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Hace unas pocas semanas pude ver en Facebook la foto que adjunto al presente artículo. Junto a esta había comentarios como: “el periódico es una fuente inagotable de comedia”. Mi intención con este artículo no es hacer juicios sobre personas, pues veo que no se llega muy lejos así (y me parece bastante aburridor), pero sí referirme a actitudes. Quisiera hacer unos comentarios sobre lo que considero un ejercicio errado de “respeto” y “pluralidad”. Lo abordo porque entiendo que la dirección de revistas como ésta y pensamientos como el liberal, o la corriente actual que habla de “racionalidad”, pretenden pensar y enriquecerse de la relación con otros con visiones diferentes de la vida, el mundo, etc. y, sobre todo, pensar en la buena convivencia entre individuos distintos.

El caso de los comentarios que a mi vez comento, a mi modo de ver, es un caso claro de abanderamiento de posturas que siguen cometiendo los errores que se imputan a “la Iglesia”. Esto es: el fundamentalismo excluyente. Escribo esto con la idea de mostrar que tener posturas sobre las cosas implica un ejercicio de autorreflexión continua y no mera posesión, como pretende hacerlo cualquier curuchupa laico o creyente.

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Los comentarios a la imagen subida fueron del estilo: “de premio pullitzer”, “huge wtf”, “absurdo hasta la médula”, y el nunca faltante “cualquier intento de racionalidad en esto es superfluo” entre una gran cantidad de likes.

Que se tome una foto, se la suba, y luego se la comente, o se le ponga unos likes, implica claramente un ejercicio de comprensión. En primer término, para subir algo debo escogerlo y para escogerlo debo hacerlo porque me genera algún tipo de interés. No subo algo de lo que no tengo nada que decir o decirme. En segundo término, no puedo ponerle like a aquello con lo que no estoy de acuerdo. Esto quiere decir que en  mi cabeza tengo que mirar y comparar entre un sinfín de relaciones para escoger si estoy de acuerdo con lo dicho y si me adhiero a esto haciendo pública mi concordancia. ¿Pero qué postura era esta? “Los católicos son absurdos y ahí están de nuevo haciendo cosas absurdas”.

Esto no tendría mayor repercusión si detrás de esta postura y este ejercicio no hubiera una pretensión moral no vista por parte de los comentaristas: 1. La de tener “la razón” de su lado y 2. La de referirse desde esa postura a una generalidad que implica muchas personas y motivaciones diferentes, todos descartados como gran absurdidad.

Tal ejercicio me generó dos impresiones: Paradójicamente la visión del sacerdote que se acerca a dos niños en la playa que contemplan a una mujer desnuda o ven un acto de magia y les dice: eso es pecado (malo) o, eso es falso (incorrecto). Esto es: un calificativo moral, en este caso, «los tontos haciendo tonterías», que parece querer creerse indiferente/imparcial/mero pasar. Sobre eso quisiera decir que no hay dogmatismo más grande que creer que no se tiene dogmas. El dogma de la postura del mero pasar era la de tener razón o la posesión de algún tipo de verdad por sobre la de una masa de gente tonta… De la raíz de este modo de proceder, ver el tonto a secas (o el riesgo en quien no se comprende), tres conocidos casos de injusticia de la humanidad: Sócrates, Cristo y Galileo. Todos en sociedades que creían estar bastante “bien” y siempre peleando contra males que venían desde “fuera”.

La segunda imagen que me produjeron los comentarios fue la que tanto siento combatida por el punto de vista liberal local. La de evitar que haya un fundamentalista asomando en el espacio de encuentro de gente no fundamentalista para luego regodearse de la tontería de quienes no son como él, quien sabe si para luego llegar a arruinarles la fiesta. Siendo así ¿dónde queda, de raíz, el pluralismo y la tolerancia pregonados?

Lo que digo aquí es una reiteración de cosas que ya he dicho en este mismo sitio… Si bien es cierto que la religión maneja ideas de las que se puede hacer mal uso, igual que con prácticamente cualquier cosa existente o pensable, (¿toda idea es peligrosa para quien no ha aprendido a moverse en ellas?), es muy diferente de creer que todo ejercicio religioso es la fuente de todo mal o estupidez. Eso sigue siendo fundamentalismo (pensamiento general, violento y sin matices sobre cosas que no se conocen bien/mejor/desde cerca, una caricatura tomada por realidad) y hay que combatirlo en donde se presente. Inclusive cuando se disfraza de mí mismo. No es tanto una cosa (simple o únicamente) de la religión como de la humanidad.

Ciertamente la religión juega en el campo de las motivaciones morales y de las ideas fuertes que participan en la generación de horizontes de vida, y por lo tanto de actitudes y posturas, y ésta es un área compleja. Pero lo mismo sucede con toda pretensión de racionalidad surgida en la modernidad. Es un área excelente pero también un área llena de problemas. Creo que se debe tener cuidado cuando se habla de razón a secas y con arrogancia pues no es un asunto terminado. Siendo así, descalificar a secas y sin autocrítica, me parece un ejercicio que se queda corto. Se vuelve bandera. Nada diferente de la bandera o proceder fundamentalista.

Sobre pluralismo y tolerancia. Veo que este famoso discurso del «otro» sigue sin tener suficientes pies. Lo digo por la convivencia que he tenido que vivir con «otros». En esto he aprendido que otro no es solamente el que tiene otro trabajo, alguna que otra idea diferente o utiliza otra ropa (o inclusive de otro «estrato»), sino aquel que es incomprensible para mí en la totalidad de su visión de vida, tendencias, gustos y lenguaje. Con ese otro es con el que hay que aprender a convivir y, creo yo, a hablar, aunque no sea posible resolver todo. Burlas como esta me parecen una falta a la seriedad de estar hablando con iguales en dignidad y capacidad de elección. A mi modo de ver se pasa de la pluralidad pregonada a un anhelo escondido y resentido de una homogeneidad no lograda (un sueño curuchupa a fin de cuentas).

Sobre el juicio en sí. Sólo puedo imaginar que una visión tan vacía y negativa puede venir de quienes nunca encontraron nada ahí. Eso está muy bien para quienes no encontraron nada, otra cosa es creer que la mirada vacía es la misma mirada del creyente. A mi modo de ver, en juicios así, se revela claramente falta de cercanía y relación, típica del curuchupa que señala o se ríe desde lejos de otros  seres humanos a los que no conoce más allá de la idealización con la que se contenta en pelear y que, por supuesto, sólo sirve para reafirmar su punto (y su terror a la diferencia).  Ejercicios como este dejan bastante claro que hacemos juicios de valor, sobre personas -lo peor- desde una distancia estratosférica, distancia cercana al fundamentalismo.

Insisto, no es malo reír e inclusive decirle a otro lo extraño que es, pero otra cosa es reír con aire de superioridad cuando tal vez se está parado en el mismo lugar. Del fundamentalismo no se sale simplemente señalando el fundamentalismo presunto de los demás, ya lo he dicho en otro post. Mejor ir a encontrar a aquella gente «ingenua» y «peligrosa» y convencerla de su «error» o dejar de tomarla por tonta pues tal vez el tonto es uno, pretendiendo juzgar como absurdo lo que simplemente no se es capaz de comprender* (perdiéndose, además, de la diversidad que se dice buscar). Las burlas a los panas, no a colectivos imaginarios que me contento en estructurar. Lo mismo me viene a mí decir «los liberales», «los ateos» y volverlos una masa de gente “errada”. Me pregunto si así se llegará a algún lugar. Judith Butler dice que antes que convivencia hay cohabitación y que esa nadie la pidió. Toca aprender a construir desde ahí o contentarnos con gritar o refunfuñar de lado a lado, cuando tal vez, al menos, se puede refunfuñar menos y hacer alguna cosa más.

En fin, no veo el problema en lo que quiera creer o no creer, practicar o no practicar, sino en lo que hago con lo que creo, busco y practico. Puedo utilizarlo para encontrar maneras de construir y convivir (y pensar) o puedo utilizarlo para arrojarlo y restregarlo a los demás. Creo que la respuesta es obvia esté en donde se esté parado.

Y no, no estoy a salvo en lo más mínimo de no caer en las cosas que señalo en este mismo artículo. Estoy bastante conciente de ser un católico hablando de verdad. Mi punto es precisamente la necesidad de autocrítica.

En fin sobre tal evento se pueden decir muchas cosas críticas pero mirándonos a la vez con cierta criticidad al hablar.

* Sigo percibiendo que estos temas tienen mucho ruido de por medio. Para bajarlo un poco puedo decir que sobre el problema institucional y el modo de vivir y pensar del creyente en tal institución en los momentos actuales ya he barruntado algo en el post ¿Canales diferentes? (al menos parte de MI postura), en esta misma página. Ojalá se considere antes de seguir echando fuego como lo hace cualquier curuchupa de los que tanto nos gusta hablar.

Sobre la relación de un católico con sus creencias y mi sospecha de que seguimos con idearios de fuego eterno bajo nuevos disfraces hay unas notas en “El problema del juicio”, también aquí. No son verdades, ni posturas de algún tipo de oficialidad, son temas en los que como creyente me tomo la molestia de pensar y exponer para ser conversados.

Diálogo es logos de a dos (yo y ese misterioso otro), ojalá los no creyentes no caigan en el mismo error en el que vive tanta gente que encuentra sentido en la creencia en Dios pero lo reduce por sí misma, o por las voces de otros, a hacer su grupo y mandar al diablo a todos los “insoportables” y “absurdos” otros con los que igual toca convivir. Un ejercicio bastante limitado e infeliz, cuando en realidad se tiene el mundo por delante. Basta un poco de autocrítica para comenzar a hacer la cosa más llevable e interesante, creo que eso vale para todos.

Fernando Insua E.