Estimado Alberto:
Gkillcity me invitó a escribir la carta abierta a los candidatos dirigida a tu persona. Ambos nos conocemos ya desde los tiempos en que tu hijo -con el tiempo más de los míos que de los tuyos ideológicamente como me confirmaste alguna vez- era mi compañero de aulas y luego contigo ya nos hemos encontrado -y chocado cortesmente- en varios foros y debates.
Empiezo por interpelarte sobre tu participación en la asamblea constituyente de Montecristi. Su fruto ha sido una constitución y un aparataje estatal que borra todo rastro de gobierno limitado para pasar a crear un Leviatán posmoderno. A muchos nos queda claro que a lo largo del siglo XX cierta izquierda idealista (¿la tuya?) ha sido una y otra vez utilizada por animales políticos como Lenin, Stalin o Castro para escudarse en aquella mal llamada “legitimidad democrática” con el objetivo de concentrar poder y que les permita destruir vidas, derechos y propiedades ajenos. Una y otra vez los creyentes en la horizontalidad del poder han entregado en bandeja de plata un andamiaje (legal, político) a nuevas tiranías en distintas formas y figuras, que ha empezado persiguiendo a todos los demás para luego terminar destruyéndoles como a auténticos “tontos útiles” (Lenin dixit) luego ya de haberlos utilizado. ¿Te imaginas ese andamiaje centralista y concentrador de poder que ustedes crearon, en manos de León Febres Cordero, Lucio Gutiérrez, Jamil Mahuad o cualquier otro de tus referentes de “derecha oligárquica”?
Los derechos políticos son en realidad límites. Y eso incluye límites a lo que “el colectivo” puede hacer con o sobre el individuo. Por eso en la tradición republicana (democracia liberal) se habla tan obsesivamente de la división de poderes, de las garantías y debidos procesos: porque el Poder por sí mismo tiende a crecer y asfixiar a la sociedad. Los políticos tienden a buscarse trabajo para ellos y sus hordas burocráticas en base a diagnósticos en los cuales -oh casualidad- la sociedad precisamente les necesita más y no menos, y haciendo directamente en vez de dejando hacer y velando por el fairplay. Por alguna razón cierta izquierda cree que el Poder total o casi total es malo a menos que lo administre ella. Una vez en el poder, cualquier ámbito (como el Derecho, la Política y la Economía) se vuelve para ella apenas un medio para alcanzar fines “revolucionarios”. ¿No es eso maquiavelismo izquierdista? ¿La democracia para ti es que gobierne la izquierda “porque esa sí representa los intereses populares” o democracia es alternancia, juego limpio y coexistencia en la diversidad?
Los excesos y estancamiento así como prebendas oligárquicas -como las llamarías tú- del período de Correa son en buena parte responsabilidad de la filosofía económica -el keynesianismo/neomercantilismo o gasto excesivo sin responsabilidad y prebendismo- que tú y él promulgan y habilitan. Los resultados son: a) que las grandes empresas del país no tengan rivalidad alguna surgida desde abajo (pymes que van creciendo), b) que no vengan rivales desde afuera porque es mejor anquilosarse en postulados setenteros de la CEPAL, c) que esas favoritas obtengan rentabilidades extraordinarias a costa de la libertad de elegir y precios razonables para el público ecuatoriano. ¿Es la izquierda proteccionista una herramienta útil de la derecha prebendista? ¿Quién pone los ideales y quién hace los buenos negocios, respectivamente?
Tú dices en entrevistas que no serás ultra-estatista sino que los mercados tienen su espacio, y celebro esa concesión. ¿Cuánto más Estado nos querrías imponer? ¿Cuánto mercado y globalización eres capaz de permitir? ¿Cuáles son tus modelos de países exitosos a los cuales -respetando las particularidades- nos querrías aproximar?
Las instituciones son prácticas comunes -como la alternabilidad democrática en una Inglaterra que no tiene siquiera una constitución escrita- que trazan los límites del derecho ajeno. Correa y tú pueden llamarles “burguesas” pero eso no cambia su origen antropológico bastante anterior a la aparición de cualquier noción de Estado, Occidente o Europa. La propiedad privada, la familia, la empresa, la banca, el lenguaje y el comercio son creación de nadie. Es ridículo ver a Galeano insistir en que los indios de la era precolombina eran comunistas y que el mercado -y su forma más compleja y sofisticada, el capitalismo- es prácticamente una importación europea. Las instituciones surgen y se mantienen mediante prueba y error: la propiedad privada y el comercio fueron ubicuos en la América prehispánica. Es decir que los indios eran comerciantes, mientras que como dijo el gran economista del siglo XX, Ludwig von Mises “casi todos los padres del socialismo eran miembros de las clases medias altas o profesionales”. En realidad el entorno de largo plazo pesa más que cualquier gobierno activista (metiche) sobre la creación de bienestar para una comunidad humana. Y las instituciones se crean al andar, con un poco menos de condescendencia elitista ya sea de derecha o de izquierda. ¿Permitirías múltiples modelos provinciales? ¿Puede ser Chimborazo socialista y Manta una ciudad libre de impuestos, Cuenca ensayar una socialdemocracia sosegada? ¿Debemos todos ir al mismo lugar o podemos ensayar algo de diversidad real?
La izquierda en el Ecuador aún no llega a conocer la teoría subjetiva del valor (continental) y sigue estancada en Marx, es decir, en postulados anglosajones (ricardianos) que divorcian los fenómenos económicos de la propia acción humana. Bajo estos postulados parecería que la economía de un país es una mera cuestión administrativa. Pero no, una economía no es algo a ser administrado por gurús o asambleas, sino creación de valor mediante toma de riesgos. Es decir, una economía es la coordinación -sin coordinador- de emprendedores (¿y el capital donde lo dejas, es realmente el monstruo que la izquierda pinta, lo satanizarás también?) Por eso las economías de mercado funcionan: la megamente que forma el sistema de precios, coordina millones de extraños largamente mejor que unos ministerios, burocracia o un diseño vertical. Por eso fracasa el socialismo: no tiene propiedad privada de muchos factores de producción, por ende carece de precios coordinadores y aparece el caos con carestías y excesos y empobrecimiento notable año tras año. Tampoco la izquierda ha asimilado la Ética de la Argumentación de Habermas: aún cree que se puede lograr fines aparentemente loables por medios violentos ya sea de presión colectiva iracunda o directamente usando el Estado y su aparataje legal. Es decir, la izquierda ecuatoriana en general aún no descubre al individuo. Aún no le reconoce existencia y autonomía propias salvo para un puñado de temas sociales en los cuales -y yo generalmente simpatizo- hay que superar el orden conservador que aún impregna Latinoamérica.
Pero es ese orden conservador el que crea desigualdad, no el sistema económico per se. ¿Cómo sabemos esto? Porque la culturalmente igualitaria suecia era igualitaria aun cuando era más liberal (¡capitalista!) que los propios EEUU entre los 1870’s y los 1930’s. Y ahora que son una socialdemocracia moderna, siguen siendo igualitarios. Siguen aceptándose como iguales en sociedad -dando y recibiendo confianza- y eso rebasa cualquier diseño político-económico. Y esa cultura no se cambia desde el Estado, o si se puede, es riesgosísimo. En el tren que encabezas, la locomotora del MPD ha demostrado un vigor imparable para llevarnos al pasado y mantenernos ahí. Incluso a gente que le simpatizas en varios puntos del espectro político y estaría dispuesta a darte una oportunidad como presidenciable, le aterra tu asociación con el MPD. ¿Dónde vas a trazar la línea? ¿Te atreverás a señalar el daño dantesco que han causado a dos tercios de niños del país en mentalidad y deficiencias educativas a lo largo de estas últimas décadas?
Entonces debo cerrar la carta preguntando: ¿la izquierda simpatizante de Marx ha aprendido algo en 150 años más allá de nuevos ropajes ecologistas, indigenistas y en general altermundistas? ¿A dónde se proponen llevarnos? ¿Será por las buenas o por las malas? ¿Y si una buena parte de nosotros no quiere, qué pasa entonces?
Atentamente,
Juan Fernando Carpio