Estimada Verónica:

En primer lugar, gracias por tu carta. Los prejuicios—de los que nadie está a salvo—se superan con el diálogo. Y por tanto creo que este intercambio no solo es positivo sino también necesario.

Quiero ser claro, una ley que penalice de cualquier manera la homosexualidad constituye una aberración. Y por tanto es un avance sin duda el hecho de que hayan derogado el delito que señalas, porque como efectivamente añades no deberían existir delitos sin víctimas, porque el Estado no está ahí para dictarnos parámetros morales o religiosos, los cuales deben depender únicamente de nuestra consciencia.

Mis convicciones religiosas son muy conocidas, y lo digo sin tapujos: soy católico. Estoy muy orgulloso de serlo. Y por esa misma razón me opongo a la discriminación violenta. La violencia motivada en la orientación sexual de las víctimas constituye no solo una afrenta a la ley, pero además a los más básicos principios del cristianismo.

La homofobia constituye un mal social muy grave, sin duda. Vivimos en una cultura donde la violencia abunda, y la homofobia constituye una de sus peores expresiones. Sabrás que una de las tesis centrales de mi campaña es la necesidad de más seguridad para la población frente a la violencia. Y me refiero a cualquier tipo de violencia y a la seguridad de cualquier tipo de víctima. Esto nos incluye a todos. Que no te quepa duda de que en mi Gobierno se tomarán medidas focalizadas, si se requiere para defender a grupos más vulnerables.

Condeno cualquier ataque que sufran las personas por el solo hecho de haber escogido transitar un camino distinto. Y créeme que sé de lo que hablo. Todos los días sufro una constante estigmatización por haberme dedicado de forma honesta a la actividad bancaria, y por mis convicciones religiosas. Sé lo que se siente que te insulten y endilguen responsabilidades de otros, en base a prejuicios. Y eso no se lo deseo a nadie. Eso sí, solo puedo responder de mis propios actos, no de los actos de nadie más. Pero te aseguro que las personas que me acompañan en este proyecto—entre los que hay creyentes y no creyentes—tienen todo esto muy claro.

Creo, por último, que en estos asuntos, donde median convicciones personales tan íntimas, tendemos a perdernos en calificativos personales, prejuicios e insultos. Muchas veces sustituimos los agravios y olvidamos los argumentos, e incluso cometemos el error de banalizar cuestiones tan graves con burlas.

Yo no veo nada en mis convicciones personales que pueda poner en riesgo a ningún grupo en concreto sea o no presidente. Por el contrario, busco acabar con el discurso de división que nos coloca en colectivos antagónicos. Nunca impondría mis convicciones personales por medio de ninguna ley a nadie. Aunque desde luego que eres libre de pensar lo contrario.

Gracias Verónica por el tiempo y esfuerzo invertidos en la carta que me enviaste. No tengas duda de que estaré dispuesto a reunirme con cualquier ecuatoriano. Porque eso es lo que he hecho los últimos años: escuchar, escuchar a todos.