El pasado jueves 22 de noviembre se vivió lo que sería, aparentemente, la última noche de poesía instaurada por el bar Guayaquil de la Culata.
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Freddy Girón quiso rescatar el espíritu antiguo de la ciudad y bautizó a su bar de la zona rosa como Guayaquil de la Culata, haciendo alusión a uno de los primeros nombres del Puerto Principal. Allí se reunían desde artistas de todo tipo, hasta amantes de la salsa y del rock ochentero.
Pero hace menos de un mes el bar cerró sus puertas. Una ordenanza del municipio, que manda cumplir con un metraje mínimo tanto del área interior de los locales como de su parte frontal, provocó el cierre de al menos 31 establecimientos.
Ahora, el encanto de Guayaquil de la Culata, con sus infaltables recitales de poesía y trova, se trasladó al bar Magade, no tan lejos y no tan distinto. Carlos Torres, su nuevo propietario, comentó que quieren mantener la propuesta implementada por Girón: “no hay un lugar donde se reúnan los poetas; aunque vengo trabajando otro tipo de formato, uno más popular, quiero continuar la idea, además de presentaciones musicales como los sábados de salseros, por ejemplo.” Torres es también percusionista de la agrupación de salsa Urakán Tropikal.
El jueves pasado se realizó la ritual lectura, en la que estuvieron, entre otros reconocidos escritores locales, Juan Carlos Cucalón, Aleyda Quevedo, Luis Franco, Amanda Pazmiño y Siomara España. Todo bajo la dirección de Lucy Hidalgo, encargada desde siempre del área cultural de Guayaquil de la Culata.
“Nuestro segmento se lo llevó a cabo desde mayo, no solo hemos tenido poesía sino también música folklórica internacional, teatro, canción protesta. Nos han visitado alrededor sesenta autores de todo el país, e incluso colombianos, peruanos y argentinos”, dijo Hidalgo.
Esa noche también estuvo Armando Alzamora, de Perú, quien bromeó con ser autor del libro más robado de la Feria del libro de Quito, ya que perdió veinte ejemplares en la cita literaria. Él leyó en Guayaquil de la Culata antes de su cierre y ahora vino como público antes de su regreso a Lima.
Con pantalón rojo, camisa Lacoste y el pelo recogido en una cola de caballo, el narrador Juan Carlos Cucalón leyó dos relatos inéditos llenos de picardía y humor ácido. Mencionó que “ya estuve acá una vez y me sentí muy a gusto, se forma un ambiente agradable y es casi como una reunión de amigos”. Don Cuca, como lo llaman todos, es guayaquileño pero radicado en Quito, y el único prosista en esa noche de vates.
Luis Franco es de Santa Rosa, cerca de Salinas, y ya ha venido a las lecturas en otras dos ocasiones. Él es organizador del festival de poesía Sumpa Vive y actualmente prepara la antología del evento, llamada “Voces para el naufragio”. A su lado estuvo Hidalgo, quien se mostró preocupada “porque a las doce llega la policía a tocarnos la puerta”.
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En el intermedio, se dio la intervención de Evocación, un conjunto joven de música nacional. Dos guitarras y un bongó acompañan la voz de Elizabeth Villacís. Además de ellos se presentó Jimmy Brito, quien con una guitarra eléctrica y una laptop animó la noche con una versión de “My Way”, de Frank Sinatra.
“Estaba en el (festival) Ileana Espinel y me enteré por una amiga de que iba a haber una lectura, vine porque me interesa”, me lo dijo César Ramírez en la barra del bar. Él estudia psicología y se acercó a conversar porque me reconoció de la facultad. Le dije que había venido a cubrir, él pidió algo para picar y lo perdí de vista.
Entre el público estuvieron también otros asistentes e invitados del festival de poesía Ileana Espinel, que se desarrolló la semana pasada. Su mesa fue la más bulliciosa y la que más aplaudió las intervenciones de Aleyda Quevedo y Siomara España; esta última dijo, antes de leer, que “perdonarán… tuve un inconveniente con el ron”.
Pasaron las horas, el local se llenó de humo y meneos de cabeza cada vez que un verso llegaba al corazón de alguien. De repente la sobriedad poética perdió la compostura y se convirtió en un alegre baile al son de la salsa. Pasada la medianoche, efectivamente, llegaron cuatro policías para hacer cumplir la ley.
Miguel Muñoz