-Acaban de hacer mis dos preguntas estrella -dijo Fabián Mosquera cuando Ramón Barranco, director artístico del Teatro Sánchez Aguilar, daba por terminada la rueda de prensa con Michal Sturminger, Martin Haselbock, Sophie Klussmann (¿no es preciosa?), Ingeborga Dapkunaitke, Florian Boesch, y sí, John Malkovich.
Las dos preguntas estrella eran, evidentemente, aquellas en las que instaron al famoso actor a que diera su opinión sobre el asilo de Julian Assange, y la petición de pronunciar “guatita”, porque, entre otras cosas, “queremos que el señor Malkovich se sienta como en casa”.
Después de aquella primera broma de Fabián, hecha en corto, ríos de tinta corrieron acerca de aquella rueda de prensa. Durante la ronda de preguntas, tuve que guardar la mía porque a El Telégrafo le habían dado una exclusiva.
Y todo iba bien. Luego del “¿qué consejos tiene para los actores ecuatorianos?”, hubo otras preguntas. Preguntas útiles, interesantes, divertidas. En el video que circula por YouTube, subido en el canal de Eduardo Adams no aparece ni un cachito de la Cristina Chavarría consultando qué era primero en Las variaciones de Giacomo: Mozart o Casanova.
Imaginaba que aguantando a que se agotaran las intervenciones, podría hacer mi pregunta. Nada del otro mundo, después de todo. Era algo que se le quedó afuera a Fabián en los cortos 10 minutos que Malkovich le otorgó. Pero la guatita fue el acabose, o al menos eso se puede deducir del repentino interés de Barranco en invitarnos a probar los bocaditos.
Era evidente que el siguiente paso era montar un análisis sobre la rueda de prensa. Otros medios lo hicieron. Por ahí aparecía Barranco en El Comercio, diciéndole a Arturo Cervantes que “ése es el periodismo cultural que hay”.
El mismo día de la rueda de prensa, había publicado en el diario una entrevista a Rodolfo Kronfle, donde salía diciendo que “es un abuso editorial cuando el reportero que comenta sobre un concierto de salsa es el mismo que va a cubrir una exposición de pintura”.
En twitter, ya saben, fue una carnicería, sobre todo a partir de este post de Jorge Delgado. Me pregunto qué debe estar pensando ahora Evelyn Cadena, la periodista de En Corto que además de guatita, preguntó si acaso Malkovich ya habría probado el cebiche.
Y mucho se ha dicho acerca del deber ser.
Afortunadamente, durante la reportería para ese análisis, apareció una implacable Denise Nader, que da clases en la UCG y escribe libretos para Daemon, grupo teatral de Jaime Tamariz. Al cabo de un par de preguntas, me dijo Denise: “Puede sonar a psicoanálisis, ¿pero qué te molesta? ¿no haber podido tener tu espacio para preguntar?” Y remató con un duro “se escriben crónicas más para decir ¡mírenme, mírenme! yo sí me doy cuenta de estas cosas, yo sí lo hubiera hecho mejor«.
Esa indignación inicial, que casi aseguraba que las fuentes dirían lo mismo… digamos que fracasó, como Las variaciones de Giacomo, que no resultó ser la gran historia que se esperaba.
Y entonces, cuál mismo es el deber ser. Al menos ahora tenemos otro imaginario, uno gracioso. Al tema parece que le falta mucho para agotarse, y más allá del frívolo “qué vergüenza”.
Es curioso cómo, por ejemplo, la pregunta sobre el asilo de Julian Assange ahora ya no suena tan mal. Sobre todo después de que el jueves Clint Eastwood hiciera su performance republicano, en el que sentaba en una silla vacía a un imaginario Barack Obama, al que le terminó diciendo que “cuando alguien no hace bien el trabajo, hay que dejarlo ir”.
Después de todo, la respuesta que ha dado Malkovich era para escucharse: que Julian resuelva en la corte. Y Obama le ha contestado a Clint Eastwood con poco menos que un puñete, en una respuesta hecha tuit, profundizando esa ya no tan nueva moda gringa de que haya un romance entre Hollywood y las campañas electorales.
Considerando que el show de la guatita es mérito puro de Evelyn, lo más divertido que ha dicho John Malkovich, si me preguntan, ha sido el “I’m not here to give advice”.