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@AndresCrespoA

Nunca me he referido directamente al presidente de la república, ni en tweets ni en escritos, de manera directa, por una idea personal acerca de la distancia que marca el respeto. Y nunca lo haré. Tantas personas se dedican al llanto, al reclamo desorganizado, a la presunción barata y  al odio enfermizo, que en suma se alinean con un tipo de oposición que se resume en dos palabras: auto descalificadora. Son como el mayor autogol en la historia de la oposición en el mundo,  Emilio Palacio, pero en gajo.

 

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Escultura, Louise Bourgeois

Además, hacerlo sería seguir personificando a PAÍS. Rafael Correa no es ni el responsable absoluto ni el culpable total de los logros ni males que surgen de este proceso. Darle dicho crédito desvaloriza la oposición y la concentra en un punto, restándole fuerza y poder. Todos quienes hemos apoyado a PAÍS en algún momento, somos victoriosos de lo que se ha dado y sigue dándose, así como de la ola de corrupción que azota sus filas en el poder.

Y creo que quienes traicionan el proceso, son específica y precisamente aquellos que, desde adentro, no lo critican.

Y esa enfermedad, ese silencio, ese fanatismo ciego, parte de la híper personalización del proceso, de la fiebre por y del caudillo. Ese rasgo es el que, con mayor influencia, nos mantiene anclados al pasado.

Por que eso nos quita le perspectiva para darnos cuenta de lo siguiente: que el presidente, luego de liderar un proceso de sofisticación del pensamiento nacional a absolutamente todo nivel, ha resuelto que ahora sí, en este momento de máxima credibilidad estadística y con las elecciones en el bolsillo, ha llegado por fin la hora en que puede vernos, no solo a la oposición, si no a quienes creemos en el proceso como parte de una historia más grande, la cara de cojudos.

Porque la revolución ciudadana, lograda en última instancia por quienes votamos por ella, ha cambiado radicalmente nuestras ideas acerca no solo de lo que debe ser un proceso político, sino un proceso de creación de soberanía, de identidad, de cultura general, de solidaridad.

No podemos permitir que luego de luchar por abrirnos los ojos frente a nuestra historia colonial y su salvaje y explotadora relación laboral de siglos y de construir más identidad en los últimos 6 años que en los pasados 30, el presidente, de manera personal, trate a la gente como la derecha la ha tratado y pensado desde siempre, llegando al punto en que el gobierno comparte la subestimación por los mandantes que tienen los dueños/administradores de los canales de TV en el país, privados e incautados. Para el gobierno y para la televisión, ya todos somos manada.

Y la razón es la enfermedad original: el caudillismo. Nada es peor que cuando una persona se enamora de su propia voz, cuando no entiende que menos es más y mejor, que si no hablase todos los sábados si no una vez al mes su impacto fuese mil veces mayor. Dicho esto, pongo un ejemplo:

Dentro de esa verborrea incesante, hay un tema comunicacional que no logro entender: por qué el presidente cree que debe avalar la supuesta honestidad de todo un gobierno. ¿Qué es ese discurso ridículo de “manos limpias, corazones ardientes”? ¿Nadie le ha explicado que eso no es solo una mentira innecesaria, si no lo que es peor, resulta estratégicamente absurdo?

Todo ser humano tan solo puede avalar su propia conducta, sus propias palabras y actos. Eso lo sabemos todos.

Por lo tanto, en el tema de la honestidad absoluta, el presidente miente y nadie le cree. Y por deducción lógica y sabiduría criolla sabemos que la corrupción, en el mundo capitalista viene desde arriba, y negarlo no ayuda a nadie. Así que no es necesaria la pluralización del discurso de la honestidad. Esa mentira descarada de “gobierno honesto” no se la traga nadie y es absolutamente innecesaria.

Y de ese falso discurso se desprenden errores garrafales, como es el no agarrar el toro por los cuernos y echarle al culpa a la prensa cuando devela un hecho de corrupción atroz.

Hoy, se ha llegado al extremo de utilizar la oposición descarada de grupos de poder enquistados sin duda en cierta área de la prensa para obnubilar y negar sus únicos aciertos legítimos: el develar hechos de corrupción.

Y el no permitir grabaciones de audio o video en soporte de investigaciones de todo tipo es el primer paso que dio el gobierno para cuidarse las espaldas para siempre. Desde que se pasó esa disposición, el queso se puso rancio.

¿Por qué no hay presos en suelo nacional en el caso valija diplomática y los responsables ulteriores siguen en sus cargos?

¿Por qué hay pruebas de audio/video de que el loco Paredes no escribió la sentencia en el caso El Universo, pero no son admitidas como pruebas?

¿Por qué hubo manipulación en el manejo del caso de Glas Viejó, venga de donde venga la influencia? ¿Y por qué en la última audiencia, no se han admitieron pruebas de audio contundentes al respecto de dicha influencia?

¿Por qué el presidente es el príncipe de la soberanía, menos cuando se trata del argentino Duzac, un pana de su pana Elosegui y de su primo Pedro? Ahí sí nos ponemos en cuatro y aquí no ha pasado nada.

¿Y por qué el presidente (al tener, aparentemente el poder para hacerlo) despide al Gerente que pretendió cobrarle a Duzac su préstamo vencido? Y la acusa de “informante” de la prensa” . ¿En qué se ha transformado el proceso, en la cosa fucking nostra?

No contento con eso, sale con la cantinflada de que, a pesar de perder réditos políticos (cómo si solo le pertenecieran a él), iba defender a los “inocentes” dentro del caso, y siendo un investigador privado, juez y clarividente nato, se fue al penal García Moreno y los dos alcahuetes salieron libres esa misma tarde, dos oficiales de crédito, quienes daban el préstamo “siempre y cuando se presenten las garantías adecuadas” como si los préstamos se entregasen bajo otras circunstancias. Que discurso más imbécil.

El presidente debe agradecerle a la prensa que le haya señalado las ratas que pululan en nuestro gobierno, no culparla de algo tan obvio y transparente. El miedo a los propios actos de corrupción opacan al gobierno, no las denuncias legítimas de la prensa. El gobierno tiene la suficiente autoridad moral y constructiva para no temerle a los escándalos de corrupción que existen en todo proceso. Pero al defenderlos, al garantizar su impunidad, eso sí que destruye la imagen del gobierno frente a sus seguidores. El temor produce rechazo, no la corrupción en sí misma, la cual tiene una cura efectiva: la cárcel.

Sin duda alguna, la falencia más grave del presente proceso está en la función judicial. Hay que prestarle infinitamente más atención y plata de la que se le está dando. Y manipularla, como se hace en el presente, no es más que dar un paso atrás.

Porque hay algo de lo que no tengo dudas: el entuque Duzac en particular, lo tenemos todos los ecuatorianos, y es un entuque que vino desde afuera, de las manos de Elosegui y Duzac, y que se acolitó desde adentro, por los traidores que el presidente tanto detesta, por los mismos que en otras épocas le entregaban los glúteos a la petroleras por esos miserables reales verdes.

Eso mismo hicieron los amigos del presidente: se vendieron por unos reales. Y el presidente los está protegiendo.

Un presidente tiene que tener el valor de cortar cabezas, no andar defendiendo pillos a diestra y siniestra.

El entucameinto de los 800 mil es el ejemplo más grave del daño que se la hace a un proceso cuando se lo personaliza.

No faltará algún desubicado lameculos que diga que ya nos los están devolviendo. Como si ése fuera el problema.

Y el presidente, aunque no se haya dado cuenta, al ser ecuatoriano, es un entucado más. Pero no actúa como tal. Eso le siembra dudas a cualquiera.

Por lo tanto, ahora lo importante es, de cualquier forma que sea necesaria, iniciar un proceso de desentucamiento violento e inexpugnable.

A este paso, y a menos que corrija su psiquis y conducta, el compañero presidente debería ser el primero en irse en el 2018. Pero claro, para eso debería haber alguien que lo reemplace. Pero eso sería demasiado pedirle a un proceso, que no nació con un candidato de las bases, si no con un candidato de coyuntura como lo fue Rafael Correa Delgado, al principio para gloria, y últimamente para mal, de todo el personal ecuatoriano.

PD: El golpe de gracia del caudillismo tercermundista y absolutista:  han elegido el candidato a vicepresidente  y candidatos a diputados de manera absolutamente autónoma, cagándose en el Artículo 94 de la Ley Orgánica Electoral, Código de la Democracia, el cual demanda que:

Las candidatas o candidatos deberán ser seleccionados mediante elecciones primarias o procesos democráticos electorales internos, quegaranticen la participación igualitaria entre hombres y mujeres aplicando los principios de paridad, alternabilidad, secuencialidad entre los afiliados o simpatizantes de las organizaciones políticas; así como la igualdad en los recursos y oportunidades de candidatos y candidatas.El Consejo Nacional Electoral vigilará la transparencia y legalidad de dichos procesos y el cumplimiento de la ley, los reglamentos y estatutos de las organizaciones políticas. Las y los afiliados y precandidatos podrán impugnar los actos y resultados de dichos procesos ante el Tribunal Contencioso Electoral».

Andrés Crespo