@itsabela

A veces los prejuicios se convierten en juicios. Desde que estaba en la escuela y después en el colegio tuve clases de historia de Estados Unidos. Desde los peregrinos que llegaron hasta el escándalo de Watergate. No recuerdo todo lo que me enseñaron (y ahora me pregunto ¿por qué diablos tenía tanta carga horaria de esa materia?) pero al menos sí lo que más me impactó o alguna que otra información básica.

Lo básico: los republicanos, los rojos, los elefantes son más conservadores y siempre van a potenciar el crecimiento económico; por el contrario los demócratas, los azules, los burros son más liberales y se enfocarán –en teoría- en el bienestar social desde el acceso a salud, educación, etc.

Esta semana visité las oficinas de los dos partidos en Ohio, el estado que es conocido por su relevancia electoral.

Por fuera el edificio de los demócratas es de ladrillo, con unas letras plateadas que rezan Ohio Democratic Party. La entrada es por un costado, por el parqueadero. Un amable guardia nos invita a entrar y pasamos por un corredor que queda estrecho para los 22 periodistas que estamos. La pared izquierda también es de ladrillo y está llena de grandes fotografías de Barack Obama en mítines y de otros demócratas de otros cargos políticos locales.

Nos piden que sigamos el camino, entramos a la pequeña recepción de un grupo de oficinas. El sitio es desordenado, hay papeles regados, cajas con leyendas como posters, Obama o relacionados a su contenido, por lo general, material electoral. Sobre el escritorio de recepción también hay volantes. En uno se muestra la silueta de Mitt Romney de espaldas y con sus brazos para atrás. Sus manos tienen unos guantes de box y el mensaje es alusivo a su doble moral.

Mientras hago este recorrido visual rápido nos invitan a pasar a una pequeña oficina, de nuevo somos demasiados y tenemos que traer sillas de afuera para caber en ese espacio que parece una mini sala de reuniones. Pocos colegas pueden estar en la mesa rectangular, los otros nos sentamos alrededor en sillas improvisadas.

No es una oficina cómoda, algunos tienen calor pero se acomodan como pueden. Otros se quejan, casi en silencio, de la falta de organización.

Entran tres hombres: uno que bordea los 40 años, los otros dos no tienen más de 30. Blue jeans o pantalones informales y una chaqueta casual (Claro, son jóvenes, más liberales y abiertos, tienen que ser demócratas, pienso). El mayor, Chris Redfern, es el presidente del Partido Demócrata de Ohio. Sus cejas no dejan de alzarse y sus ojos de abrirse cada vez que habla. Es enérgico, eufórico, demasiado entusiasta. Repite tantas veces que son el partido ganador que transmite una sensación opuesta, de ansiedad e inseguridad.

Chris está de pie, el resto sentado. Cuenta un poco las estrategias que utilizan para captar votantes y la denomina microtargeting. Lo primero que revisan es la lista de los ciudadanos que hicieron uso del voto temprano. En Ohio las personas pueden acercarse a votar desde el 2 de octubre. En las últimas elecciones en este estado el 40% votó antes del día oficial de las elecciones.

Con la lista de ciudadanos de voto temprano ellos pueden saber quiénes aún no lo han hecho. Para medir a los votantes tienen un termómetro. Ubican en un 100 a los son demócratas o pro Obama y cero a los republicanos, pro Romney o Anti Obama. Los que están sobre 70 son target.

“Están de nuestro lado, son un voto que necesitamos y nosotros debemos asegurarnos que ellos vayan a votar, por eso son target”. A este grupo lo visitan o llaman. Ambas son conversaciones bastante personalizadas. En el partido tienen una base de datos con información de cada ciudadano, información que según ellos los ciudadanos no saben que ellos tienen.

A los que están por debajo de 70 no los llaman, no los toman en cuenta. Hacerlo sería una pérdida de recursos y de tiempo.

El presidente del partido no para de hablar e intenta llegar a nosotros con un discurso juvenil (tiene que ser demócrata, pienso). Explica cada detalle y su discurso tiene un tono positivista, esperanzador. Como si quisiera convencernos a nosotros, todos extranjeros, que votemos por su candidato.

Habla sobre el aborto y sobre la medida retrógrada que Romney quiere implementar. Nombra la actitud del republicano frente a las mujeres y una serie de comentarios que perjudican al candidato mormón.

La charla con él es breve, debe irse y se despide con “I got an election to win”. Se queda a cargo uno de los chicos jóvenes quien responde otras preguntas sobre este tipo de estrategia de campaña.

Para mostrarnos más de cerca nos lleva a un cuarto-oficina, esté sí amplio, pero también caótico. Son como 30 personas sentadas frente a computadoras y teléfonos que no dejan de usar. Son algunos de los encargados de mandar correos electrónicos y llamar para incentivar el voto pro Obama. No son muy amigables, de hecho después del recorrido y la foto nos piden que salgamos. En la pared hay un mapa enorme de los Estados Unidos, está dividido y numerado.

No tengo tiempo de preguntar pero alcanzo a ver que la división es en base a los battleground states. Algunos expertos consideran que son 10 otros dicen que 12 u 11. Este es el número de estados que los candidatos consideran decisivos para su elección. El resto tienen tendencias muy marcadas a favor de los republicanos o los demócratas.

Ohio encabeza la lista de los battleground states por eso Chris y sus dos asesores están tan empeñados en hacernos entender eso. Que su estado es importante, que su trabajo es importante, que las elecciones dependen de ellos, que ello son importantes.

La visita dura cerca de hora y media. Hora y media de mucha información visual y auditiva que resulta de alguna manera refrescante, interesante. Chris no habla mucho de presupuestos, no especifica cifras pero nombra el creciente número de voluntarios que colaboran con el partido. Se limita a decir que son decenas de miles, y creciendo.

Luego el otro lado.

El edificio de los republicanos es más grande. También de ladrillos y también con letras plateadas que rezan Ohio Republican Party, el elefante arriba y un arco blanco que adorna más el edificio. La puerta de vidrio se abre y lo primero que salta a la vista es una lámpara de cristal, de esas clásicas, demasiado elegantes. Una recepción lujosa.

Nos conducen a una sala de conferencias mediana. Allí hay sillas para todos, incluso sobran. De frente hay una mesa rectangular con cinco puestos. Detrás la bandera del partido. De esos escenarios perfectos para que una foto de prensa refleje el entorno. Detrás de nuestras sillas hay una mesa con colas, aguas, tés, negritos, pies, papitas fritas y todo tipo de snacks (claro, los republicanos tienen mucha plata, pienso).

Es inevitable reírnos del contraste y uno de los republicanos pregunta porqué. Un colega responde que nota mucha diferencia en los dos partidos y el republicano responde: “¿Qué? ¿Ni siquiera les brindaron agua?”.

Con ironía, Robert Bennett, presidente del Partido Republicano de Ohio, hace la pregunta. Ríe y busca aprobación en nosotros. Algunos lo secundan. Otros ya sienten rechazo por el gesto burlesco.

Bennett es grande –alto y un poco gordo-, tiene pelo blanco y una papada pronunciada. Debe tener 70 y tantos. Junto a él están también dos asesores republicanos. Otro también de pelo blanco y mirada de desconfianza y el último es un poco más joven, debe tener sus 50 años. Los tres llevan saco y corbata. Impecables. Republicanos.

Se sientan en la mesa rectangular de madera, ceremonial y Bennet comienza con su introducción. Habla pausado, está calmado y no es carismático (viejo, formal, políticamente correcto…tiene que ser republicano, pienso).

Luego de su introducción habla de su estrategia y nuevamente, mi prejuicio se confirma. También utilizan microtargeting, también llaman o mandan correos a sus potenciales votantes, también tienen mucha información de los ciudadanos. “Si supieran cuánta información de ellos tenemos, se enfurecerían”, dice entre risas Bennet. El comentario es escalofriante pero a él le hace gracia.

Bennett no se altera al responder las preguntas. Es calmo. Su compañero, David Hopcraft, tiene una actitud más agresiva. Habla poco pero lo poco es contundente. Le preguntan sobre quién es target. “Si le preguntamos ¿usted está mejor que hace cuatro años? Si responde que no entonces es target”, dice escueto.

El presidente se esfuerza en recordar la crisis de los últimos cuatro años y otro periodista le recuerda que fue Bush quien llevó al país a la crisis. “Pero si no has conseguido trabajo en cuatro años, ¿te importaría realmente quién inició la crisis que te tiene desempleado”, vuelve a disparar David, con el ceño siempre fruncido y un bigote blanco que acompaña esa expresión parca.

Las relaciones internacionales es otra de las preguntas. Bennet muy educado dice que ellos son el partido, que no hablan de políticas del candidato, que no tienen mucha idea de eso. La periodista rusa que preguntó se enfurece y dice que debería saber sobre las propuestas de su candidato. David –ceño fruncido, mirada de pocos amigos- interrumpe y dice “Si quieres una opinión de nosotros frente a esto, en campaña, no la vas a tener” se levanta y deja el cuarto. Minutos antes ya había dicho que debía irse temprano. Su salida, aunque brusca, había sido anunciada.

Pasa otra hora y media y debemos partir. Antes de salir algunos beben cola otros agarran un snack. Bennet nos da la mano, entrega una tarjeta de presentación y “queda a las órdenes”.

Las apariencias y estereotipos de los partidos son opuestos y cumplen con mis prejuicios. Los planes de campaña son los mismos y cumplen con mis prejuicios. Detesto tener prejuicios pero debo admitir que en Estados Unidos y en campaña, esta vez se han cumplido.

Isabela Ponce Ycaza