@pablocozzaglio y @josemarialeonc
https://gkillcity.com/sites/default/files/images/imagenes/69_varias/caicedo%20c3.jpg
Felipe volvió hace tres fechas a la selección del Ecuador y en las tres fechas ha marcado para que la Tri ocupe el tercer lugar de las eliminatorias a Brasil 2014 (si no fuese por un mal registro de gol diferencia, bien podría ser segunda, empatada como está en puntos con la sorprendente Colombia de Pekerman).
Felipe no jugaba en la selección porque al técnico Rueda no lo distraían –según dijo– sus doce goles en el Levante español, ni su desempeño contundente en el Lokomotiv de Rusia. El presidente de la Federación Ecuatoriana de Fútbol le pidió, además, ser “más humilde”, justificando, de cierta forma, su ausencia en el combinado nacional.
A la final, Rueda y Chiriboga se tuvieron que dejar de tonterías y lo trajeron desde el frío ruso para que, igual que fuera de la cancha, encare y resuelve con la genialidad que da la simpleza.
En el último partido contra Chile, Felipe terminó de asumir su rol de referente. Anotó dos de los tres goles (el primero de los cuales le salvó los muebles a su compañero Juan Carlos Paredes tras su grosero autogol) y, además, transmitió una actitud diferente sobre la cancha.
El aplomo, la decisión y la determinada presencia de Felipe Caicedo marca un cambio en la manera apocada que se sigue ensalzando en este país y que solía verse reflejada en nuestros futbolistas. No en vano un periodista deportivo tituló su libro sobre la primera clasificación mundialista del Ecuador “La Hora de los Humildes”.
Una humildad que a veces parecía más sumisión.
De esa humilde sumisión (que tal vez era la que, vertical y patronal, Chiriboga le exigía) es de la que Felipe carece, tanto cuando encara en la cancha como cuando encara a la prensa. Por eso les dijo a los reporteros que le preguntaban por su ausencia en la selección hasta hacía tres fechas que “solo Dios sabe por qué no me han llamado antes”.
Ojalá venga dios y lo aclare, porque después de verlo encarar, definir y enfadarse con él y con el árbitro que lo obligó a poner la pelota en un bache de la cancha para patear el penal del dos a uno –y que tuvo que meter de rebote– la duda sigue flotando, al igual que la incógnita de por qué en el Ecuador hemos apostado tantas veces por esa sumisión tan distante de la convicción de Caicedo, que parece alcanza para la clasificación y mucho más.
Un ensayo gráfico marcado por la sinergia de mi dupla ganadora, Pablo Cozzaglio, que muestra a ese Felipe Caicedo en la cancha, determinado y echado para adelante, como debe ser. Disfrútenlo
Pablo Cozzaglio García – José María León Cabrera