Son más de 2100 incendios desde junio hasta septiembre de este año, con menos de diez personas detenidas por lo mismo; algunas de estas fueron multadas con 4 dólares y dejadas en libertad casi enseguida. Luego de tener como lugar común al dato de que el 99% de los incendios de esta temporada han sido provocados por acción humana, los implicados en esta crisis resultan pocos dentro del Distrito Metropolitano de Quito, y la situación está completamente fuera de control. Esta piromanía, descuido o ignorancia ha generado Alerta Naranja en Pichincha y siete provincias más de la Sierra ecuatoriana, y los motivos detrás de cada fuego son muy variados.
Están los que, en las periferias de la ciudad, piensan que el trágico resultado de las llamas hará que sus suelos sean clasificables como urbanos, para dejar la ruralidad a un lado y acceder a los supuestos beneficios del ser urbano. Están los que piensan que las bondades agrícolas de la ceniza en sus suelos será mayor que el efecto devastador de estas a la larga. Están los que, por sus malos hábitos ecológicos, queman basura, o la arrojan, causando aún más problemas dentro de un incendio. Estarán los pirómanos, que no dejan de ser casos sorprendentes, pero que provocan consecuencias fatales para el bien común, estarán las botellas de vidrio fortuitas, los cigarrillos, las fogatas mal apagadas, las malas intenciones, y luego queda un espacio negro, sin vida, en dónde antes sí la había.
Son demasiadas hectáreas perdidas, animales, especies nativas de árboles, a pesar de que la mayoría de los caídos han sido eucaliptos, y más allá de que de por sí ya fueron mal pensados al momento de planificar las reforestaciones de hace veinte años. Pero por ahí también habían arrayanes, quichuares, plantas nativas, sembríos, aves valiosas, ganado, vacas, cerdos. Distintos fueron los panoramas en esta semana, en estos meses, en Quito, y en los tantos otros lugares afectados, todos en relación al fuego. Los sentidos de las personas conviven con los rastros de las hogueras, que se perciben kilómetros a la redonda. Es ya un penoso clásico del verano el olor a eucalipto quemado en el ambiente, los ojos rojizos, los pulmones afectados, las narices resecas y demasiada gente con un catarro lleno de Quito, que se desintegra en el verano y nos afecta por dentro.
Por un lado, en San José de Minas, a orillas del cerro Ninamburo (fuego-carbón) y a 80 kilómetros al norte de la capital, las campanas de la iglesia suenan de manera estrepitosa. Se convocaba a todos los jóvenes del pueblo, porque allá no hay bomberos, a las mingas que allá lo solucionan todo, entonces muchos fueron apurados a ayudar a apagar el incendio que estaba quemando el monte. Fue agitado el ambiente, todo el pueblo trabajó dándole de ramazos a las llamas, macheteándolas, pisándolas; porque como tampoco tienen mucha agua, la partida les vino doble.
Luego, al día siguiente, por el Trébol, al centro de Quito, en el principal intercambiador entre el Norte y el Sur de la ciudad, el ambiente literalmente se pintó de un rojizo espeluznante, simbólico por el color. Viajar en ese tráfico colapsado y abrazado por aquella realidad resultó apenas en una más de las intensas y repetidas cotidianidades de esta temporada de incendios. En Zambiza, los creyentes llevaron a un lugar seguro al arcángel Miguel, para luego pedirle su intervención en su triste situación. Así son en promedio 33 flagelos diarios, con muchísimas historias detrás de cada uno.
Sin tiempo para descansar, la ciudad se mueve de comentario en comentario relativos al incendio del día, te encuentras de repente con cercanos que te cuentan que tuvieron que apagar un fuego desde las tres de la tarde hasta las doce de la noche. Y ahí también te cuentan las intimidades, los problemas, las actitudes y sorpresas. El hasta ahora último incendio renombrado ha sido el cercano al canal 8, por el barrio Bellavista al norte de la capital, de donde sale la historia de una serie de familias que viven cerca unas con otras, y que vivieron en este barrio una tarde muy agitada. Inti Emiliano Samaniego, estudiante de Segundo de Bachillerato, y Mariana Moya, tía del muchacho, y profesora en el colegio del mismo, cuentan sus impresiones buenas y malas, hablan de lo gratificante de ver al barrio unido, todos trabajando dentro de la ciudad, con un ambiente completamente empático y solidario. Se alegran de ver activa a su familia, trabajando unida, todos por lo mismo, pero se preocupan, actúan, recuerdan y cuentan lo sucedido, para que no quede como un asunto aislado su historia.
Al día siguiente Emiliano falta al colegio, se queda descansando luego de arriesgarse y trabajar intensamente toda la tarde y noche del día anterior junto a los bomberos, que a pesar de la hora y media de retraso, compensaron todo con su entrega al trabajo. Los señores se botaban al fuego, y estaban decididos a controlar las llamas. Aparecen también en el panorama diario, y de este día, helicópteros cargados con 1200 litros de agua, que son insuficientes debido a las condiciones de uso. Esto hizo que Colombia envíe un contingente de helicópteros con tanqueros de mayor capacidad, y especializados en esta labor.
Aparecen también todos los convocados luego de la Alerta: Fuerzas Armadas, Policía Metropolitana y Nacional, Cuerpo de Bomberos de Quito, Bomberos de Guayaquil, que están en constante práctica y mejor entrenados; todos acuden dispuestos y muy equipados, pero imposibilitados de maniobrar debido a las condiciones de los terrenos afectados, que en mayoría han sido quebradas de difícil acceso para las motobombas y la maquinaria pesada. Pasan apagando el fuego todo el día, y el viento hace que la amenaza continúe durante toda la noche. El sueño del barrio es liviano, y el estado de alerta no se va con los días, pues aún se pronostica unos diez día más de clima seco.
Todos estos pequeños problemas indican la falta de preparación de la ciudad para estas situaciones. Son ya muchos veranos en los que los incendios han sido la constante, y no existen aún planes de prevención, los barrios aún no han recibido capacitaciones ni talleres relativos a esta temática. Recién ahora, luego de una Alerta, el tema resuena, y obliga a las autoridades a actuar de forma inmediata, pues ahora viene el invierno, y se espera un Fenómeno del niño intenso, que traerá en cambio, las consecuencias relacionadas a esta erosión de la tierra, producto, entre otras cosas, de los incendios, que seguramente afectarán de igual forma a varios sectores de la ciudad.