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En esa mítica escena de Pulp Fiction en la que van John Travolta (Vincent) y Samuel L. Jackson (Jules) en un carro conversando, Travolta dice que Estados Unidos y Europa comparten las mismas mierdas, pero que hay pequeñas diferencias, the little differences.

Vincent: But you know what the funniest thing about Europe is?

Jules: What?

Vincent: It’s the little differences. I mean, they got the same shit over there that we got here, but it’s just… it’s just, there it’s a little different.

Jules: Example?

No sé si son tan little las diferencias entre una crisis latinoamericana y la crisis española, pero paso a contarles los pequeños detalles que, para mí, cambian mucho las cosas.

Y no, cuidado, no digo que esta crisis es una crisis soft: millones de personas se han quedado sin trabajo (yo entre ellas) y en este instante, mientras escribo esto, hay una nueva familia desahuciada. Lo único que digo es que hay diferencias. Vean:

—Los autobuses en España, todos, llevan climatización. Quiero decir, si en verano te estás achicharrando hasta perder la razón, te subes a un bus y, oh sí, oh dios, 19 graditos divinos. En invierno al contrario: Siberia en la calle. Nidito calientito en el bus. Un amigo argentino nos hizo notar esto hace poco. Che, dijo, en la crisis argentina no había ni nafta.

—Sí, es cierto, el carterismo al descuido es un mal que pulula por todos lados, pero el robo con violencia, el meterse a tu casa, el robarte el carro mientras vas manejando, el arrancarte los aretes y con ellos tus lóbulos, el secuestro express y todas esas infamias que allá conocemos tan bien, acá son anécdotas que generan extrañeza. No pasa. Vean: ninguna de nuestras ventanas tiene rejas. Según estadísticas de 2010, la delincuencia no sólo no ha subido en España, sino que ha bajado.

Hablo por mis conocidos, es decir, gente que no compró vivienda (el rostro más espantoso de esta crisis), gente que tiene el apoyo de sus padres, gente que mal o bien ha mantenido su trabajo o encontró otro al poco de ser despedido: todos salen de cañas, todos —todos— vacacionan, todos mantienen sus ahorros en los bancos (que no, no han colapsado), todos comen fuera, todos conocen a alguien que está muy-muy mal, pero hablan de esas personas con un vaso de cerveza en la mano. Contentos pero jodidos. Jodidos pero contentos. Aún no jodidos y por eso contentos. Quién sabe.

Mucha gente, sobre todo jóvenes, se han ido de España o están pensando hacerlo. Puntualicemos: muchos de ellos son universitarios y quieren ir a otro país a trabajar de eso para lo que estudiaron, cosa que aquí —qué pena— ya es quimérica. O sea, no quieren emigrar para comer, sino para desarrollarse profesionalmente. Establecer esa diferencia es idiota, lo sé: emigrar porque no te queda más, porque tu país no te da oportunidades, es una porquería siempre y desde todo punto de vista. Pero en nuestra crisis, por ejemplo, la gente se vino no sólo desesperada (dejó a sus niños, a sus parejas, ya saben), sino con unas deudas tremendas para las que trabajó los primeros años en lo que fuera, en lo que les dieran.

La famosa iluminación navideña de las ciudades más importantes del país está próxima a encenderse. Será maravillosa, quedaremos todos encandilados y costará millones de euros.

The little differences.

¿Y la crisis? Seguiremos informando.