Que Ecuador es un país insignificante, dicen que ha dicho Julian Assange. Y lo dijo, acaso en un contexto en que viene a ser de relativa irrelevancia –El trueno horrendo que en fragor revienta-. En aquella entrevista que le dio a CNN el pasado 28 de noviembre, el fundador de Wikileaks no midió sus palabras, parafraseando a El Comercio.

Éste es el contexto: Erin Burnett, una periodista tan guapa como despiadado es su semblante –su sonrisa es de ésas que inspiran un miedo basado en el poder, porque ha tocado la llaga que quería tocar–, le planteaba a Assange que un informe del Comité de Protección del Periodista (CPJ) calificaba a Ecuador como uno de los países más restrictivos en materia de libertad de prensa.

Que cómo era eso de que le pedía asilo a un gobierno que practica lo que tanto critica, le preguntó. Y fue entonces que llegó el momento de la comidilla: “Ecuador es insignificante”, línea que fue incluida en casi todos los titulares de las notas que hablaban de la entrevista en los medios del país.

Curiosa paráfrasis la que hecho de El Comercio. Qué es lo que mueve a un medio a decir que Assange no midió sus palabras, en esa invasión que traspasa la tenue frontera que divide a las posturas de la imposición simbólica del deber ser.

El Universo, por su parte, además de su titular, del video que incluye –en que el presentador de CNN en español dice que Assange minimiza a Rafael Correa– y de plantear que era necesaria una “justificación para pedir refugio a un gobierno que restringe los derechos que él dice defender” –como si no fuera suficiente ya tener la suerte de encontrar a alguien dispuesto a dar el asilo–, ha hecho un ejercicio que se ve legítimo: citar a dos ex embajadores del Ecuador en Reino Unido.

Y no nos engañemos: Éste es un juego de discursos, una competencia de fuentes. Dada la orden de que ningún miembro del ejecutivo no puede ofrecer entrevistas a los medios de comunicación privadas, buscar a los ex embajadores es una decisión, a primera luz, acertada.

Sin embargo, se caen por falta de contexto: Uno de los ex embajadores es Mauricio Gándara, ex ministro de gobierno de Alfredo Palacio. En junio, Gándara decía que era incongruente que Correa se opusiera a la salida de Fernando Lugo como presidente de Paraguay en un proceso que duró dos días, cuando el actual presidente de Ecuador se posesionó como ministro de Economía luego de que a Lucio Gutiérrez lo destituyeran en 22 minutos. Ya había dicho antes que con el tema de Assange había que lavarse las manos. Es una fuente segura para oponerse, no importa que el suyo sea un discurso amparado en un orgullo nacional rancio que limita incluso, si se quiere, a la libertad de expresión. Aunque, claro, ese tema nunca lo toca, al menos en las partes en que es citado.

Dice El Comercio:

Esas palabras no cayeron bien entre analistas y ex diplomáticos, que las consideraron desafortunadas. Sobre todo, porque el Gobierno ecuatoriano creyó en sus argumentos…

Yo creí en ti, y ahora me traicionas diciendo lo que piensas. Suena a letra de pasillo con pinta de patrimonio inmaterial.

… de que supuestamente Estados Unidos lo quiere juzgar por haber filtrados miles de cables diplomáticos secretos. “La palabra insignificante, quiere decir que no tiene ninguna importancia en el mundo, que no es un jugador que importa. El Gobierno ecuatoriano es el ofendido”, señala Mauricio Gándara, ex embajador en Reino Unido. Y, por lo tanto, cree que el régimen debiera retirarle el asilo político y entregarlo a las autoridades británicas.

Si partimos de la premisa de que Gándara no es contextualizado para evitar mencionar de dónde viene el discurso –más allá de haber sido embajador en Londres, no se dice en qué periodo–, es curioso que tampoco se lo haga con Francisco Carrión, quien fuera funcionario de este gobierno ante la ONU hasta el año pasado.

Carrión opina que a Assange no debería permitírsele hacer declaraciones políticas en público por su condición de asilado. Y no deja de tener sentido: el canciller Ricardo Patiño le había pedido a Assange que no hiciera declaraciones políticas, una condición que, según Patiño, es la que tendría cualquier persona a la que se le concediera el asilo diplomático.

Sin embargo, el trámite para que CNN pudiera realizar la entrevista, llevando cámaras al interior de la embajada, da a entender que, al menos en este caso en particular, el fundador de Wikileaks tenía permitido hablar. Que Erin Burnett no le iba a preguntar si el clima es distinto en ese pedazo de Ecuador en Londres.

Desde la otra orilla de las posturas, El Telégrafo habló de descontextualización en su titular. Es que, por supuesto, el periodismo es un juego de fuentes en que leer el texto no sirve de nada si el lector no pretende interpretar desde la fuente.

Y, una vez más, no nos engañemos: Éste es un juego de discursos del que Assange no debe quedar exento. Es curiosa la actitud del australiano frente a la pregunta. A una entrevista, el periodista va con una postura. Eso es innegable. El entrevistado está ahí para ser cuestionado. Y cuando Assange argumenta que habían acordado restringir los temas a tratar, algo está mal en su concepción de lo que debe ser una entrevista. Cuando esos temas son del interés público, por supuesto. La pregunta es totalmente válida. Erin se lo comió al bueno de Julian.

Más allá de la imagen fascinante de verlo con su camisa bordada al mashistyle diciendo que Ecuador es insignificante, no deja de ser importante la forma en que, incómodo, se niega a responder. Es claro que para Assange, la libertad de prensa está restringida en este país.

Entonces, lo importante no es que Assange haya dicho que Ecuador es insignificante. Los titulares que se han publicado no hacen más que confirmar que la prensa no es capaz de formular sus posturas desde el argumento, desde una visión equilibrada. Baste cualquier sentido de dignidad exagerada, curiosa para un país lleno de gente que reniega de su origen.

 

Y de aquellos titulares no se quita EFE. De paso, cuando esa nota de cable fue tomada por Ecuavisa y El Tiempo de Cuenca, en una construcción gramatical ¿desafortunada? dan por violador a Assange al hablar de él como un “requerido por delitos sexuales en Suecia”. Pese a que los casos no son claros, pese a que las denuncias contra el australiano fueron desechadas hace meses para luego –en situaciones que ameritan suspicacia– volverse a abrir, no dudan en reproducirlo así, olvidándose de incluir que los delitos son presuntos, como indicaba la agencia española, en esa acción de vaciar al significante de sentido para resignificarlo que planteaba Roland Barthes cuando hablaba de la construcción del mito.

 

José Miguel Cabrera Kozisek