El jueves 29 de noviembre se realizó un conversatorio en las instalaciones de la Universidad Casa Grande, bajo el nombre: “Movimientos sociales: formas de activismo de la sociedad civil actual”. Creo que fueron valiosos los aportes de los participantes: estuvieron Daniel Lozano, de Los Indignados de España (por vídeo-conferencia); George Karoba, por la causa Palestina; y Efrén Román, presidente de la Federación de Centros Agrícolas y Organizaciones Campesinas del Litoral. Yo acudí en representación de GKillCity para conversar sobre ciertas experiencias más bien locales y mencionar ciertas urgencias en el campo teórico. Volveré, en este texto, brevemente sobre los apuntes que presenté ese día. Al final de un examen un tanto minucioso y no tan breve, termino por señalar la necesidad de rescatar la noción griega de ágora en particular para el escenario guayaquileño.
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La Educación de los hijos de Clovis, María José Argenzio -tomado de riorevuelto.net-
En un primer nivel: creo que toda vez que se pide un diagnóstico del desastre mundial en materia de lo económico y de lo político, utilizando una frase de Lacan: “no queda otra salida que la entrada”. Y no hay mejor entrada, creo, que ir descubriendo en elementos de lo cotidiano ciertas lógicas globales (fenómenos que se podrían denominar, en ese sentido, como “glocales”) a las que hay que prestar atención si lo que se busca es incidir sobre ellas.
Una experiencia específica: hace unos meses fui al Sweet&Coffee de la avenida Víctor Emilio Estrada, en Guayaquil, y pedí un café. Cuando me lo llevaron empecé a jugar con la servilleta, y me percaté de un pequeño mensaje que allí se escribía:
“Por cada tacita de café consumida, [la institución] dona 1 centavo a Fasinarm”.
Esto permite una reflexión necesaria en dos frentes: por un lado, develar lo que traduce el capitalismo cultural en la contemporaneidad glocal; por otro, esbozar una interrogación que creo transversal: ¿en qué se diferencia realmente esa acción de responsabilidad social (en tanto búsqueda de mitigación de una situación, en tanto búsqueda de ser “empático” con la desdicha del otro/entorno) de Sweet&Coffee con la práctica de fundaciones, ONG’s y aquello que se ha dado en llamar los “nuevos movimientos sociales”?
Sobre lo primero, que es una contribución de Žižek, hay que retornar a cierta idea posterior a mayo ’68 en Francia (un acontecimiento que es muestra de la existencia de particulares-universales: actos localizados pero que terminan teniendo una repercusión más bien universal). Lo que se tuvo allí fue, en tosco, un pedido de democracia y libertad, pero lo que se terminó dando fue una suerte de incorporación de esas consignas en el aparataje de las relaciones de producción capitalistas inmediatas. Ello dio nacimiento a lo que hoy se conoce como un “capitalismo con rostro humano”.
Y el efecto inmediato del capitalismo con rostro humano es la alteración en la transacción/operación del consumo: no comprar un bien/una mercancía por la mercancía en sí misma (por su utilidad, etc); al contrario, lo que ha ocurrido y ha venido ocurriendo es el agregado de un plus al acto consumista. Como plantea Žižek:
“No sólo compras un café: compras, en el mismo acto de consumo, tu redención de ser solamente un consumista. Haces algo por el medio ambiente, haces algo para ayudar a los niños hambrientos en Guatemala (…) [Está] el ejemplo casi absurdo de Tom’s Shoes, una empresa norteamericana cuya fórmula es «1 por 1»: ellos aseguran que por cada par de zapatos que les compras, ellos le entregan un par de zapatos a alguna nación africana”.
Se trata, en efecto, de una sobrecarga semántica del significado de consumo: no es sólo comprar, sino que en el mismo acto debes cumplir una serie de deberes que van desde lo ecológico hasta lo ético. Y en el caso de que sientas que no haces suficiente para mejorar la miseria del otro, existen una variedad de productos adicionales que puedes adquirir. Es aquí donde se debe enmarcar, a su vez, el nacimiento del “imbécil feliz”.
Una lógica glocal: el mismo acto de consumo egoísta del café que me agencié en Sweet&Coffee ya incluía el precio de su opuesto: el centavo donado en Fasinarm.
En un segundo nivel, hay que señalar la victoria de Fukuyama: la victoria del capitalismo democrático liberal. Basta con revisar las propias agendas de los gobiernos de izquierda de la región: lo único que queda es cómo hacer el capitalismo más justo, más tolerante, más igualitario, etc. Hay que señalar una penetración en el orden de lo inconsciente: Althusser diría que se trata de una serie de ideas «dominantes» que “han desempeñado a la perfección su papel de «dominación»”.
Es en este escenario en el que creo que deben enmarcarse las prácticas de los movimientos sociales de hoy: lo que se debería poner en juego-dándole una lectura rápida y tomando en cuenta la conocida acción de Los Indignados-es cómo articular las demandas de una localidad con un horizonte político –plasmado en un programa sociopolítico- contra-hegemónico.
Aquí es donde detecto algo particular en los movimientos sociales contemporáneos. Dos nuevos frentes:
Uno: la necesidad de un nuevo marco teórico que deseche, de una vez por todas, una idea de poder entendido siempre en términos negativos. Sintonizando con la visión fukuyamista, se ha creado un escenario donde el discurso humanista parece haber penetrado todas las capas, o más bien, parece haber construido el terreno en el cual nos movemos.
Entiendo el humanismo en el sentido de Foucault: como todo aquello que ha obstruido el deseo de poder en Occidente: “queda prohibido querer el poder, excluida la posibilidad de tomarlo”; se “rechaza con tanto encarnizamiento todo lo que puede hacer saltar este cerrojo”. Una obstrucción de la voluntad de poder, en perspectiva nietzscheana, y se termina por obtener un sujeto pseudo-soberano.
Al contarnos el cuento humanista (todos los hombres nacen libres e iguales, etc) se impide ver o detectar un elemento estructural: se desecha el que exista una lógica subyacente generadora del malestar contemporáneo. Desde una perspectiva marxista, el cuento humanista termina por desechar la realidad de la lucha de clases.
Otro: ¿eso lleva a qué? A un comportamiento particular: un desencantamiento por el juego político. Los movimientos sociales, como ha afirmado Žižek, parecen “querer hacer política sin política”.
Una crisis del significante política, en tanto se lo ha ubicado en contraposición con el significante libertad. Como si, de hecho, fueran términos contradictorios.
Y el problema es lo que se está entendiendo por política: no se trata de jugar bajo las reglas del Estado y formar un partido político para, ya “en el poder”, introducir cambios. Se trata de entender la política como un asalto contra el poder. Esto nos lleva, como salto lógico, a plantear una nueva manera de concebir el Estado. En un post anterior escribí sobre la necesidad de una re-definición de la política, y comenzar a pensar al Estado como limitador de la “posibilidad de los posibles” y, en ese sentido, concebirlo como esencialmente no político.
Uno de los saltos lógicos de ese cambio nos lleva a pensar que una ruta para el cambio político no puede ser guiada por el Estado precisamente porque éste es en sí no-político; o lo que es lo mismo: la política ha de ser siempre no-estatal: debe ser pensada como un acto libre tanto en su forma como en su contenido.
Es este razonamiento el que no logro detectar, por ejemplo, en movimientos sociales contemporáneos, que plantean el juego de “querer hacer política sin política”. Mantenerse en su status de ONG, de fundación, “libre” de toda la corruptela que ocurre “por allá” por la arena política. Una suerte de noción de asepsia/higiene al estar lejanos de todo quehacer político.
Aquí hay una urgencia desde el campo de la teoría: la necesidad de una re-definición de lo que traduce “poder”, “política”, “Estado”, que abre toda una gama de nuevas posibilidades de intervención; entre ellas, nuevas posibilidades de hacer activismo y de poder –desde movimientos sociales- incidir en una colectividad. Que es lo que creo que se necesita actualmente.
En un tercer nivel, hay que señalar el fenómeno del imperio del yo. Creo que se deben encontrar maneras de traducir problemáticas individuales en temas comunes/públicos. En sintonía con Bauman, debemos darnos cuenta de que “la libertad individual solo puede ser producto del trabajo colectivo (solo puede ser conseguida y garantizada colectivamente)”.Esta es otra urgencia en el campo de la teoría: lo que usualmente se ha hecho es oponer lo individual de lo colectivo. He estado en muchos debates –algunos organizados por la propia Universidad Casa Grande en los conocidos Vinos Filosóficos- en torno a lo público y lo privado, que no terminan sinocreando un lío conceptual: problematizaciones que sirven quizá como ejercicio intelectual, pero que sirven quizá para realmente nada en el terreno de la práctica.
Lo que Bauman sugiere, por ejemplo, es rescatar la noción deágora. Las nociones de lo público y lo privado son de origen antiguo: uno puede remontarse a la Antigua Grecia y encontrar debates en torno a ello. Más aún: lo público (ecclesia), para los griegos era el lugar de la política donde se resolvía aquello que afectaban a los miembros de la polis; y se contraponía con el oikos, término que traduce “hogar”.
Pero los griegos situaban un lugar adicional: la comunicación entre ambas esferas. Ese lugar en donde ocurría la comunicación entre ambas, los griegos la llamaron ágora. Para los griegos, esa esfera público-privada era lo que en realidad mantenía unida a la polis.
El ágora no tenía la función de barrera: de “separar” lo privado de lo público, o de servir como elemento diferenciador: al contrario, el ágora era leída como “el lugar que permitía asegurar y salvaguardar la integridad territorial de cada uno de ellos”. Una zona tanto de tensión como de diálogo, cooperación y concesión. Es ese espacio el que creo que hay que recuperar en Guayaquil.
Porque si hablamos del ágora como ese espacio que permita entablar un diálogo entre lo público-privado, ¿qué ocurre en la ciudad? Lo que se tiene, desde que comenzó el proceso de regeneración urbana, es un aniquilamiento paulatino del espacio público. ¿Qué ha traducido eso? Dos cosas: a) la re-producción de sujetos despolitizados, y b) la infantilización del ciudadano, lo que Xavier Andrade llama “el trato del ciudadano-como-infante”, en donde puede encontrarse una lógica de búsqueda de ciudadanos acríticos con el proceso: la regeneración urbana presupone un ciudadano despolitizado; y que se ve en acciones concretas: como lo que ocurrió en el Salón de Julio, cuando el director de cultura, Melvin Hoyos, dijo que se prohibirían determinadas obras artísticas porque “no todos están en la capacidad de decodificar algunos mensajes”.
Es en este marco en el debemos preguntarnos: por un lado, ¿cómo ha influido este proceso de regeneración (de aniquilamiento del espacio público) en la construcción de subjetividades políticas? Por otro, ¿qué ha significado esto en el campo de la acción colectiva, de cierto grado de organización? Y finalmente: ¿cuál es el tipo de socialidad que se construye en un escenario así?
Se debe recalcar, hasta el cansancio,la incompatibilidad de la organización colectiva con el proceso de regeneración urbana, toda vez que la organización presupone la existencia de sujetos politizados. La lectura desde organizaciones sociales locales (al menos desde mi experiencia de estar vinculado apoyando a movimientos como Jubileo 2000 y el Comité de Derechos Humanos), es la dificultad de lograr articular una lucha contra la acción municipal.
Allí hay algunos desafíos para lo que queda por hacer en Guayaquil tanto para los movimientos sociales como para personas con distintos tipos de activismo. En la ciudad, por ejemplo, sabemos que el cambio no va a venir desde la municipalidad: allí se ubica esa urgencia de redefinir lo que estamos entendiendo por “política”, “poder” y “Estado”.
Y es un desafío grande incluso en términos de construcción de ciudadanía, de búsqueda de una politización en un proceso que busca precisamente su opuesto. Desde mi propia experiencia como activista, pese a todo esto distintos movimientos seguimos en la lucha. Y se falla. Mucho. Ha habido ocasiones en que hemos tenido cifras vergonzosas en términos de convocatoria: recuerdo una en que protestamos contra la criminalización de la protesta. Solo acudimos 5 personas.
De nuevo: hay que analizar el contexto en el que nos encontramos. Y pelear por lugares/zonas como el ágora, pero denunciando su imposibilidad en tanto continúe el aniquilamiento del espacio público. Así como señalar que puede trazarse un horizonte político que supere los términos del capitalismo liberal democrático: caso contrario, nos terminaremos contentando con unas cuantas leyes “más justas”, “más igualitarias”, con una ciclovía por aquí y por allá, sin lograr atinar la existencia de fenómenos subyacentes.
Hay que seguir luchando por ello. Y probablemente se siga fracasando. Pero como decía Samuel Beckett: “Inténtalo de nuevo. Fracasa de nuevo. Fracasa mejor”. De lo contrario, ¿qué nos espera?
Arduino Tomasi