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@arduinotomasia

Recuerdo una crítica que Giovanni Sartori le realizó en 2004 a la vertiente conductista y anti-institucional en Ciencia Política (con David Easton como uno de los principales exponentes), afirmando que ellos pretendieron matar una mosca con una escopeta. Traigo a colación esa metáfora, en tanto creo que puede ser utilizada para el análisis del caso Israel-Palestina; esto, por una razón en particular: en la mayoría de los foros y conversatorios a los que he acudido sobre este tema, los ponentes caminaron por rutas que no hicieron otra cosa queaturdir al auditorio, sacando a la luz una pesada artillería histórica (que incluso repasó fechas bíblicas de siglos de a.C., y como si se tratase de una fuente fidedigna) que dice poco o nada sobre el escenario actual. Intentan, modificando la metáfora de Sartori, matar una mosca con tanques de guerra.

 

No lo digo porque no sea posible encontrar complejidad en la dinámica de ambas sociedades y en sus particulares subjetividades políticas (que uno puede encontrar en cualquier conflicto y en cualquier sociedad). Lo digo porque las denuncias actuales desde el lado palestino tienen un elemento transversal: Israel debe ponerle fin a la ocupación y terminar con su calidad de fuerza ocupante. O como rezó el comunicado que publicamos con el Comité de Derechos Humanos para la manifestación que organizamos para el lunes 26 de noviembre: el Estado de Israel debe (como cualquier otro Estado) cumplir lo que se estipula en el derecho internacional, especialmente por su carácter de potencia militar (como ningún otro Estado) de la región de Oriente Próximo.

Así de simple, conforme se ha escrito ampliamente incluso en resoluciones del Consejo de Seguridad y en la Opinión Consultiva de la Corte Internacional de Justicia (acá escribí un resumen sobre ello), organismos que luego de casi 70 años permiten tantear el fracaso del derecho.

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Es desde ese elemento del que se puede desprender lo que ha traducido –y lo que traduce hasta la actualidad- la vida diaria en los Territorios Ocupados: son varias las fuentes que documentan el sinnúmero de checkpoints por los que tienen que pasar los palestinos (250 hasta enero el 2002); las demoliciones de casas como castigos colectivos; las destrucciones de cultivos y de edificios que “obstaculicen” la construcción ilegal del muro de hormigón (con dimensiones que llegan hasta a cuadruplicar las del Muro de Berlín); el escaso (por no decir nulo) control sobre sus recursos hídricos, que sumado con el problema de la soberanía alimentaria y el bloqueo, ha llevado a la población (en especial de niños y niñas) a una malnutrición sistémica; y las detenciones arbitrarias que ocurren a diario, incluso como simple hostigamiento.

En “Los anormales”, en la conocida clase del 8 de enero de 1975, Foucault escribía sobre ciertas pericias psiquiátricas en materia penal: “la pericia muestra cómo el individuo ya se parecía a su crimen (aun) antes de haberlo cometido”, y que –entre otras cosas- traduce en que un sujeto pueda ser considerado culpable incluso antes de haber cometido un crimen (o de haberse demostrado su culpabilidad, pasando “del rango de acusado al status de condenado”). Aquí hay una lógica similar: los palestinos son culpables no de haber cometido crímenes, sino de ser palestinos; como si el serlo los convirtiera en sujetos conun rango de “criminalidad posible”. Una perspectiva, para este caso, fundamentalmente racista: ¿existe otro razonamiento subyacente que permita explicar todo lo anterior, incluyendo las detenciones arbitrarias?

Esto nos permite explicar esa suerte de confinamiento de los palestinos en determinadas áreas, muy similares a la lógica de los Bantustanes de los tiempos del apartheid de Sudáfrica. Los Bantustanes eran regiones destinadas para la población negra, con supuesto control administrativo; motivo por el cual se hacía referencia a esos territorios como partes “autónomas”, aun cuando seguían bajo el absoluto control del régimen sudafricano. Es por esto que me parece acertada la opinión de varios académicos (como Chomsky, Pappe y Said) al trazar analogías entre ambos regímenes. Más allá, diría que Palestina puede ser hoy considera la Sudáfrica de nuestro siglo.

Este es, en breve, el escenario. Sobre estas condiciones llueven las bombas y golpean las balas en el cuerpo de la población palestina. No importa quién sea. Alan Dershowitz, uno de los defensores de la acción israelí, ha llegado al punto de afirmar que “ni las mujeres ni los niños pueden ser siempre contados como civiles”. El “no importa quién sea” debe ser leído de manera literal.

Sobre estas condiciones Israel, en compañía de académicos titulares de universidades como Harvard, dice que son los palestinos los que no quieren llegar a un acuerdo de paz. O se sorprenden cuando una viuda jura venganza. Y los llaman hostiles. Ayn Rand los llamaba salvajes.

El último ataque, al que Israel le otorgó un carácter defensivo, dejó como saldo más de un centenar de muertos. Casi la mitad (40 de acuerdo a investigaciones de B’Tselem) de ellos fueron civiles; 19 fueron niños y niñas. El ataque fue denominado “Pillar of Defense”, y ocurrió próximo al aniversario de una de las más brutales ofensivas israelíes, que tuvo lugar entre diciembre 2008-enero2009, denominada “Cast Lead”, que en menos de una semana mató a 700 civiles, 300 de los cuales fueron niños y niñas. En ambos ataques, 319 niños murieron.

Por supuesto, ellos no cuentan a todos los niños y niñas como civiles. Algunos eran culpables, incluso antes de haber cometido crimen alguno. Otros, culpables incluso antes de haber aprendido a hablar.

Corre un mar de llanto, de ira y de impotencia.

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Palestina Ocupada, Claire Fontaine

Arduino Tomasi