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@arduinotomasia

El sábado 1 de septiembre, Alberto Acosta fue elegido como el candidato presidencial por la Coordinadora Plurinacional por la Unidad de las Izquierdas, plataforma que agrupa a más de 14 organizaciones (desde políticas hasta sindicales) del país. En su discurso el día de su elección, Acosta dijo, con claridad contundente: “lo que nos interesa es transformar el Ecuador (…), no desde la propaganda, no desde el marketing, no desde el engaño y la mentira, sino desde la lucha popular, desde las asambleas populares”. ¿Qué significa, pues, esa declaración a la luz de la realidad? ¿Y qué lectura darle a la Coordinadora Plurinacional?

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Foto de Agencia Andes

Tres aristas importantes. Por un lado, la imposibilidad del actual gobierno de lograr salir de la matriz extractivista. Al contrario, las cifras muestran las grandes sumas de dinero destinadas, por ejemplo, al sector petrolero: del 2007 al 2010, los montos estatales de inversión crecieron en un 313,9% y los montos de las petroleras privadas crecieron en un 81,1%.

En el discurso, aun cuando el gobierno exporte la retórica del Buen Vivir, acá sigue hablando de la naturaleza como si se tratase de una canasta de productos comercializables, señalando (una y otra vez) que “no podemos seguir siendo mendigos sentados en un saco de oro”. Acá, a aquellos que se niegan a continuar con el modelo extractivista se los califica de ecologistas infantiles.

Por otro lado, dicha declaración de Acosta puede ser leída en el marco del sinnúmero de atropellos a la constitución que han tenido lugar en el actual gobierno: desde la pregunta 4 de la Consulta Popular (sobre el Consejo de la Judicatura de Transición) que fue luego puesta en marcha con el Decreto Ejecutivo 872, pasando por otros decretos ejecutivos (como el 1182, que reglamenta la aplicación del derecho del refugio en el país, que –como escribí en otro artículo– es claramente inconstitucional), hasta la muy actual denuncia (acá y acá) de que (y en medio del escándalo por la falsificación de las firmas y el proceso de revisión) la Secretaría Nacional de Comunicación, esto es, el órgano de propaganda del gobierno, dirija la comunicación del Consejo Nacional Electoral.

Sumado a ello, la falta de diálogo y de espacios de deliberación: ¿dónde quedó el llamado “poder ciudadano”? El actual gobierno parece haber olvidado por completo el artículo 95 de la constitución, que reza:

Las ciudadanas y ciudadanos, en forma individual y colectiva, participarán de manera protagónica en la toma de decisiones, planificación y gestión de los asuntos públicos, y en el control popular de las instituciones del Estado y la sociedad, y de sus representantes, en un proceso permanente de construcción del poder ciudadano. La participación se orientará por los principios de igualdad, autonomía, deliberación pública, respeto a la diferencia, control popular, solidaridad e interculturalidad.

La participación de la ciudadanía en todos los asuntos de interés público es un derecho, que se ejercerá a través de los mecanismos de la democracia representativa, directa y comunitaria.

Al contrario, y como escribió acertadamente Francisco Muñoz en Revista La Tendencia (No. 11, feb/mar 2011), el gobierno parece haberse decidido definitivamente por recurrir “(…) al recurso mediático y publicitario”, optando por “(…) profundizar la confrontación, alejarse definitivamente de los movimientos sociales y consolidar la fuerza y la verticalidad carismática del Presidente”.

Cuestión que en parte puede verse, por ejemplo, en el proceso de reforma universitaria: reglamentos que se cambian de un día para otro y decisiones que se toman sin un proceso constante de participación. René Ramírez, presidente del Consejo de Educación Superior y titular de la Senescyt, lo dejó claro cuando dijo: “ha habido diálogo y debate, pero eso no significa consensuar”, que es algo así como decir: “podemos hablar y debatir, pero al final se hará lo que nosotros digamos”. Tal es la actitud que se tiene en todo el aparataje de gobierno.

El pedido de Acosta, en ese sentido, no deja de estar cargado de actualidad y de necesidad. Y más aún si lo hace desde una frente común que sirva de plataforma: en Ecuador, los partidos y movimientos de izquierda han estado siempre dispersos, cada cual reclamando desde su lugar; por lo que resulta por demás interesante que se articulen finalmente en una Coordinadora.

Más allá de si se consigue o no un triunfo electoral en las elecciones del próximo año, la Coordinadora es desde ya un fenómeno de importancia que refleja un malestar desde las bases. “Vamos a ser una izquierda incómoda”, dejó en claro Acosta en su discurso del 1 de septiembre.

Correa, por su parte, no ha dudado en adelantar una respuesta, calificando a sus miembros de farsantes, sinvergüenzas y mentirosos.

Al parecer, ya existe un primer incómodo ante la propuesta de la Coordinadora.

Arduino Tomasi Adams