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¿Y si te invito a tomar un vino verde? ¿Qué pedirías para comer? ¿Ensalada? ¿Y te animas a un vino rosado? ¿Con frutas rojas?

Entre las muchas cosas que se pueden aprender en Portugal, la categoría vinos da para años de estudio. No solo por la variedad de cepas que existen en este país que mide casi un tercio del territorio ecuatoriano, también por la falta de pretensiones que hay en su industria, que cada año gana más premios en los concursos internacionales. Y no estoy hablando de vinos carísimos para comprar solo en días especiales. Hablo de vinos que cuestan entre tres y veinte euros por botella. Vinos que están en las perchas del supermercado y no solo en las páginas de la revista Wine Spectator.

Más allá del famoso vino de Porto, que no falta en la sobremesa (y cuyo espectro va desde el blanco al tinto, desde el seco al dulce), Portugal tiene otro vino muy conocido por el matrimonio bien avenido que tiene con el bacalao: el vino verde. En nuestro primer día en Lisboa, comimos bacalao y lo acompañamos con una botella de Quinta da Aveleda, uno de los productores de vinos verdes más conocidos. El verde es un vino joven, casi burbujeante, perfecto para acompañar a las postas color perla del bacalao noruego que tanto se consume en estas tierras. Luego descubrimos que dentro de los verdes, hay regiones con más fama que otras y aprendimos a explorar entre las marcas y los orígenes. Después de dos años acá, nos hemos dado cuenta de que será imposible probarlos todos, aunque acompañásemos todas las comidas con vino verde. Y esa no es la gracia, hay muchos otros vinos que probar.

El vino rosado, con el Mateus Rosé como más famoso de todos, es la estrella del verano portugués. En los días más calurosos ese vino casi dulce, un poco espumoso y leve, llega helado a las mesas y combina casi con todo. El Mateus Rosé tiene setenta años, botella en forma de cantimplora y es uno de los vinos portugueses más conocidos en el mundo.  En el mercado, cuesta cuatro euros. El año pasado, en una promoción, estaba en tres euros.

El Mateus es el más famoso, pero hay marcas para todos. En mi última visita al supermercado, conté cuarenta. El más caro costaba 10,95. El más barato, 1,75. Más o menos por esa banda de precios se mueven los verdes, blancos y tintos portugueses. Claro que hay aquellos que cuestan más de veinte euros la botella, pero hay que ser un profesional para notar la diferencia.

Cuando se llega a un restaurante, la sección nacional de la carta de vinos marea. Están los vinos del Alentejo. Los del Douro. Los de Dao. Los de la Beira Interior. Están las cepas Bical, Rabo de Ovelha, Siria, Fernao Pires, Alicante Bouschet, Tinta Grossa, Parreira Matias, Cachorrinho, Borracal, Esgana Cao… El Alvarinho. El Tinto da Bairrada. Y eso que todavía no llegamos al Moscatel. Ni a los vinos de Madeira.  O el espumante portugués.

La historia de los vinos locales no se queda ahí. Ha habido ocasiones en las que, al pedir la carta de vinos en un restaurante, el mesero ofrece el vino de la casa, aquel que producen en una finca que pertenece al dueño. Vinos que no se consiguen en otro lugar que no sea ahí. Vinos con el nombre del dueño del restaurante.

Portugal. País de buenos vinos. Y no te cuestan un ojo de la cara.

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