He visitado Santa Ana de los Cuatro Ríos de Cuenca en un par de ocasiones, pero ésta es la vez que más difruté el viaje. Lo que pasa es que anduve en bici, y en bici uno se da el tiempo para observar, admirar, meditar, aprender; en general uno ejercita el cuerpo y el alma.
Junto con una gran compañera de aventuras, nos dijeron no dejen de visitar Turi, desde su cima se ve toda la ciudad, y es verdad. Al encontrar un lugar de alquiler de bicicletas después de buscar la mañana entera, decidimos ir cuesta arriba, hacia el famoso Mirador de Turi. Llegamos acompañadas del sol más radiante que he visto en los últimos meses, y desprevenidas terminamos con cachetes rojo carmín: quemadas al más puro estilo gringo.
Lo que primero salta a la vista es el rojo de sus tejas, la belleza de su arquitectura, sus innumerables cúpulas; desde ahí tratábamos de ubicarnos, se veía el aeropuerto, el estadio, el centro, el norte, todo se veía. Sin embargo, al explorar el cerro, lo que a mí lo que más me llamó la atención es la cantidad de símbolos religiosos en todo mi alrededor. Empezaba a entender el por qué de la fama que tienen los cuencanos y cuencanas sobre su tradicionalismo y gran influencia católica principalmente.
Turi es una parroquia de la provincia del Azuay, y está compuesta por 25 comunidades, la gran mayoría de ellas lleva en su nombre alguna connotación religiosa, se imaginarán que muchas empiezan con San: San Marcos, San Pablo de Rumiloma, San Pedro de Yerbabuena, Santa Anita y así sucesivamente.
En la colina, subiendo unas cortas escalinatas se encuentra la gruta del Señor de Belén. La historia cuenta que en este lugar se apareció el “Niño Jesus” tiempos atrás. Es la devoción más grande de la parroquia, y existen dos tradiciones: una es irse llevando pedazos de tierra de la montaña hacia sus propiedades y otra es ir llevando pedazos de tierra de las propiedades hacia la gruta. Allí, en la escultura del Señor de Belén cuelgan las ofrendas: atados de pelos y huesos animales y las fundas con tierra, además no faltan fotos carnet; principalmente de familiares migrantes que siempre están presentes en las oraciones de sus allegados creyentes. Los fieles agradecen y piden con devoción por sus anhelos y preocupaciones, la creencia consiste en los milagros que hace el Señor sobre las cosechas y animales de criadero.
Aprovechando las bicis, al día siguiente nos escapamos al Parque Nacional Cajas. Éste ha visitado masivamente en los últimos 20 años, desde que se hizo popular la historia de la aparición de una imagen de la Virgen, que desde entonces los devotos llaman la Virgen Guardiana de la Fe. Además de la mística historia, El Cajas es conocido también por su abundantes fuentes de agua, tiene alrededor de 2oo lagunas que al igual que las montañas eran consideradas sagradas por los Cañaris que habitaron en el sector.
Este estratégico lugar que consistía en una ruta para comunicar la Sierra con la Costa ecuatoriana alberga una biodiversidad grandiosa y un paisaje exquisito para los amantes de la naturaleza.
Finalmente, agotadas regresamos a la ciudad en la noche, y encontré instantes tan hermosos, que no pude dejar de fotografiarlos a pesar del cansancio.
Sea como sea, Cuenca y sus alrededores forman un sector tan mágico, que parece irreal, llámenlo bendecido, afortunado o privilegiado. Vale realmente la pena escaparse hacia el sur para asombrarnos una y otra vez con su belleza.
Leslie Riofrío R.