas intenciones al involucrarte en la política nacional y reconozco tu apertura al debate en múltiples ocasiones con personas que discrepan contigo.

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Imagen tomada de www.enteratecuador.com

Dicho esto, recuerdo que tú y otros miembros de Ruptura participaron de manera activa —con una influencia decisiva— en el proceso de cambio que ha vivido el país desde enero de 2007, llegando incluso a plasmar gran parte de sus ideas en la Constitución de Montecristi. También veo que en la “Propuesta de Trabajo” el movimiento que presides considera a este documento como “un hito importante” y como la base para desarrollar el país a largo plazo.

No comparto contigo gran parte de las ideas colectivistas de la Constitución de Montecristi, aunque creo que sí compartimos el ideal de que tengamos aquí una democracia con separación de poderes, alternancia en el poder, límites a los que nos gobiernan. Sobre esto te quisiera plantear algunas reflexiones.

La Constitución de Montecristi

¿Es una buena base para el desarrollo una constitución que impone un modelo de desarrollo que solo refleja la agenda de las corrientes de izquierda? Seguramente me dirás que no es impuesta porque fue aprobada en las urnas por una mayoría abrumadora de la población. Pero, me pregunto, ¿alguien les consultó a las próximas generaciones de ecuatorianos? En otras palabras, ¿Es justo asumir que los ecuatorianos nacidos en 2013 aprobarían en el año 2029 un modelo similar? Las mayorías son circunstanciales y decidir sobre tantos aspectos de la vida de personas que ni siquiera han nacido me parece injusto.

¿Era necesario darle el golpe de gracia a lo que quedaba de institucionalidad a principios de 2007? ¿Era necesario y/o legítimo cometer actos de fuerza como la destitución violenta de la oposición en el Congreso y del Tribunal Constitucional? Un elemento esencial en un Estado de Derecho es la separación de poderes y no se puede negar que esta existía hasta 2007, al menos en relación al ejecutivo. El Congreso, el Tribunal Supremo Electoral y el Tribunal Constitucional, existían como instituciones independientes del poder ejecutivo o cuyo sometimiento, cuando se daba, tenía que resultar de una negociación con otros partidos. ¿Qué resultó de permitirle a un movimiento político —del cual Ruptura fue parte— concentrar “plenos poderes” en la Asamblea Constituyente y luego en la Constitución resultante?

Creo que habría sido realmente pluralista o inclusiva una constitución menos detallada y menos sesgada hacia corrientes estatistas para que esta sea más flexible y permita la alternancia en el poder de distintas corrientes políticas.

Pero ignorando este problema de haber circunscrito la libertad para elegir de los ecuatorianos a un mínimo, queda el problema de la política tal y como es. Me da la impresión que tú percibes a la política, a los procesos políticos o a la democracia como algo inherentemente bueno y como una panacea.

Los límites a la democracia

La “Propuesta de Trabajo” de Ruptura dice: “Creemos que la democracia es el camino para empoderar a los ecuatorianos y las ecuatorianas”. Eso puede ser cierto, o puede justificar exactamente lo contrario. Resulta que durante los últimos seis años el gobierno de Rafael Correa se ha valido del proceso democrático para incluso “meterle la mano a la justicia” —ambición de poder a la que reconozco que y Ruptura se opusieron. La democracia es un mecanismo idóneo para cambiar de gobierno de forma pacífica, pero existen cosas que no pueden estar sujetas a los designios de mayoría pasajeras, como nuestra libertad de elegir qué estudiar, o la libertad de colegios de elegir qué enseñar, así como el precio del pan, etc. Y, como decía el constitucionalista italiano Giovanni Sartori, “Para que el pueblo ‘tenga poder’ (en serio) la condición irrenunciable es que el pueblo impida cualquier poder ilimitado”.

Desde que la Carta Magna se firmó en 1215 la tradición constitucionalista ha existido para limitar el poder. La importancia de esa tradición es que derivó en que todas las personas, inclusive los gobernantes, deben estar sometidos a la ley. Los socialistas del siglo XXI, al igual que los anteriores caudillos latinoamericanos, quieren invertir ese principio básico y someter la ley a los gobernantes de turno. No digo que tú y Ruptura sean caudillos “socialistas del siglo XXI” pero sí creo que sus ideas, llevadas a la práctica, resultaron en una “anticonstitución”, un documento que concentró el poder en lugar de limitarlo.

Los peores a la cabeza

Tal vez consideras que fue un “accidente” que la Constitución de Montecristi haya derivado en el actual régimen restrictivo de libertades civiles. Muchos creen que el problema no es la Constitución de Montecristi o el proyecto de planificar detalladamente la vida de los ecuatorianos, sino la calidad moral de las personas a la cabeza. Yo no creo que fue un accidente. Sobre esto te recomiendo leer el capítulo 10 del libro Camino a la servidumbre del Premio Nobel de Economía F.A. Hayek, titulado: “Por qué los peores se colocan a la cabeza”. Hayek explicaba que un líder que pretende establecer un sistema colectivista no lo puede hacer sin un grupo de personas que, eventualmente, lleguen a someterse a una disciplina totalitaria y estén dispuestos a imponerle esta a los demás mediante la fuerza. El sistema que se ha venido implantando aquí ha requerido de individuos dispuestos a confiscar propiedad privada sin seguir el debido proceso, a coartar la libertad de expresión para silenciar a las voces independientes, a destruir las instituciones que hubiesen limitado el poder, y a trastornar la vida de varias personas solo por no haberse alineado al “proyecto”. Para ellos, su visión de bien común están por encima del individuo.

Por otro lado, tampoco creo que es un mero accidente que el modelo de desarrollo estatista que contempla la Constitución de Montecristi no solo que no ha resuelto el problema de la corrupción sino que lo ha agravado. Quisiera invitarte a hacer un análisis de la política sin romanticismos, como lo hacía el Premio Nobel de Economía James Buchanan. Él se dedicó al estudio de la economía política y particularmente la economía constitucional. Una de sus principales contribuciones fueron sus estudios acerca de cómo el crecimiento del tamaño y de la envergadura del Estado aumenta la corrupción porque se crea la cultura de la “búsqueda de rentas”. Cuando se le da más poder y recursos a los políticos/burócratas, se multiplican las tentaciones de cometer actos de corrupción y los incentivos para que los actores privados “busquen rentas” capturando privilegios y/o favores de esos políticos/burócratas (léase: subsidios, aranceles, cuotas de importación, etcétera). Hay empresarios que están de luna de miel con el gobierno, aquellos que nunca han tenido tantas ganancias o que “se hicieron” durante estos seis años de revolución.

Me parece que tu le temes principalmente al poder económico y crees que es necesario trasladar al Estado más funciones y recursos (de los que ya le han sido transferidos) para ponerle coto. Aquí quisiera preguntarte, ¿Cuál consideras que es el tamaño ideal del Estado en una sociedad? Hoy en día el Sector Público No Financiero consume alrededor de la mitad del PIB, ¿será esto suficiente? Y, ¿cuál sería el tamaño máximo que estarías dispuesto a tolerar?

Volviendo al miedo al poder económico, el filósofo Karl Popper explicaba que “El dinero en sí no es particularmente peligroso. Se vuelve peligroso solamente si puede comprar poder”. Si el Estado ecuatoriano fuese de menor tamaño y envergadura, los caudillos y burócratas (ya sean los de los municipios o los del gobierno nacional) tendrían mucho menos qué ofrecerle a los “poderes fácticos” (empresarios, medios de comunicación, multinacionales, etc.) que buscan comprar poder y estos últimos tendrían que dedicarse a trabajar duro para mantener su influencia satisfaciendo a consumidores en lugar de políticos.

El legado de Montecristi

Considero que, a pesar de nuestras diferencias ideológicas, compartimos el deseo de que Ecuador supere este periodo de abuso de poder en Carondelet. Pero para que eso ocurra creo que es esencial que el país retorne a un Estado de Derecho y se pueda formar un consenso nacional mínimo entre las distintas corrientes de pensamiento político en torno a esto: absolutamente nada justifica proponer/iniciar/tolerar la violencia como mecanismo para implementar cambios políticos, económicos y/o sociales. ¿Respaldarías esa regla? Hacerlo, implicaría hacer un “mea culpa” por haber apoyado o tolerado con tu silencio los actos de fuerza cometidos a principios de 2007.

Lo cierto es que todos nos equivocamos, aunque no todos aprendemos de nuestros errores. Toda esta carta es una invitación a que consideres, aunque sea por un momento, que el problema de fondo no es la persona a la cabeza sino la concentración de poder que la Constitución de Montecristi habilitó. ¿Qué propondrías como reforma al Estado que no permita que esto vuelva a suceder? ¿Crees que la Constitución merece ser reformada para evitar este tipo de hiper-presidencialismo?

La Constitución de Montecristi es como un arma cargada y es muy peligroso dejar armas cargadas sueltas por ahí. Uno nunca sabe que clase de individuo puede llegar a usarla y con qué propósitos. Creo que mucho de lo que propones está basado en una idea romántica de la política, no en la realidad que has experimentado en carne propia durante tu experiencia con ella. Te invito a que contrastes la teoría detrás de tus ideas con la realidad luego de que se implementaron a nivel constitucional en nuestro país. Yo por mi parte, he visto confirmada la idea de que no hay “déspotas benévolos” y que no es necesario darle tanto poder a los políticos para progresar.

Saludos,

Gabriela Calderón de Burgos

Gabriela Calderón