No baby pulled screaming out into this seething whirl
by chance or whim, or even love.
Morrissey
I
-¿Por qué no quiere tener hijos?
Lo pregunta el psicólogo del hospital militar. El man es pana. Uno de los requisitos para la vasectomía es la correspondiente evaluación-psicológica previa. Pareciera que una persona cuerda no tomaría la decisión de no tener hijos. Tal vez algunos piensen que las lecciones de ciencias-naturales de la infancia nos convencieron a todos. “Los seres vivos nacen, crecen, se reproducen y mueren.” Puedo entender la reproducción como vital para la perpetuación de la especie, pero muy a menudo no puedo entender a la especie.
-¿Cree que el planeta está sobrepoblado?
Mi decisión es un poco más egoísta que eso. Creo que al planeta le vendría bien liberarse de un poco de humanos, pero no seré yo quien apoye campañas de asesinatos-masivos. El infantil argumento de los niños-hambrientos-en-África no me quita el sueño (adiós premio Nobel de la Paz) y las metrópolis atestadas de individuos siguen estando del otro lado de la pantalla. De mi pantalla, por lo menos.
-No confía en la gente, entonces.
Me imagino que parte del trabajo del psicólogo es hacer generalizaciones. Estoy en un hospital militar. También podría generalizar e imaginarme a todos los soldados que pasan por aquí yendo a una hipotética guerra para garantizar la seguridad de sus hijos; no la de los ministros ni la de los grandes empresarios y ni siquiera la de sus amantes, sino la de sus hijos. Y me imagino que parte de la decisión para no tener hijos es que esa hipotética guerra la siento adentro con muchas caras y demasiadas aristas, y no tiene que ver con fronteras -o por lo menos no con fronteras geográficas- y simplemente renuncio a luchar.
-¿Por qué el egoísmo?
Porque me parece una opción válida per se. Podría también contarle de todos mis amigos con hijos que nunca los ven, criados por niñeras, consolados con televisión, en sesiones con sus colegas cuando los padres se separan, pero mi decisión no va por ahí.
-¿Y dónde deja el “creced y multiplicaos” bíblico?
No creo que el Dios bíblico sea el mejor ejemplo de paternidad. A sus primeros hijos los botó de la casa, a uno de sus mejores panas le ordenó que lo mate al suyo antes de decirle que estaba en cámara-escondida, y al último que conocimos lo mandó a matarse dizque para que nosotros obtengamos un perdón de Él mismo (“¡pero nos ama!” me grita George Carlin desde el cielo).
-¿Está consciente que es una intervención prácticamente irreversible?
Lo sé, y correré el riesgo.
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Acción 6, Rudolph Schwarzkorgler
II
-¿Por qué no quiere tener hijos?
Lo pregunta el urólogo mientras se pone los guantes. La vasectomía es una operación bastante sencilla en realidad. No hay necesidad de pasar la noche en la clínica, la anestesia es local, dos pequeños cortes, y a la casa. “Vasectomía” es un neologismo híbrido: vas es de vasum = vaso, ek es de εκ = fuera, tomé es de тоμή = corte, ia es de íα = cualidad. Dos enfermeras manipulan mi pene: lo afeitan, lo anestesian, ubican los conductos deferentes. Pero esto no se trata de mi pene, y tal vez eso explique la ausencia de vergüenza.
-El éxito de la operación para revertir la vasectomía es muy bajo, no más del 20%. Si quiere puede tomarse más tiempo para pensarlo.
El doctor tiene el bisturí en la mano y sabe de antemano mi respuesta. El man también es pana. Ese es uno de los sinos (me niego a llamarlo “ventajas”) de vivir en una ciudad pequeña. De forma directa e indirecta lo hemos venido hablando desde hace casi diez años. No sabría decir por qué no lo hice antes. Lo que sí sé es que, en todos esos años, las razones fueron evolucionando; unas ideas fueron descartadas, otras añadidas, otras remodeladas.
-Recuerde que la vasectomía no previene las enfermedades-de-transmisión-sexual.
Es la última observación-técnica que hace. Luego, mientras trabaja, nos ponemos a conversar de otros temas, desde gastronomía hasta de sus últimos viajes por especializaciones. Noto que omite preguntar por mi familia; creo que lo hace a propósito, y lo agradezco. Me cuenta un chiste, y espero que el bisturí no esté tan cerca de mi piel para reírme; el chiste es malo, pero igual me río.
III
-¿Por qué no quieres tener hijos?
Lo pregunta mi papá, al otro día de la operación. Me gustaría decir que, por cómo maneja la situación, no está enojado ni decepcionado, pero no me atrevo a poner palabras en su boca. Le explico mis razones; a ratos me contradigo, a ratos no puedo mirarlo a los ojos mientras sigo hablando, pero no me hace ningún reproche, ni siquiera me interrumpe. Eso no necesito extrapolarlo. Espera a que termine de hablar. Me dice que no se lo esperaba, pero que tampoco está del todo sorprendido. En ese momento caigo en cuenta que nunca busqué su aprobación, pero que sus palabras (porque él usa más palabras que aquí, a propósito, omito) me alivian de un peso que estaba ahí sin nombre ni forma definida. Por la operación no puedo beber alcohol por el momento, así que lo invito a un helado, en una de las pocas heladerías que quedan de las que él me llevaba cuando era un niño.
Pablo Saritama