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@Sususurro2

El pasado 6 de noviembre en Estados Unidos, las mujeres volvieron a romper el techo de cristal, expresión que se utiliza en ese país cuando alguna minoría atraviesa las barreras -aparentemente invisibles- que impiden su paso hacia el desarrollo.  Por primera vez en la historia habrá 20 Senadoras en el Capitolio.

 

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Una de ellas es la Demócrata Tammy Baldwin, representante primeriza del estado de Wisconsin, pero de ninguna manera advenediza en el ámbito del servicio público. Su carrera empezó en el año 1986, cuando fue elegida Consejera de su condado, y desde entonces no ha parado de ganar elecciones. En 1992 se convirtió en Asambleísta de su estado y fue reelegida dos veces, hasta que en 1998 decidió postular al Congreso.  Ganó, por supuesto, y se convirtió en la primera mujer Congresista de Wisconsin, cargo que ocupó durante 7 períodos hasta que decidió renunciar para postular al Senado… el resto es historia. Pero ¿qué ha hecho Tammy Baldwin para ser tantas veces elegida, reelegida y vuelta a reelegir? Luego de escuchar algunos de sus discursos y leer sobre su trabajo, la encuentro brillante, carismática y llena de energía; es una luchadora incansable a favor de políticas sociales que benefician a la clase trabajadora y a la clase media, ferviente opositora a la guerra de Bush en Irak, partidaria del seguro de salud universal, el alza de impuestos al 1% de la población más rica de Estados Unidos, y la independencia energética utilizando fuentes renovables. Su pragmatismo la ha llevado a entablar diálogos y lograr acuerdos con políticos de ambos partidos: Demócratas y Republicanos, en beneficio de los ciudadanos que representa. Ah, y también es la primera persona abiertamente gay que ocupa un escaño en el Senado de Estados Unidos, hecho que ha sido muy publicitado por todos, menos por ella. “I didn’truntomakehistory, I rantomake a difference” (no postulé para hacer historia, sino para hacer la diferencia), declaró en una conferencia de prensa, luego de que los periodistas intentaran hacer hincapié en el hito. Y es que Baldwin no ha hecho de su orientación sexual un tema de campaña y siempre se ha rehusado a auto-definirse comola candidata lesbiana, lo cual de ninguna manera significa que esté en el clóset. Todo lo contrario. Simplemente, ha decidido abordar su homosexualidad de manera natural, como un tema personal no relevante. Inteligente estrategia para desactivar la trivialidad de los chismosos, y lograr que los medios se enfoquen en el amplio espectro de políticas que a ella le interesan; entre las cuales están los derechos de los gays como un rubro más que la Senadora Baldwin, quien sí se autodefine como una orgullosa progresista, valora y planea apoyar durante su gestión.

Para algunos personajes obtusos del medio local, puede ser difícil imaginar que una política abiertamente lesbiana sea tan luminosa, serena y exitosa; que luche desde la clase dirigente por causas que nada tienen que ver con la agenda gay, y no una activista furibunda y monotemática, enfocada siempre en la tragedia. Ojo, ciertos activistas furibundos tienen toda mi admiración y respeto (otros francamente me aterran), pues gracias a su valentía y desfachatez logran objetivos inalcanzables para los políticos aburguesados.

Encuentro reconfortante la madurez de Tammy Baldwin. Me atrae lo cómoda que parece dentro de su piel; su sonrisa genuina que le grita al mundo “soy feliz, soy fuerte, soy poderosa”; y no a pesar de ser lesbiana, sino independientemente de eso e incluso, en cierta medida, gracias a eso.  Porque la mentira más grande que nos trata de hacer creer la sociedad ultra-conservadora, queridos lectores, es que los homosexuales estamos condenados a la infelicidad, a la soledad, a la marginalidad. No existe mayor engaño. El mundo está desbordante de mujeres y hombres gays dichosos, que llevamos vidas plenas, con sentido, rodeados de amigos, familiares y grandes amores; llenos de satisfacciones igual de intensas que cualquier heterosexual en las mismas condiciones.

Quizás para algunas personas gays el camino sea más duro que para sus pares “straight”, sobre todo si salen del clóset jóvenes en sociedades cerradas y supersticiosas. Pero con tiempo, fortaleza y decisiones acertadas, los escarceos con la discriminación son superables.

Apoyo la lucha de las minorías, sin embargo confieso que estoy cansada de leer textos y ver noticias que victimizan a los homosexuales.  De hecho existen casos graves de violaciones de derechos y es imperativo que alguien se ocupe de resolverlos, pero ¿quién se encarga de romper estereotipos y comunicar que la mayoría de las personas gays (en el mundo occidental) nos movemos muy a gusto por la vida sin ser discriminadas por nuestra orientación sexual, triunfando profesionalmente, viajando, amando, enriqueciendo nuestro espíritu, y en muchos casos trabajando por el bien de los demás? En otras palabras, disfrutando de las mismas experiencias enriquecedoras que podría vivir  cualquiera con esfuerzo y un poco de suerte.

A los prejuiciosos no les gusta escuchar sobre la alegría de la gente gay porque eso destruye sus paradigmas; prefieren fijarse sólo en casos penosos o caricaturescos, que en personajes rompedores de esquemas como Tammy Baldwin. Frente a eso yo propongo practicar una forma de activismo no confrontacional, ideal para personas poco combativas: propaguemos lo positivo, riamos mucho, bailemos a nuestro ritmo y cambiemos percepciones con la contundencia de nuestra felicidad.

 

Susana Pareja