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@LuisaCuestaV

Dos semanas en un vacacional de teatro para los niños de Nigeria, como ellos se auto denominan, fue un trabajo que me dejó tambaleando como si hubiera trabajado dos meses sin parar sacando maleza a punta de machete. La capacidad rítmica, el canto, el baile y el teatro genera en ellos un abrumador  ”Kame Hame Ha” imposible de controlar.

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A medida que me acoplaba a la energía desenfrenada de los simpáticos mini reguetoneros iba acercándome más a ellos y ¡oh, cuánto me enamoraron!. Sinceramente llegó un momento que a todos imaginaba adoptarlos. Su realidad es tan hostil que solo podía pensar en sacarlos de ahí. Están acostumbrados al maltrato, a golpearse entre hermanos pero mal, así como cuando uno pega con odio jarocho. No pueden controlar su temperamento y tienen un comportamiento abusivo y manipulador, saben todo lo que es el sexo pero nada del amor. Sus lindas sonrisas esconden su realidad, pero sus miradas lo delatan todo : vivir en una casa de un solo cuarto donde los papás “tiran” delante de ellos y la mujer es maltratada física y sicológicamente; ir a una escuela inundada hasta sus rodillitas mientras renacuajos y excremento canino los acompañan flotando hasta el salón de clases, desnutrición, pobreza y golpes.

El teatro los llevó a tener mayor consciencia de trabajo en equipo y a tolerarse entre ellos. Después de dos semanas de clases ya los maltratos habían bajado, creció la integración entre compañeros y el mensaje sobre cuidado ambiental había dado efecto.  Al final del vacacional recibí un “Gracias profe, me gustó aprender teatro”.

 

Luisa Cuesta