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@minitaduque

Mientras en la mitad del planeta cuando se habla de cine portugués casi de inmediato se piensa en el centenario Manoel de Oliveira, quien sigue rodando una película al año, en Portugal el cine no es sinónimo de Oliveira.

La producción no es abundante, pero sí variada. Hay dramas, comedias, películas para adolescentes, bio-pics y experimentos que sorprenden a la crítica europea, como ocurrió este año con una película en blanco y negro llamada ‘Tabú’.

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Afuera de Portugal, los críticos la han llamada la última estrella del cine portugués. La cinta, del director Miguel Gomes, quien se hizo conocido en 2008 con el filme ‘Aquel querido mes de Agosto’, habla de amor, de riesgos, de azar y de muerte. Su contenido puede verse como parte de la última oleada de arte inspirada en la relación de los portugueses con sus ex colonias, con el desgarro que significaron para cientos de portugueses nacidos en África las guerras coloniales y su desenlace: el “volver” a un país donde no habían nacido, amado, vivido y se expulsados de las tierras a las que llamaban hogar. En este caso, Mozambique es el escenario del primer y del tercer fragmento del filme.

Tabú ganó el premio Alfred Bauer en la Berlinale de este año. También ganó el Fipresci, premio de la crítica cinéfila. Y el Lady Harimaguada de Plata y el Premio del Público en el Festival Internacional de Cine de Las Palmas.

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Tabú es un rompecabezas entretenido de armar. Comienza con una leyenda, que involucra a un cocodrilo y un colono en aquella lejana África portuguesa, todo con estética de película de los años veinte. Luego viene la primera parte, que ocurre en estos días en Lisboa, donde una buena mujer con una vida de lo más aburrida atiende con paciencia las crisis de su anciana vecina y escucha sus reclamos de buena gana. La vecina es una viejita con debilidad para con los juegos de azar. La primera vez que la vemos, la mujer conduce hasta Estoril para rescatar a la viejita, pues la doña ha perdido hasta el último centavo en las máquinas tragamonedas y no tiene ni para tomar el bus. En esta parte, los ojos de la mujer nos presentan el retrato de una abuelita neurótica cualquiera. Pero es al final de ese fragmento cuando la historia del cocodrilo empieza a tomar sentido. La vecina se da cuenta de los alcances de la joven que un día fue esa abuelita.

En la segunda parte, Tabú cuenta una historia de amor y muerte en Mozambique a inicio de la década del sesenta, cuando comenzó la guerra colonial portuguesa. La viejita era entonces una joven recién casada, con un cocodrilo de mascota, un marido correcto y un vecino italiano inquietante, en cuya casa aparecía el cocodrilo cada vez que huía de su hogar. El manejo del sonido impacta: se escucha el ambiente, las pisadas sobre la hierba, las sillas que caen, los platos que se rompen. Pero cuando los personajes abren la boca, nunca se escuchan sus voces. Un narrador cuenta la historia con el estilo de los relatores del Discovery Channel. Así se conocen los comportamientos y reacciones de cada animal y ser humano que asoman en la pantalla.

En blanco y negro, con el formato de una película de cine mudo, Tabú fue una de las mejores películas que han pasado este año por las pantallas portuguesas.

Sabrina Duque