Décadas atrás, la hípica movía masas, inspiró una pasión que ha durado generaciones. Actualmente, en el principal hipódromo de Ecuador, una visión decadente de la práctica de este deporte vuelve difícil la tarea de imaginar una época de oro, narrada por los viejos en las tribunas. El paisaje es de caballos asustados, infartándose al cruzar la meta. Antiguos apostadores que encuentran en sus ganancias una fracción de los premios de antaño, y una nueva generación hípicos que toman la batuta con desgano, al ser herederos de una tradición en agonía. Esta pasión terminara con aquellos veteranos nostálgicos, que nacieron con los caballos en su sangre, su pura sangre.
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Santiago Arcos Veintimilla