De todos los elementos que integran una democracia, ninguno es más indispensable que la posibilidad de elegir a los representantes en el ejercicio del poder mediante el sufragio. Y, por supuesto, ese sufragio solo puede originar una auténtica democracia cuando es libre y transparente, es decir, cuando existen garantías de unas elecciones limpias que reflejen la voluntad real de los ciudadanos.
Por eso es gravísimo lo que ha ocurrido en el Consejo Nacional de Electoral (CNE), donde numerosos ecuatorianos aparecen en movimientos y partidos políticos por los que jamás firmaron. O bien han desaparecido en aquellos por los que sí firmaron y constan en otros. O bien firmaron y ahora no constan en ninguno. Se trata, sin duda, del escándalo electoral más terrible que ha salido a la luz al menos desde hace treinta años.
El problema llega prácticamente a todas las organizaciones políticas de Ecuador, tanto a las afines como a las contrarias al gobierno. Y por esa misma razón, ninguna de estas organizaciones tiene plena credibilidad para abanderar un reclamo por este fraude —¿o error?— electoral. Por tanto, un grupo de ciudadanos hemos decidido alzar a la voz a través de la campaña Elecciones Limpias, una iniciativa que pretende recoger firmas espontáneas de los hombres y mujeres ecuatorianos que creemos que no hay peor mal que la apatía ciudadana frente a un escándalo tan burdo como este, que compromete los fundamentos de nuestra democracia y donde virtualmente podría estar involucrado cualquier político. Hay que entender que las principales víctimas de este descalabro no son los políticos, sino los ciudadanos comunes: es a nosotros a quienes falsearon la firma. Y, sea cual sea nuestra tendencia, todos debemos preocuparnos de que las próximas elecciones sean limpias y honestas, con reglas claras para cualquiera que sea el político de nuestra preferencia.
Con ese fin promovemos un comunicado público, que puede ser apoyado a través del Internet o con la recolección física de firmas.
¿Qué es lo que pedimos?
Antes que nada, pedimos investigar. Ya los políticos, como era de esperarse, han empezado a atacarse todos entre sí. Pero hasta ahora nadie tiene pruebas fehacientes de quiénes fueron los que falsificaron firmas, o si este escándalo se debe a hechos ajenos a los mismos partidos o movimientos. Por eso lo más urgente es realizar una indagación imparcial, pública y transparente.
De ahí que pidamos que se entregue a todo ciudadano una copia del supuesto documento donde consta su firma y que pidamos la verificación de TODAS las firmas de TODOS los movimientos y partidos. No, no se puede hacer solo un “muestreo” de un porcentaje de firmas a las organizaciones ya aprobadas: cualquier “aprobación” del CNE, luego de este escándalo, no tiene la menor pizca de credibilidad. El que nada debe, nada teme: verifiquen a todos. Y háganlo bajo la vigilancia de una comisión ciudadana y una veeduría internacional, más la indagación que debe seguir la Fiscalía por este ilícito.
Más allá del resultado de este proceso investigativo, desde ya pedimos que los vocales del CNE se vayan todos a su casa. Hoy nadie puede dudar —salvo que pretenda ocultar algo o promover algún interés oscuro— es que los vocales del actual CNE incumplieron su más básica función, impuesta en el artículo 219.1 de la Constitución: garantizar transparencia. El artículo 322 del Código de la Democracia claramente obliga al CNE a verificar la autenticidad de los datos de adhesiones a los movimientos y partidos. Es irrefutable que esa obligación fue incumplida, cuando el CNE ha aprobado organizaciones con firmas falsas, atestando un golpe letal a la credibilidad de todo el proceso electoral. Por tanto, el CNE debe asumir la responsabilidad legal y política de, al menos, una negligencia monumental en el ejercicio de su función principal. De ahí que pidamos a la Asamblea el enjuiciamiento político de todos los vocales y la designación de un nuevo CNE, que no sea mayoritariamente controlado por ningún partido.
Por último, pedimos que se respete la confidencialidad de las filiaciones políticas de todos los ecuatorianos, como ordena el artículo 66.11 de la Constitución. Hoy se puede ver la información de cualquier ciudadano en la página web del CNE con solo ingresar su número de cédula, certificado de votación y fecha de nacimiento, lo cual viola la privacidad de la filiación política de todo ser humano. Algunos replican que sin el fácil acceso a los datos de afiliaciones y adhesiones en la página web, no se hubiera descubierto este fraude. Y tienen razón. Por eso no pedimos que se eliminen los datos de la página web, sino que se asignen claves de acceso —u otro método de seguridad— a cada ciudadano para que la información pueda ser constatada solo por él y no por cualquier cristiano.
Ahora bien, ciertos pedidos ya han sido parcialmente cumplidos: ya la Fiscalía está investigando el caso y se está realizando la verificación de firmas. También se ha anunciado una veeduría de la OEA. Pero es vital que todo esto se haga con garantías de transparencia e imparcialidad. Y ello lamentablemente es hoy difícil cuando los vocales del CNE parecen más preocupados de salvar su pellejo que de hallar la verdad.
El CNE ha adoptado la postura comprensible, pero irresponsable, de defenderse a toda costa, echándole la culpa a los movimientos de haber comprado firmas falsas. Esto último, por supuesto, es muy probable y los responsables deberán ser sancionados y enjuiciados penalmente. Pero la sola venta de firmas no explica este escándalo del todo, porque no solo hay firmas “inventadas”, sino, lo que es más grave, hay muchísimas firmas “desaparecidas”. Algunos afirman que ello se debe a la duplicación que ocasiona la venta de firmas falsas: si yo me adherí al movimiento X, pero antes alguien puso mi firma falsamente en el partido Y, entonces voy a salir en el Y por el que nunca firmé. Pero esa tesis, ampliamente difundida por algunos defensores apasionados del CNE, ni explica la desaparición absoluta de firmas (los que se adhirieron a X partido pero hoy no salen en ningún lado) ni explica que en PAIS, que fue la primera organización aprobada, haya militantes como Fernando Cordero que aparecen en otros movimientos que se registraron después.
En fin, aquí hay gato encerrado. Es muy probable que algunos movimientos y partidos hayan hecho pillerías. Eso debe sancionarse con toda la fuerza de la ley. Pero aún se debe explicar al país por qué han desaparecido firmas en el CNE y exigir que sus vocales, además de ser penalmente investigados, tengan la decencia de abandonar una función que evidentemente han sido incapaces de cumplir.
Ese es un pedido que no corresponde a los políticos: la credibilidad de todos ellos hoy está en duda. Es un pedido que nos corresponde a los ciudadanos, para defender una democracia que nos pertenece a todos. Es hora de terminar con esa apatía cívica que permite los constantes abusos de nuestra clase política, solapada con la complicidad de nuestro silencio. Ya es hora de actuar.
Apoyar el pedido ciudadano de Elecciones Limpias solo toma unos segundos en este enlace.
Si quieres recoger formularios de firmas, los puedes imprimir acá.
Twitter: @Elecciones_EC
Héctor Yépez