@marcenoriega

Desde el 19 de Julio, los comerciantes no videntes de la 9 de Octubre sufren el acoso de la Policía Metropolitana, que les impide vender sus productos en esta calle, en la que han trabajado desde hace 20 años. El Municipio de Guayaquil no ha dado una solución humanamente aceptable para este colectivo, integrado por padres y madres de familia, así como por personas que, además de la ceguera, sufren enfermedades catastróficas. El Alcalde pretende reubicar a los comerciantes en puestos que no cumplen con las exigencias de este grupo vulnerable, pues están en zonas donde no hay actividad comercial, y no cuentan con aseos públicos ni prestan seguridad, tal como lo confirma el informe emitido por la Defensoría del Pueblo. El Alcalde Jaime Nebot ha tratado a los ciegos de la 9 de Octubre como ciudadanos de segunda clase, los ha humillado enviando a su guardia de choque para amedrentarlos y ha expresado que deben desalojar el centro de Guayaquil por una cuestión de “ornato”. El ornato de ninguna ciudad está por encima de la dignidad de las personas. Aquí el testimonio de ocho comerciantes ciegos impedidos de trabajar.

William Muñoz

50 años

Soy el director de acción social de la Asociación de Ciegos del Guayas. Yo me quedé ciego en el año 90, por negligencia médica. En el año 95 entré al área de rehabilitación de la Escuela Municipal de Ciegos 4 de Enero. A esta escuela, se supone, que va el ciego adulto va a rehabilitarse para volver a la sociedad como una persona útil. Pero ¿de qué sirve que uno se rehabilite si el mismo municipio, que es el dueño de la Escuela de Ciegos, lo margina a uno como ciego? Es absurdo. Yo estuve trabajando como telefonista público en toda la esquina de Escobedo y 9 de octubre, ahí trabajé sin ningún problema con los alcaldes anteriores: Abdalá Bucaram, Elsa Bucaram hasta llegar a la alcaldía de León Febres-Cordero, quien dispuso una ordenanza municipal que decía que los ciegos tenemos prioridad para trabajar en el casco comercial como telefonistas públicos u otro tipo de negocios que no sea venta de comida. Esa ordenanza el abogado Nebot la anuló, la tumbó. Desconozco por qué. Cuando nosotros alquilábamos teléfono tuvimos una reunión con el abogado Nebot y el ingeniero Febres-Cordero, y él nos pidió que pusiéramos unos módulos blancos con el logotipo del Municipio y el número del permiso municipal en una esquina, porque nosotros pagábamos el 70% del impuesto al uso de la vía pública. Nunca tuvimos problemas en la alcaldía de León Febres-Cordero. Ahora cuando ingresó el abogado Nebot empezó la persecución con los ciegos. A él nunca le ha gustado ver a un ciego en la calle trabajando. Entonces, por disposición municipal nos arrancaron los cables. Ellos llegaron como ladrones en la noche y nos arrancaron los cables de los teléfonos a todos los compañeros que estábamos en el casco comercial. Aducían que era por la regeneración. En ese momento no nos pudimos defender, porque no teníamos el presidente de la Asociación que tenemos ahorita, que nos ha ayudado e impulsado. Teníamos un presidente que estaba demandado penalmente por el hermano del abogado Nebot. Entonces, él no podía meterse con el Alcalde porque tenía lío con el hermano. Por eso no nos pudimos defender. A través de Pacifictel nos desconectaron las líneas telefónicas y fue eso lo que nos obligó a convertirnos en vendedores informales. Es decir que por culpa del propio Municipio nosotros quedamos en las calles. Entonces, tuvimos una primera reunión y el alcalde Nebot nos ofreció maravillas, así como el año anterior, pero nunca nos cumplió. Por el contrario, hemos sido víctimas del maltrato, del vejamen, la persecución, el acoso. El 21 de marzo del año anterior, en una reunión en el despacho del alcalde y sus funcionarios, Nebot manifestó que no íbamos a salir de 9 de octubre, simplemente que nos iban a pasar a unos quioscos para que tengamos más seguridad y mejoren nuestras ventas. Nos dijo que los quioscos iban a estar a 10 metros de la calle 9 de Octubre: en García Avilés y Rumichaca, dentro del malecón, en el Terminal y en las Cuatro Manzanas. Nos pidió que no trabajáramos esa semana y que esperásemos, porque en 8 días nos iba a entregar todo. Pero fue falso. Pasaron los 8 días, y nosotros tuvimos que volver a la calle para seguir trabajando. Al ver eso, el señor Narváez, acorralado, nos entregó dos quioscos el 31 de mayo, o sea dos meses después de la promesa del Alcalde. Un quiosco en Rumichaca salida a Zaruma y otro en Rumichaca salida a Vélez. En ninguno de los dos hay ventas. Este quiosco de Vélez estaba detrás de un casino, al pie de la salida de emergencia. Hubo un incendio en ese casino, y como el quiosco estaba tan pegado a la puerta, obstaculizó la salida de la gente. Los bomberos inundaron de agua el quiosco y se le dañaron todos los productos a mis compañeros. Eso nunca lo pagó el Municipio, nunca dijeron nada. Y en los quioscos que están del lado de Zaruma hubo robos, tuvieron pérdidas. En teoría nunca nos dieron los quioscos, porque no hay nada firmado. Todo fue de boca. A mí supuestamente me lo iban a dar en el Malecón, pero nunca me dieron nada. El señor Jonathan Gómez, gerente de la Fundación Malecón 2000, siempre me sacó el cuerpo, nunca me dio nada. Luego, me dijeron que el quiosco era un cubículo en Colón y Malecón, yo fui para allá, pero el administrador del Malecón, arquitecto Fernando Delgado, me sacó y me dijo que yo no podía estar ahí, porque a él nunca le llegó una comunicación de que una persona ciega podía trabajar en el Malecón. Es decir, me aplicaron el tontómetro.

Lo mismo le pasó al compañero Juan Pino. A él le ofrecieron un quiosco en el terminal terrestre, tomando en cuenta que anda en silla de ruedas y el terminal le quedaba más cerca de su casa. Pero en el terminal nunca lo dejaron situarse, porque decían que les iban a restar las ventas a los negocios que ya están ahí. Es decir que los señores del Terminal Terrestre, de la Fundación Malecón 2000 y los de la Fundación Guayaquil siglo XXI (responsable de la regeneración urbana), junto con el señor Xavier Narváez (Director municipal de Justicia y Vigilancia), son quienes nos tienen en este problema. E, indirectamente, también el señor Alcalde por no haberse amarrado bien los pantalones. Ellos no han cumplido con lo que manda la ley. Nosotros tenemos derecho al trabajo por la Ley de Discapacidades. Nos amparan los artículos 1, 2, 3, 4 y 21. En el artículo 4 dice que las personas con discapacidades tienen derecho al trabajo, sea formal o informal.

(Art. 4.- El Estado a través de sus organismos y entidades garantiza:

La formación, capacitación e inserción en el sector laboral formal e informal; así como, otras modalidades de trabajo; pequeña industria y microempresa, talleres protegidos, trabajo en el domicilio, autoempleo, etc).

Y la ley del Ciego dice, en el artículo 22 que las personas con discapacidad visual tienen derecho a instalar sus locales para ganarse la vida y que toda institución pública y municipal está obligada a crear un espacio para que la persona ciega ponga un pequeño negocio en el interior. El artículo 23 de la misma ley dice que los municipios están obligados a permitir que las personas ciegas vendan sus productos artesanales elaborados por ellos mismos, esto tampoco lo cumple el señor Alcalde.

También nos amparamos en el artículo 3 de la Ley de Discapacidades que dice que se debe eliminar toda forma de discriminación por razones de discapacidad y sancionar a quienes incurrieren en esta prohibición. Y nos amparamos en el artículo 23, 32, 35, 47, 53, 102 y 116 de la Constitución de la República, que son artículos que amparan a las personas con discapacidad.

El 20 de julio hicimos una toma pacífica de la 9 de Octubre durante cuatro horas. Estábamos en la manifestación peleando por nuestros derechos, y yo cansado me arrimé al poste. Entonces, ellos (policías metropolitanos) me aplastaron contra el poste con sus escudos, me dejaron sin aliento. Y yo sufro del corazón. Entonces el populacho se metió, los querían linchar, y ellos salieron huyendo como ratas. Porque eso es lo que son: unas ratas.

Ellos no podían, por lo menos a mí que no veo, maltratarme ni golpearme. Eso pasó como a las 4 y media de la tarde. Y, anteriormente en la lucha yo siempre he tenido problemas con ellos, porque siempre me faltan el respeto. Se burlan de nosotros, nos agreden verbalmente, físicamente y psicológicamente. Y estamos amenazados. Al menos yo no quiero cometer un error del que más tarde me vaya a arrepentir, pero las cosas ya están llegando a su límite.

Jonathan Bastidas Morán

21 años

Yo nací prematuro. Mi madre murió a los doce días de dar a luz. Éramos mellizos, pero mi hermano no resistió, solo duró quince días. A mí me pusieron en una incubadora, y no me taparon las vistas. Al no taparme, la luz de la incubadora me destruyó la córnea, eso me provocó el desprendimiento de la retina. Y quedé ciego. Yo me crié con mi tía y mi abuelita, pero mi abuelita se murió cuando yo tenía 12 años. Desde entonces, vivo con mi tía-mamá que se llama Josefa Morán. Mi papá me dio el apellido, pero nunca supe él. Yo estudié en la escuela Municipal de Ciegos 4 de enero y en el colegio fiscal mixto José Pino Icaza.

Llegué a la 9 de octubre hace dos años, después de un año de haberme bachillerado. Vine por la necesidad, porque mi tía se enfermó de la diabetes, le hicieron una mala operación y ella decayó, y la despidieron del trabajo. Era mi obligación ayudarla, por eso yo tuve que venir a trabajar aquí. Le vuelvo y le reitero: yo tengo dos años trabajando aquí, y en esos dos años yo siempre he sentido discriminación de parte del Municipio. Justo a la semana de que yo llegué, los rodearon a mis compañeros, les dijeron que no podían trabajar, les dijeron que molestaban en la vía pública. Entonces, vino eso de que nos iban a entregar unos módulos. Cierto es que entregaron unos, pero no en las condiciones que el Alcalde nos había dicho en la audiencia, que fue en marzo de 2011. Él dijo que nos iban a dar quioscos en el Malecón, en García Avilés, en el Terminal Terrestre y en Las cuatro manzanas. A mí me había tocado en García Avilés, a diez metros de la 9 de Octubre. Pero él nunca lo puso a 10 metros de la 9 de octubre, sino en Rumichaca con salida a Vélez, allí donde era el casino Montecarlo, justo atrás, en la salida de emergencia. ¿Cómo va a creer? Yo trabajé ahí aproximadamente seis meses hasta que cerraron el casino, pero mis condiciones como comerciante se fueron para abajo. Allá lo que vendía eran unos 3 dólares, ni la cuarta parte de lo que me hacía acá en la 9 de Octubre. Aquí me hago 14, 16 dólares. Yo vendo estos besitos, o vendo también productos culturales, como el manjar. Esta medida del Municipio, la actual, me ha afectado mucho, porque no solo me siento ofendido económicamente, también me siento ofendido como persona, como ser humano. Me siento ofendido por cómo han tratado a mis compañeros que han luchado por más de 20 años. 20 años que el ciego ya dejó de ser mendigo para convertirse en una persona trabajadora, en una persona que se hace responsable, ya sea de su hogar o de sus estudios. A la larga esto lo afecta mucho a uno, porque uno dice: yo trabajo, pero nos discriminan porque trabajamos, nos violan el derecho al trabajo. Él (Nebot) dijo una vez en televisión: la ley es para todos, videntes o no videntes. O sea que si a un vidente le dan palo, también nos van a dar palo a nosotros. Y es lo que está haciendo. O sea no con palo de verdad, pero palo anímicamente. Imagínese usted: al venir los municipales aquí con escudos y cascos ¿qué nos hace pensar? Que somos ladrones. Y no somos ladrones, somos comerciantes.

Jorge Ormaza Peláez

55 años

Yo aquí llegué como hace diez años, caminando con mis pies. Yo no soy ciego de nacimiento. Yo me di el lujo de quedarme dormido en el carro. Me fui de largo en una curva, me fui a un barranco, me estrellé y aquí estoy. ¿Qué le parece? Como yo soy un tipo que conozco muchas materias, invento cualquier cosa y me pongo a trabajar. Antes de quedarme ciego trabajé en algunas áreas: en la mecánica, en la electricidad, en la refrigeración, en la investigación. Aunque siempre he sido comerciante, toda mi vida desde pequeñito, si no se abre una puerta, se abre otra. Yo me ubico regularmente en Orbe, allá está mi oficina. Vendo agua, soya, recargas, chicles, caramelos, cigarrillos, de todo. El peor momento desde que llegué ha sido el de ahora, que estamos en una guerra más larga con el querido Alcalde. Pero ya estoy acostumbrado a esta guerra. Mi forma de pelear es estando siempre al frente; muchas batallas pierdo, pero nunca he perdido la guerra, y esta tampoco la voy a perder. Solamente cuando me muera perderé la guerra. Tengo una hija de diez años. Este es mi único trabajo. Uno va a buscar a una empresa y nadie le da trabajo. Dicen que hay trabajo, pero no te lo dan. Además, en esta forma de trabajo uno mantiene contacto con el pueblo, y de esta manera uno se relaja, uno se mantiene más vivo, mantiene la vida en su cuerpo, en su alma. Porque, al usted meter a un ciego entre cuatro paredes, esa persona termina deprimiéndose, incluso matándose. Muchos se autoeliminan por estar encerrados. Para nosotros, el estar en la calle es, también, una forma de no estar con el médico, el psicólogo y tanta vaina.

A mí las mentiras no me gustan. Yo estuve en el Municipio cuando el dignísimo Alcalde dijo bien claro, delante de sus subalternos, que nos iban a dar quioscos a diez metros de la 9 de Octubre hasta acá (García Avilés), aquí en Comandato iban a poner uno, y eso nunca pasó. Eso se llama mentir. Pusieron uno en Rumichaca y Vélez, uno para tres ciegos, y otro en Zaruma. No eran quioscos para ciegos. No son estéticos ni funcionales. Deben ponernos quioscos para ciegos en vías donde las personas circulan cantidad, como aquí. En sitios apartados nunca nos van a comprar, la gente pasa rápido, distraída. Dese cuenta que desde Santa Elena hasta el Malecón hay una serie de vendedores de periódicos, que también venden otras cosas. Yo me pregunto ¿ellos qué corona tienen? Y a nosotros que deberíamos estar ahí, porque la ley nos ampara con mucha más razón, nos lo niegan. El Alcalde nunca se da tiempo para contestarnos, no sé si no quiere responder o no está en capacidad de hacerlo.

A mí los metropolitanos me han dicho de todo, siempre me agreden. Y yo les doy una respuesta de acuerdo a su agresión. Me han tratado como si yo fuera un gran criminal. ¿A dónde están los derechos humanos? Deberían tener más respeto por las personas con discapacidad. Aquí se dan el lujo de decir que vendemos comida, arroz con pollo. Él (Nebot) vivirá soñando con el arroz con pollo, porque nosotros nunca hemos vendido ni venderemos comida preparada. Somos ciegos, no podemos vender comida preparada.

Pedro Bajaña

37 años

Yo tengo casi 20 años trabajando aquí. Soy comerciante de productos varios.

Con el ingeniero Febres-Cordero nos llevábamos súper bien. Él siempre nos dejó trabajar, nunca nos mandó a sacar, siempre permitió que las personas con discapacidad visual permanezcamos en el casco comercial. Había un acercamiento mejor, un convenio. En esa época, estábamos a lo largo de la 9 de Octubre y en las calles aledañas. Queremos estar en la 9 de Octubre porque aquí tenemos mayor protección, más seguridad. A mí el Municipio no me asignó ningún puesto, pero sí los conozco, y no son compatibles para una persona ciega. No prestan seguridad. Los quioscos tienen que ser cerrados, con mallas o vidrios, porque uno no ve. Y el problema siempre son los robos. Los quioscos que puso el Municipio no están en la 9 de Octubre, sino en calles apartadas. Allá no se vende nada.

Yo soy padre de dos hijos pequeños, y los he mantenido con este trabajo. Pero estos días no hemos podido vender, estamos aguantando sol, ni siquiera nos dejan ponernos en la sombra. Nosotros lo que le pedimos al Alcalde es que nos ubique, como a los señores periodiqueros, a lo largo de la 9 de Octubre en módulos como los de ellos. Pero hasta ahora el Alcalde no nos presta atención, solo manda delegados.

María Arboleda

44 años

Mi problema se llama retinitis pigmentaria, es progresivo, poco a poco se va disminuyendo mi visión. Llegué a la 9 de Octubre hace ocho años. Antes, trabajaba antes en el Registro Civil cuando no había la remodelación, pero cuando llegó la remodelación nos sacaron. Yo soy madre de familia, madre soltera, tengo dos hijos. Aquí encontré a compañeros que tenía más tiempo. Un compañero me dijo que vendiera sánduches de pollo y de atún, pero como era invierno y no tenía refrigeradora se me dañaban. Entonces, me cambié a vender agua, yo cargaba esas gavetas grandes de agua. Luego me pasé a vender canguiles de sal y dulce, que es lo que actualmente vendo. Estos días nadie me compra, tal vez, porque me ven en el sol y deben pensar que los canguiles están calientes. Yo antes me ponía en el último pilar de Comandato, me ponía con mi amiguita que vendía agua.

Yo soy cristiana evangélica. Le pido a mi Señor que me dé la fortaleza, que mueva el corazón al Alcalde para que se dé cuenta de que nosotros también tenemos los mismos derechos de las otras personas para laborar. Le pido a mi Señor que nos ayude porque nosotros estamos pasando bastante persecución. Y le llamo persecución porque si nos paramos en un pilar, enseguida seis, siete metropolitanos nos rodean, nos tratan como a delincuentes. Sé que ellos no tienen la culpa porque ellos reciben órdenes de la autoridad, que es en este caso es el Alcalde y el jefe de Justicia y Vigilancia, que es el señor Xavier Narváez. Más vale, ellos conversan conmigo, me dicen: yo no quiero hacerle daño, señora, pero haga caso a las leyes terrenales. Ahí les hablo la Palabra para sensibilizarlos, pero no entienden. Al final les digo: sí, no se preocupe que voy a caminar, pero a uno le duelen los pies de estar parado. Dios quiera que el Alcalde llegue a un acuerdo y no nos engañe, porque la otra vez hubo una audiencia con los compañeros y él dijo que nos iba a dar los respectivos módulos, pero a 10 metros de la 9 de Octubre, y eso no lo cumplió. El uno está ubicado en Zaruma y Rumichaca, el otro en Rumichaca y Vélez y ahí no se vende.

Es verdad que no nos cobra nada, pero mis compañeros no venden nada, y tienen que recorrer así como estamos haciendo ahorita. El ingeniero Narváez había ido a los canales a decir que nosotros somos unos ciegos rebeldes, soberbios, que el Alcalde nos ha dado esos quioscos y no hemos querido darles uso. Pero yo les pido que vayan a ver esos quioscos, están totalmente cerrados con candado. A tal punto que la Defensoría del Pueblo ha hecho sus respectivas inspecciones y ha visto que esos quioscos están cerrados. La gente que pasa por aquí, los transeúntes, también vienen y nos dicen: ¿por qué ustedes no se van a los quioscos? ¡si ha salido en la televisión que ustedes son rebeldes, y porque son cieguitos abusan! Yo no les digo nada porque soy cristiana, dejo que hablen nomás, pero ellos no saben la realidad del asunto, ellos se dejan llevar por lo que dicen los medios de prensa.

También nos dicen: ¿por qué están ustedes aquí, si a ustedes la Manuela Espejo les da más de 200 dólares? Mire niña, yo sí recibo un bono, pero el bono de la solidaridad para madres con discapacidad, que son 35 dólares mensuales. Es a las personas que no se pueden mover en absoluto, que son vegetales, que tienen parálisis, a quienes les dan los 200 dólares. Mire que a mi compañero que está allá en silla de ruedas y es ciego (Pedro Juan Pino), a él no le aprobaron los 200 dólares, porque le dijeron que él tenía bien su cerebro, y que podía valerse por sí mismo. Entonces, no es como la gente habla, no es como dice la prensa. La gente no sabe. A veces, la gente pasa y me regala 50 centavos, pero yo no estoy pidiendo limosna, yo estoy vendiendo.

Yo le estoy pagando la educación a mis hijos, también mantengo a mi madre porque ella no tiene más hijos. Así es señorita, nadie sabe la situación del ser humano. Aquí seguimos confiando en Dios.

Cruz Ladines,

77 años

Tengo 20 años en la 9 de Octubre. En la alcaldía de León nos iba mejor, porque nos dejaban trabajar. A los demás, a las personas con vista la molestaban, a nosotros no. Siempre para nosotros, León tenía preferencia. Los problemas vinieron con la regeneración y con Nebot. Me he sentido maltratada bastante, mire ahorita estamos recibiendo sol. Casi no hacemos nada. Somos cuatro compañeros que hacemos recarga y hay que estar al arranchón. Entonces no es como cuando estábamos cada uno en nuestros puestos. Los metropolitanos nos tratan con tanta mala educación. Como son grandotes, nos tapan con los escudos para que la gente no nos vea y no nos compre. Sí he tratado de hablar con ellos. Me dicen que no tienen la culpa, que solo son mandados, que también tienen su mamá, sus hijos, y que qué pueden hacer. Entonces yo les digo que si el Alcalde nos manda a matar, ellos también lo van a cumplir porque es una orden. Y dicen que no, que eso no. Pero es lo mismo, les digo, porque nos están matando de hambre. No dejarnos trabajar es lo mismo. Dicen que ellos están cumpliendo con su trabajo, y que si no lo hacen los botan y no tienen para llevar el pan a sus hijos. ¡Ah! les digo, se da cuenta, si ustedes no tienen cómo llevar el pan para sus hijos, peor nosotros. Yo tengo dos hijos.

Ya vamos para tres semanas así, que estamos mal. Yo sí he ido a los quioscos que dio el Municipio y lo he presenciado: ahí no hay movimiento, no se vende nada. No es como aquí, que hay pueblo. También he ido a las Cuatro Manzanas y tampoco había pueblo, no se vendía ni un alfiler. Y ahí se pagaba, mi amigo pagaba por el quiosco. Y yo le dije a mi amigo (porque me pidió que le ayude): ya no voy más allá porque no saco nada. Esto fue cuando recién nos arrancaron los teléfonos, y no fui más porque no sacaba ni para mi comida ni para mi pasaje. Entonces, no era dable.

Estamos aquí aguantando el sol todos los días. El Alcalde lo que ha de querer es que nos enfermemos alguno de nosotros, porque todos venimos en la mañana y todos recibimos sol.

Luis Quishpe

49 años

Yo llevo diez años aquí. Usted ha visto cómo estamos en pleno solón, así permanecemos todos los días desde el 19 de julio que se apoderaron de nuestros puestos de trabajo. Si nos ponemos en nuestro puesto de trabajo nos rodean, nos escudan y nos obligan a salir, a ponernos de nuevo en el sol. Somos agredidos psicológicamente, todos, no solamente yo. Yo perdí la vista en un accidente, ahora voy a cumplir diez años, seis meses. Imagínese cómo se siente uno al quedarse ciego de un rato para otro.

Yo perdí la vista por un descuido, dentro de mi casa mismo. Me quemé con ácido de baño. A mí me gustaba limpiar los baños. Yo tenía una tienda licorera grande, y yo había dejado el frasco del ácido en el último piso de la percha, y no me había percatado que estaba abierto, y a mí me gustaba hacer la limpieza y no me había acordado. Me pongo a limpiar por debajo, con la escoba, y se me vira encima, me cayó en toda la cara. Me quemé todo, esto de aquí lo tengo muerto (alrededor de los ojos, las mejillas). A mí el sol me hace daño. Mire cómo se me pone. El doctor me dijo que no ande en el sol porque puedo perder el injerto y va a ser peor. Esto me afecta mucho, pero qué más puedo hacer. Ellos no entienden ninguna razón. Nosotros estamos siendo muy maltratados. Todos los compañeros tenemos hijos y con este trabajo llevamos el pan a la mesa. Yo tengo dos hijos. Nosotros no estamos pidiendo caridad, solo queremos que nos dejen trabajar como siempre lo hemos hecho.

Yo estuve en el quiosco de Rumichaca con salida a Vélez, donde era el casino Montecarlo. El quiosco estaba detrás del casino, hubo un incendio y cuando a fui a ver estaba todo inundado. Menos mal ocurrió el incendio de noche. Yo estuve en ese quiosco siete meses y solo vendía 3, 4 dólares. Y encima que no vendía me robaban, se me llevaban la mercadería porque yo estaba solo. A todos los que hemos usado los quioscos nos han robado. Todos los meses utilizaba mi bono (de Desarrollo Humano) para comprar la mercadería que perdía, pero no me movía del quiosco. Hasta que en diciembre me vine de nuevo para 9 de Octubre, porque ya venía la Navidad y no tenía ropita para mis hijos, ni dinero para la cena. No quería ninguna grandeza, sino llevarles cualquier cosita. Esto que nos están haciendo es algo injusto, inhumano y no respeta nuestro derecho al trabajo. Él está faltando a lo que él nos prometió y a lo que dice la Ley.

Pedro Juan Pino

42 años

Esta es la época más represiva que hemos vivido los ciegos en el período de Nebot. Como él ya no quiere ir a la reelección, se está quitando la máscara y está mostrando quién es realmente. Nuestra situación y lo que los medios de comunicación puedan decir le importa un comino. Antes, ha habido represión pero ha sido moderada. Han venido los medios de comunicación, nos han apoyado y él se ha detenido. En cambio ahora estamos viviendo un abuso extremo. Esta vez a Nebot no le importa nada. Él ya no tiene nada qué perder. Pero no se da cuenta de que perjudica a su propia línea política, porque imagino que él y su grupo político han de querer dejar a alguien en el poder. Este tipo de situación a ellos les han de mermar muchos votos.

Lo he pasado muy mal estos días. No he podido trabajar, el sol es totalmente cruel con los compañeros que se ponen en las bancas. Cuando yo me pongo en la sombra por mi condición, los metropolitanos me empujan, me dicen: anda para allá que ya se fue el sol. Me han cercado. Nos obligan a permanecer debajo del sol. Psicológicamente nos están acabando. Ese es su plan: acabarnos. Y, aunque me he sentido mal, he tenido dolor de cabeza, preocupación, tensión desde el día 19 que estamos con este problema, estamos haciendo resistencia.

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Marcela Noriega