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@driofriov

Hace tres años viajé, con un grupo de amigos/compañeros, a República Dominicana a trabajar en un proyecto con mujeres haitianas inmigrantes. El proyecto se llamó Vwan Fanm (en criollo) que significa ‘Voces de Mujeres’ y consistía en documentar la vida de varias mujeres haitianas que habían emigrado al otro lado de la isla, con alguna esperanza, en busca de oportunidades de trabajo y un mejor nivel de vida.

Este proyecto multimedia buscó no solo mostrar un punto de vista externo de lo que íbamos a conocer sobre la vida de estas mujeres sino, sobretodo, presentar trabajos multimedia realizados por ellas mismas. Les enseñamos a usar cámaras de bolsillo y equipos de audio para que ellas nos cuenten de su vida desde adentro. Su creatividad fue innata, nos mostraron fotografías hermosas de momentos felices, cotidianos, crudos, reales. Los clips de audio los grabaron ellas solas y nos contaron sobre su vida, sus historias de como fue que llegaron a República Dominicana y la discriminación a la que ellas y sus familias estaban expuestas.

Fue así que conocí a Evan Ceius, de 28 años. Evan tenía tres hijos, dos de ellos nacidos en Haití, el último en República Dominicana. Todos los miembros de su familia eran ilegales; como consecuencia de esto, sus hijos no podían asistir a la escuela, ni tener una buena atención en salud y ella no tenía acceso a un empleo que le remunere de manera justa. Varias mujeres estaban en situaciones similares, la ilegalidad era su principal limitación para poder reconstruir su vida, vivían con miedo a ser deportadas al otro lado de la isla, de donde vinieron.

Estuve un par de días con Evan, me recibió con mucha hospitalidad en su casa y, aunque no hablábamos el mismo idioma, encontrábamos la manera de entendernos. Conocí a su familia y su modo de vida, muy humilde. En el tiempo que pase con ella, pude también hablar con gente de su barrio, algunos eran dominicanos y hablaban español. En una ocasión un hombre se acercó a mí, y me pregunto, de una manera muy despectiva «que haces tomándole fotos a esa negra?, deberías tomarme fotos a mí, que soy blanco». Evan no entendió lo que el hombre decía pero seguramente sintió en su tono despectivo el racismo que esa frase envolvía. Recuerdo que le respondí de la manera más educada que pude al hombre y le conté del proyecto que estábamos realizando, esperando obtener alguna respuesta un poco mas sensata de su parte, pero él mantuvo su discurso. Me sorprendió darme cuenta que tal nivel de racismo existía entre gente que compartía una misma isla, que vivía en el mismo territorio, solo que del otro lado del mar. Entendí que Evan, y todas estas mujeres, no solo se enfrentaban a una discriminación por  su ilegalidad sino al racismo por su color de piel.

Haber conocido a Evan me dio una conciencia sobre una realidad – para algunas mujeres –  que no podía concebir hasta que lo vi. La oportunidad de poder documentar una situación tan dura y áspera en tan poco tiempo fue un reto.

Sin embargo, lo esencial de este proyecto, fue que se presentó tanto el pequeño documental hecho por nosotros como el hecho por ellas mismas. En el audio y fotos que ellas tomaron se puede percibir un aire de intimidad, de naturalidad, de cercanía.

Desde que comencé a hacer fotos me pareció que el mayor reto era llegar a obtener ese nivel de cercanía con la persona a quien estás fotografiando. Ahora, creo que la historia que uno construye es subjetiva y, por más cercanía que se alcance a tener con esa otra persona, siempre habrá algo mas por contar, algo que se te pasó, que se dejó de lado.

Por eso me gustó tanto este proyecto, porque ambas historias – de una misma persona – se muestran juntas y se complementan.

Les invito a visitar la página web y escuchar/ver una parte de la vida de estas mujeres: https://vwafanm.glocalstories.org

Mujeres que extrañan su país, el estar con gente que hable su idioma y que tenga sus costumbres, pero que a pesar de todo son felices y buscan cambiar su futuro.

Mujeres que me recuerdan a una frase de Eduardo Galeano que dice, «La nostalgia es buena pero la esperanza es mejor.»

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Dominique Riofrío Villegas