Nada más británico que la costumbre de tomar té. Nada más japonés que el tempura. Nada más holandés que los tulipanes. De todas estas certezas, ninguna es cierta. Detrás de cada una, aparece Portugal. Los portugueses, inventores de las carabelas, llevaron los tulipanes a Holanda, introdujeron los alimentos apanados y fritos al menú de los japoneses y pusieron de moda el té en Gran Bretaña.
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Portugal instaló comercios y costumbres en su vecindario. Por eso, no fue una exageración la calificación que el periodista y escritor británico Martin Page le dio a este país: la primera aldea global. En el libro del mismo nombre, Page cuenta cómo Portugal cambió al mundo.
Instalados en el presente de este país nostálgico, parece una fantasía aquello de Portugal transformando al planeta, pero solo hay que revisar los libros de historia para empezar a entender la dimensión de aquel imperio enorme que fue. Los portugueses fueron, en una época, unas abejas en labor de polinización.
Hablemos del té. En estos días, y hasta inicios de enero, en el Museo de Oriente de Lisboa una muestra describe el recorrido que realizó el té desde oriente hasta occidente en los barcos portugueses, revelando a unos cuantos distraídos que fueron los habitantes de estas tierras quienes inadvertidamente lo bautizaron y, al fin, terminaron por popularizar la bebida en Europa. Además de los temas relacionados con el comercio de la planta para hacer infusiones, la exposición reúne más de 250 piezas, entre antiguas porcelanas, muebles, pinturas, libros, documentos y juegos de té en plata para ilustrar la importancia que el consumo del té adquirió en Occidente.
El Museo de Oriente está dedicado a explorar la relación de Portugal con sus antiguas colonias asiáticas y los intercambios que se produjeron con esa relación. Esta vez, la curaduría decidió concentrarse en una de las bebidas más populares del planeta. Ante nuestros ojos, además de las rutas comerciales, en las piezas que reunió el museo –propias o prestadas de otras instituciones de la ciudad, como el Museo Nacional de Arte Antiguo- se revela la historia del té como planta medicinal, como ingrediente en medicamentos, como una bebida para sanar, que es como era visto tanto en China como en Europa antes del siglo XVIII. Y también cómo fue la transición en Europa de bebida aristocrática a bebida popular, con la apertura de nuevas rutas y la ampliación del número de naves dedicadas a su transporte.
Todo comenzó en la colonia portuguesa de Macao, al sureste de China. Las cajas donde iba el chá (como se llama al té en portugués) eran marcadas con la letra T. Así, medio al azar, adquirió su nombre en otras lenguas. Y en 1662, cuando el rey Carlos II de Inglaterra se casó con la princesa portuguesa Catalina de Braganza, el té comenzó su conquista británica. Catalina no solo llevó a la corte la costumbre de beber té. Como dote por el matrimonio con el monarca, el Rey de Portugal le cedió a Inglaterra los territorios de Bombay y Tánger. Así Inglaterra llegó a la India. Así, Inglaterra comenzó a beber té. Todo por una portuguesa.
Sabrina Duque