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@josemarialeonc

6 de marzo. No, nada que ver con la revolución. O tal vez sí, porque de ahí le viene el nombre a la calle. La verdad es que la céntrica Seis de ;arzo no tendría mayor gala que la de una típica calle del centro de Guayaquil, el propio downtown guayaco.

 

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Sin embargo, un mes al año, la Seis de Marzo cobra identidad única y propia.

No es más una simple calle, sino que se convierte en el pasaje para comprar y ver –ver y comprar, como mejor le ajuste– los grandes monigotes de fin de año, tradición cuyo origen desconozco -ya mismo empiezo averiguarlo historiadores amateur de por medio- pero que tiene un evidente significado: el año que se acaba no es sino un viejo senil y decrépito, que alguna vez vio mejores luces, pero agoniza. Mas, todo acaba. Es casi un montón de aserrín y madera a punto de mutar en brasa viva.

La tradición de quemar el viejo ha mutado, en estos días. Antes se quemaba un anciano-lo cual me hace harto sentido- pero ahora se queman personajes de moda, se caracterizan situaciones cotidianas, se recrea en madera y papel los hechos que concitaron la atención en el año que se va. Yo me niego a quemarlo a Batman (no vaya a ser que el verdadero, gringo e ignorante en estas costumbres, lo tome como un agravio y de verdad nunca venga) o Rafico y a Jimmy Jimmy, porque creo que no pueden ser beneficiarios de la hoguera benevolente del olvido, sino más bien nos deben un montón de cuentas por rendir; insisto en quemar a un viejo anónimo, que a veces tiene barba, o los ojos verdes, o bigote puntiagudo y delicadamente retocado, a lo Jorge Negrete, y que, otras veces, se parece a algún pariente lejano.

Esa tradición cobra vida propia por Seis de Marzo largo. La gente del puerto, comerciante por naturaleza, sale a vender artificios de pirotecnia, artilugio de estruendo y aunque en ciertos sectores de la sociedad guayaquileña ya se ha olvidado, hay quienes no dejan de pedir cantando una caridad para el año viejo, y otros que prefieren vestirse de viudas y gritar a todo pulmón, entre sollozos y gritos desgarradores que se les muere el viejo.

En la foto, Bender y Burro aparecen por sobre la marea humana, gobernándola con la misma autoridad con la que íconos religiosos señorean las procesiones religiosas que, en otros momentos del año, se apropian de esta y otras calles similares.

Basta tener un poco de paciencia para recorrer la calle atiborrada de gente, fritangas, carnes en palito, vendedores de jugo de coco, raspado o granizado, camaretas, volcanes de colores, rosetas chinas, y cuanto artilugio findeañero pueda uno imaginarse.

Es seis de marzo, cuando el sol canicular de diciembre no encuentra rival.

José María León Cabrera