Bajar a todo trapo, con el corazón a punto de salirse del pecho, mientras la imaginación vuela pensando en quién sabe qué proezas y hazañas, es parte de ser un niño corredor de carreras de coches de madera.
Una mirada en primer plano a la inocencia y la seriedad con que estos pequeños se toman la competencia en los tradicionales cochecitos de madera.
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Pablo Cozzaglio García