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Jorge Marcet

La provincia de Ha Giang, 290 Km. al noreste de Hanoi, es la provincia mas norte del país y por ende una de las remotas. Comparte frontera con China en su punto más norte. El mayor sector de trabajo de la provincia es la agricultura. Esta es muy dura ya que el terreno de sembrío es básicamente sobre pendientes en peñascos de roca. El proceso de fabricación con lodo de los escalones que permiten el acomodamiento óptimo de los sembríos de arroz, es arduo y conlleva mucho tiempo el cual es seguido por el trabajo desgastante de la siembra y la manutención como tal. A pesar de esto la mayoría de la población de Ha Giang han sido agricultores por generaciones. El paisaje es maravilloso, el trabajo es duro. Este sector de Ha Giang es conocido por el despliegue de minorías étnicas que reside

n dentro de su área. Están los Kinh, que forman el 10% de la población de la provincia
y otras 22 como los H’Mông, Tày, Dao, Nùng y Lô Lô. Estas se las puede apreciar en los sembríos o en cualquier mercado de fin de semana.

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Aparte de la cultura, están los paisajes. Los arrozales minuciosamente labrados en las montañas forman un mar de escalones verdes cuyos bordes curvos juntos dan la apariencia de líneas entreveradas al azar. Los ríos fluyen como serpientes marrones a través de las quebradas de formaciones kársticas que caracterizan la belleza de la zona.

Nuestra aventura comenzó cuando decidimos que queríamos adentrarnos en las regiones más remotas del norte de Vietnam. Decían los locales y viajeros que el norte de Vietnam era lo mejor preservado culturalmente del país, que los paisajes eran espectaculares y los mercados eran inundados por indígenas de todas las diferentes minorías étnicas del norte. Cogimos un bus y nos fuimos a un pueblito llamado Bac Ha donde estuvimos en dos de los más diversos mercados del norte. Vendían de todo, gallinas, perros, burros, pájaros, carnicería, vegetales, artesanías, en fin. Después de esos mercados decidimos irnos a Ha Giang. Los viajes en bus eran una ruleta rusa y largos. Si tenías suerte de trepabas en uno bueno y espacioso por las 6-7 horas de viaje. Si no, tocaba en furgoneta como sardinas. Casi todas nos tocaron en furgoneta.

Habíamos escuchado de una ruta que la gente hacía en moto al norte, casi en la frontera con China. Llegamos a Ha Giang, la capital de la provincia, donde después de mucha búsqueda encontramos el único lugar que alquilaba motonetas. Negociamos un buen precio, planeamos, sacamos permisos y nos fuimos. Llevamos una mochila pequeña cada uno y mi trípode. El resto lo dejamos en el hostal. El primer día nos fuimos desde Ha Giang hasta Quan Ba y después hasta Yen Minh. Dos pueblitos en la ruta a la frontera. En este tramo ya comenzábamos a ver las lagunas de arbustos verdes en las cuestas de las montañas formadas por los arrozales. Las formaciones kársticas que salían de lo verde como puntas redondeadas y en cada paso de curva los artesanos de la tierra, cortando, labrando, manteniendo, sembrando. Vacas y bueyes eran sus compañeros de trabajo.

De Yen Minh salimos a Lung Cu. Este era el pueblo desde donde se podía ver la frontera China. Al amanecer nos dimos cuenta de que el tiempo no iba a ser favorable, pero decidimos salir con cuidado. Pasábamos en la moto por un pueblo bien pequeño, de esos que tienen a duras penas 5 casas, pero tenía un monumento a los héroes de guerra con un techo. Nos cayó el diluvio. Decidimos regresar y refugiarnos debajo del monumento. Teníamos encauchados plásticos que nos ayudaban a mantenernos medios secos. Después de cómo un par de horas la lluvia paró. Decidimos salir, nos faltaba solo una hora hasta Lung Cu. El problema eran los caminos de curvas pronunciadas y caídas vertiginosas que nos aguardaba mojado. Vimos algunas motos pasando sin problema y nos fuimos.

Parecía que nos iba a volver a llover. De repente el paisaje comenzó a tomar una forma geométrica. Hasta el horizonte se podían divisar las escalinatas de los arrozales en casi todas las montañas a la vista. Vimos que todavía después de la lluvia había agricultores trabajando sus tierras. Tuvimos que parar para admirar el paisaje. Ahora, los escalones y el agua de lluvia estancada en ellos reflejaban el cielo de nubes blancas como espejos. Era un espectáculo. Encontramos a este artesano que estaba labrando las partes del arrozal que le había dañado la lluvia. Con los espejos y líneas que lo envolvían, decidí poner mi trípode y tomarle una foto. El arrozal y su amo.

**Nota del Editor: Con este maravilloso trabajo, se estrenan Jorge y sus aventuras, que nos caerán como inspiradoras brisas de otras latitudes a las que muchas veces queremos llegar, pero nos ponemos miles de auto excusas complacientes y cobardes para quedarnos en la seguridad de nuestro espacio habitual. Que el valor y locura del autor y su esposa Carla, al emprender un viaje de 631 días por los rincones más remotos del planeta, nos sirvan de lección y estímulo para entender que no existe nada material que pueda superar lo que se puede vivir y aprender en una aventura, en un viaje, en la verdadera libertad. Este formato abre también una nueva propuesta gráfica que veremos semanalmente en Gkillcity.com, en la que hasta ahora sólo se presentaban ensayos fotográficos. Una sola foto, un solo instante, y todo lo vivido, sufrido, sentido, razonado para llegar a plasmarla. Gracias de nuevo a Jorge, por inspirarnos a seguir evolucionando, a seguirnos liberando.»

Jorge Marcet