En las últimas semanas en el país se ha estado debatiendo sobre el aborto desde diferentes puntos de vistas y posturas. El tema se ha abordado en los medios de comunicación convencionales y en los no convencionales. Desde bitácoras de internet, columnas de opinión, foros académicos y mesas redondas. Se hizo entrevistas a la gente que sabe y a la gente que no sabe también. De esto se ha hablado en las calles, en las casas, en las oficinas.
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La mayoría de quienes se oponen a la despenalización del aborto, aún en casos de violación, tienen una misma línea discursiva que se puede resumir de la siguiente manera: Las mujeres no podemos tomar decisiones sobre nuestra propia vida y además, para la sociedad y para nosotras es peligroso y nefasto que lo hagamos, porque somos estúpidas, putas, locas y malas. ¿Cómo así? Por esto:
Las mujeres somos mentirosas.- Si se despenalizara el aborto por violación todas las mujeres diríamos que hemos sido violadas para poder abortar. Somos malas, mentimos. No se puede confiar en nuestra palabra.
Quienes dicen que las mujeres fingiríamos una violación para abortar, deliberadamente se olvidan que para acceder a un aborto no punible la violación debe ser denunciada en su momento y no después. Por lo tanto, no cabe fingir una violación extemporánea.
Pensar que toda mujer que desea abortar se inventará una violación desconoce el principio de la buena fe. Pero además, en el supuesto no consentido de que alguna mujer falsifique una denuncia de violación para acceder a un aborto, el abuso de un derecho no es razón suficiente para negar su reconocimiento.
Una no es ninguna.- Es muy, pero muy poco probable que una mujer violada quede embarazada. ¿Cómo así? Porque el cuerpo de la mujer se cierra durante una violación (sufre una especie de bloqueo psicosomático que esteriliza temporalmente a la mujer debido al shock) y esto hace casi imposible que se embarace. Por lo tanto, no ameritaría hacer una ley al respecto, porque los casos son mínimos.
Surge una duda, si una mujer que dice haber sido violada sale encinta, de pronto no fue exactamente violada, de pronto lo disfrutó porque… ¡las mujeres somos unas putas!
Esta mega burrada hace pocos días le causó graves problemas a Todd Akin, candidato republicano para el Senado Norteamericano. En una entrevista en televisión Akin dijo que está contra el aborto aún en casos de violación porque está comprobado que las violadas casi no salen encinta. Por supuesto, recibió una rechifla a nivel mundial acá.
Estudios tras estudios han demostrado que las mujeres violadas no se cierran, ni se esterilizan temporalmente, ni tienen pocas posibilidades de quedar embarazadas. Pero existe además un estudio publicado en 2003 por Jonathan A. Gottschall y Tiffani Gottschall -dos investigadores de la Universidad de St. Lawrence en Canton Nueva York- que va incluso más lejos. El estudio revela que no solo que las violaciones sí embarazan, sino que son más frecuentes los embarazos provenientes de violaciones que de relaciones sexuales consentidas. Más del doble: 6.4% frente al 3.1% acá.
En el Ecuador se reportan un promedio de 13 casos de violación por día. Los centros de protección del MIES registran en los 5 primeros meses del año 251 violaciones a niñas. Yo me pregunto, ¿aún si fuera cierto que pocas mujeres se embarazan a causa de violaciones, dada las cifras que tenemos, ¿cuántas son pocas?¿Pocas no cuentan?
La maternidad es una bendición.- Una mujer debe estar muy loca para no querer tener un hijo, pues es un milagro, es el destino natural de toda mujer. Pero como hay tanta loca suelta, lo mejor es que si una de estas desequilibradas quiere abortar, exista una ley que se lo impida. Toca, eso sí, confiar en que cuando la mujer vea a su hijo se enamore, se olvide de que ese hijo fue concebido mediante un acto brutal y espantoso, se reconcilie con la idea de ser madre. Y si esto no ocurre; porque, ya se sabe, las mujeres somos unas locas, siempre lo puede dar en adopción.
Esto es de un paternalismo nauseabundo. Las mujeres merecemos que se nos trate como seres humanos capaces. Aunque solo sea para no llevarse por delante las garantías constitucionales que hablan de no discrimen y de la igualdad ante la ley entre hombres y mujeres.
Nadie más que una mujer debe ser la llamada a tomar aquellas decisiones que afectan su vida, aunque esas decisiones sean las más dolorosas y extremas que alguien pueda tomar.
Los graves daños psicológicos.- Las mujeres estamos tan locas que queremos abortar y no pensamos (o no sabemos y por eso hay que informarnos) que de hacerlo sufriremos el famoso síndrome post aborto. Esto le ocurre a toda mujer que interrumpe voluntariamente su embarazo y le deja secuelas psicológicas que la dañan de por vida. Por lo tanto, hay que protegernos de nosotras mismas. Porque ya se sabe, es horrible que a una la violen, pero mucho más horrible es pasar por un aborto.
Durante los últimos años los grupos opuestos al derecho de las mujeres al aborto han insistido en la existencia de algo llamado síndrome traumático post aborto, pero un cuidadoso análisis de los datos ha llevado a la comunidad científica a la conclusión de que esta afección es un mito y no una realidad. No se ha podido establecer una relación causa-efecto.
De los numerosos estudios sobre las consecuencias psicológicas del aborto inducido en los últimos años (los más importantes David et al., 1978; Rogers, Storms y Pheifer 1989), aunque con algunas variaciones, todos coinciden en que las secuelas psicológicas adversas solo se producen en un pequeño porcentaje de las mujeres. Y esto no se puede atribuir al aborto en sí, sino a la grave presión cultural, social, moral y religiosa que el hecho de abortar tuvo para las mujeres que se lo practicaron. Otros estudios (los más importantes David et al, 1978; Handy, 1982; Romans- Clarkson, 1989; Dagg, 1991; David 2006) muestran que la frecuencia y gravedad de estos daños psicológicos son mucho más grandes en mujeres a quienes se les negó un aborto. Daños psicológicos que son directamente el resultado de esa imposibilidad de abortar.
Un interesante estudio (Brewer, 1977) comparó, de manera prospectiva, la incidencia entre la psicosis post parto y la psicosis post aborto en la misma población y comprobó que este problema es mucho más frecuente tras el nacimiento de un bebé, que tras un aborto inducido.
Es por esto que ni la Organización Mundial de la Salud, ni ninguna organización médica o psicológica en el mundo ha reconocido la existencia de este síndrome post aborto.
¿De qué nos están protegiendo?
El temible libertinaje.- Si se despenaliza el aborto, aún en casos de violación, las mujeres -que somos unas estúpidas y además unas putas- saldremos a la calle a tener sexo con todo el que se nos cruce. La sociedad sería un caos. Necesitamos un freno.
De pronto el embarazo deja de ser una bendición y se convierte en un castigo que las mujeres tenemos que pagar a cambio de tener una vida sexual. Además, de golpe y porrazo se vuelve un hecho el que las mujeres vamos a utilizar el aborto como nuestro método anticonceptivo favorito. Porque somos estúpidas, locas, putas y malas.
Sobre este último punto creo que no hace falta que diga nada, que diga más.
Finalmente -y ya que sostengo que es saludable hablar desde datos serios y no desde el mito, la zoquetada y el prejuicio- hagámonos cargo de que el 26% de todos los embarazos mundiales, sin contar los abortos espontáneos y partos de fetos muertos, terminan anualmente en abortos. Uno de cada cuatro embarazos en el mundo es objeto de una interrupción voluntaria (Estudio de Henshaw, Singh y Haas, 1999).
Estas cifras ilustran la enorme dimensión de un problema que en nuestro país nos cuesta la vida o la salud a las mujeres. Antes de decir tan fácilmente que las mujeres no podemos decidir o que somos monstruos por hacerlo, pensemos que esa mujer de la que hablamos puede ser nuestra madre, hija, amiga, hermana, sobrina, novia. O que podemos ser, tal vez mañana, nosotras mismas.
Silvia Buendía
Obra: Luigi Stornaiolo