@ElMediodia
No sé si fue porque cargaba un leve chuchaqui por la farra del matrimonio de mis panas Lorena y Andrés, pero este cebiche del puesto número trece del mercado de Sauces IX es EL MEJOR CEBICHE QUE ME COMÍ EN MI VIDA.
Esta crónica es corta y al punto, como el cebiche en cuestión. Mi viejo me telefoneó a las diez para rescatarme de lo que, a no dudarlo, hubiese sido una mañana de estar echado revolcándome en la cama. “Vamos a desayunar algo”, dijo, y yo respondí “presente”. El destino era incierto, aunque en el trayecto nos desviamos a Urdesa para jalárnoslo a la jama al editor gkillcitiano @josemarialeonc.
Mi viejo propuso cruzarnos al mercado de Sauces IX donde, según afirmaba él -y comprobamos al llegar-, se podía comer de todo, cual si fuera buffet.
Al entrar mi viejo nos derivó al puesto #13, de cebiches, y se cortó sólo hacia el fondo del mercado en busca de un bolón. Inicialmente iba con la idea de comer algo caliente, con arroz, pero al ver las conchas recién sacadas del manglar, apiñadas allí en el puesto de “El panal de los mariscos”, me la jugué por el cebiche mixto, concha y ostras.
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El precio no es barato, para ser un mercado ($ 5,50), pero por el plato sopero que me sirvieron en cualquier otro sitio me sacaban fácil un 60% más. La espera por comer se me fue en ver como preparaban el cebiche allí mismo, a la vista, con conchas y ostras de día. Un cebiche de concha, para mí, es un plato sencillo. El marisco da casi todo lo que se necesita: la carne y el jugo, negro como la conciencia de algún político profesional. A eso sólo hay que agregarle limón, cebolla curtida al gusto, yerbita, y tal vez algo de tomate picado. Así me lo dieron, y sólo me restó esparcirle el ají y los chifles triturados para tener el plato perfecto. @josemarialeonc no me dejará mentir, y por eso repito, es EL MEJOR CEBICHE QUE ME COMÍ EN MI VIDA. Tal vez corrí con suerte y otro día las conchas y las ostras no están tan buenas y frescas como hoy. Puede ser, y sin duda eso restaría casi todo el encanto a este plato; la frescura es la clave. No obstante, no fue un albur la cantidad de conchas y trozos de ostras que vinieron en el plato. Esas cinco balas fueron recontra bien gastadas.
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Los señores que atienden están allí desde el año 2000, el mismo en que abrió el mercado. El puesto tenía más clientela que sus vecinos. La gente no come vidrio; sabe lo que es bueno y le paga con su fidelidad –esto aplica lo mismo a la comida que a cualquier otro ámbito. Yo, en cambio, debo confesar que tengo miedo de volver a este puesto #13 del mercado de Sauces IX. Tan bueno estuvo el plato que temo que al repetir no vuelva a sentir lo mismo, y este recuerdo que me llevé hoy se empañe con una experiencia subóptima. Así ha de ser con todas las cosas buenas en esta vida. Creo que deberé correrme el riesgo.
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PD: Quiero aprovechar que esta crónica es corta para, a las puertas de cumplirse el año de inicio del proyecto #HuecasPepadeGuayaquil, agradecer a mis amigos de www.gkillcity.com por el espacio que me han dado, la paciencia que me han mostrado y la presión que me han puesto para seguir adelante. Escribir acá me hace feliz, me rescata de la introspección y me conecta con ese mundo infinito que se esconde tras la historia de cada hueca. Eso es algo que considero muy valioso, especialmente en días como estos recientes. Espero que también para ustedes sea valioso, aun desde lo marginal.
Esta crónica se la dedico a Pato, con cariño eterno por esa amistad que tan pronto me regaló.
Rafael Balda Santistevan