Reverendísima ‘susantidad’, curas non sanctos y de los buenos también, monjitas malencaradas, laicos practicantes… en fin, representantes todos de la transnacional católica, apostólica y romana, como mi nombre consta en la lista de sus accionistas –aunque soy ex accionista en la práctica–, me permito hacer unas sugerencias para mejorar la administración de esta empresa, que va a dar con todos sus trastes directo a los quintos infiernos, si no hacen algo ¡ya!
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Hace unos días escuché la ocurrencia del pastor evangélico alemán Ralf Schmidt de celebrar una misa erótica, en la cual incluiría “términos de la calle” para hablar de sexo y amor conyugal con su feligresía. Alucinante, ¿no?
Por esos mismos días, leí algo acerca del Kamasutra Católico, impulsado por Ksawery Knotz, un cura polaco de prolífica y osada imaginación (porque si cumple estrictamente con el celibato, nada tendría para aportar en este campo; a mí no se me ocurriría impartir clases de catecismo… dios no lo permita). Sigamos, hay más.
No pasa solo en tierras lejanas. Acá, también la milenaria transnacional ha prendido las alertas marketeras y se juega sus cartas (y su credibilidad) en estos terrenos resbaladizos para una organización de su tipo. Una enorme valla publicitaria adornó por semanas una concurrida esquina quiteña: un cura joven y atractivo promocionaba su conferencia ‘Intimidad conyugal’ (boletos disponibles en importante cadena de supermercados). Como lo leen.
Les pregunto, sinceramente, sin ánimo de ironizar: ¿se dan cuenta de que están haciendo todo al revés? Parece que no y por eso me permito soltar estos tres que cuatro consejos que, aunque no han sido solicitados, les pueden servir y, sobre todo, nos van a ayudar a todos lo que estamos a su alrededor (accionistas, ex accionistas y competencia) a vivir mejor.
Primero, para no seguir perdiendo fieles en efecto cascada, tienen que aceptar la realidad: la gente usa anticonceptivos (porque tener muchos hijos muriéndose de hambre no es un bendición); pero no solo eso, súbanse a la ola y promuévanlos. Difundan en esos lugares inhóspitos donde solo llegan trasnacionales tan poderosas como ustedes y la Coca Cola, la buena nueva de que se pueden cambiar el método del ritmo y la abstinencia por pastillas, condones, diafragmas, vasectomías y DIUs (dispositivos intra uterinos). Les aseguro que después de que emprendan esta campaña más gente sufrida, y aquella que haya prevenido contagiarse de VIH, querrá conocer a su dios.
Segundo (sigan leyendo, que es gratis), dejen de discriminar a diestra y siniestra. Y que todo el que quiera: pelirrojo, divorciada, achinado, gay, bajito, comunista, etcétera sea bienvenido, bien visto y bien tratado en su iglesia, cuyo eslogan reza que hay que amar al prójimo (a cualquiera) como a uno mismo. Sin tratar de cambiarlo ni sanarlo ni nada que suene a facismo y a control.
Tercero: sepulten el machismo. Y no se trata solo de monjas oficiando misa o dirigiendo el Vaticano, sino de cambiar el chip patriarcal/vertical por uno horizontal, en el que la mujer no debe obediencia a nadie, en el que todos tenemos iguales derechos.
Y por último –consejo de yapa– dejen de hacer el ridículo con misas eróticas, kamasutras apócrifos y curas-sex-symbols. Pónganse serios, hagan honor a su eslogan y todo llegará por añadidura (sin contar con que el resto vivirá más tranquilo).
Ivonne Guzmán