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@IleMatamoros

Recientemente en España y Argentina, en medio de disputas laborales de los trabajadores de prensa escrita con sus empleadores, el gremio ha echado mano de un método de protesta conocido como la “huelga de firmas”. Se trata de días en que los periodistas deciden no firmar sus trabajos y los diarios salen a las calles así, huérfanos de nombres, causando un fuerte impacto en unos lectores acostumbrados a siempre saber quién escribe cada nota, ya sea de espectáculos, judiciales, política o deportes. El País, de España, respondió en su editorial a una de estas protestas disculpándose con los lectores por la acción de sus empleados, la que ellos (el grupo Prisa y la dirección del diario) consideran poco profesional. Porque en el país ibérico resulta ser que el hecho de “ocultar la autoría de una crónica, una entrevista o reportaje (…) atenta contra la deontología y el buen hacer profesional, y daña la relación normal con los lectores”, quienes tienen el derecho como consumidores de ese contenido a saber quién escribe lo que están leyendo.

En Argentina el caso es más interesante porque a las huelgas de firmas se están uniendo la mayoría de los diarios y revistas importantes. En este país, donde la pugna entre el gobierno y el Grupo Clarín es manifiesta, los intereses gremiales se han logrado imponer sobre las líneas editoriales de cada empresa, así, los trabajadores de Clarín se han sumado a la quita de firmas hermanándose con los de otros medios, como el Página/12 (conocido desde sus inicios por su tendencia progresista y de izquierda, y últimamente abiertamente kirchnerista).

Frente a esto (y sin meterme a valorar los detalles de cada caso) hay dos cosas que me llaman poderosamente la atención: que esto ocurra en países donde la calidad y heterogeneidad de los contenidos periodísticos es conocida, y que sea un tipo de protesta que nunca podría darse en Ecuador, básicamente porque en los diarios de nuestro país las firmas son la excepción y no la regla. ¿Por qué los diarios ecuatorianos la mayoría de periodistas no firman sus notas? Esa es la cuestión, o una de las cuestiones.

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Si digo Emilio Palacio, Carlos Calderón o Christian Zurita, seguro que suenan sus campanas ¿cierto? Pero… ¿han escuchado hablar del caso Peter Tavra? Se trata de un periodista de El Universo acusado de injurias y sentenciado a multa y cárcel por el detalle de haber llamado “coyotera” a una mujer acusada de tráfico de personas. La palabra que dio paso a la denuncia (“coyotera”) estaba en el titular, no en el cuerpo de la noticia que el periodista había investigado y redactado. Como todos los que hemos trabajado en un diario sabemos, no siempre es el redactor el que pone los títulos, pero son pocos los detalles que conozco de este juicio, que no tuvo la cobertura de un Gran Hermano o de un No a las Mentiras. La primera vez que escuché hablar de Peter Tavra fue el año pasado en un congreso de periodismo. Uno de los ponentes empezó a hablar de Emilio Palacio como “el primer periodista obligado a huir del país debido a un juicio por injurias”, una colega y amiga que estaba junto a mi dijo en voz baja “No pues, ¿y Peter Tavra?”, y me empezó a contar. Meses después, cuando entrevisté a una conocida exjueza y le pregunté que sabía de este caso, me contó cosas terribles sobre el manejo de la justicia, la importancia de tener familia con poder político, contactos y dinero, y la lamentable permeabilidad de los jueces frente a estas influencias, sin embargo no es el tema de este artículo (traté en vano de contactarme con Tavra, pero por lo que sé ya está de regreso en el país y en el diario, y no debe querer hablar sobre ello), lo que importa en este asunto es que la noticia por la que sentenciaron a Tavra, y por la que por meses tuvo que huir de la justicia, ni siquiera estaba firmada por él, como sucede con la mayoría de las notas de los diarios del país. ¿Por qué en Ecuador puedes ir preso por lo que escribas “mal” aunque el texto no lleve tu firma y sin embargo firmar lo que escribes es privilegio de pocos?
 Como periodista calculo que a la mayoría de colegas le gusta la idea de firmar los textos que con esfuerzo producen (aunque puede haber excepciones: recuerdo el caso de una amiga que hizo una gran investigación sobre sicarios y no quiso firmar para proteger a sus familia de represalias, y me adelanto a los que dirán que en este estado de “dictadura y represión” mucho mejor no firmar para no ser vapuleados o enjuiciados por el gobierno). Ya lo vemos: en países mejor desarrollados periodísticamente que el nuestro firmar los contenidos no sólo es considerado un derecho del periodista, sino del lector. Por eso, allá la huelga de firmas pega.

En Argentina y España, donde se considera un derecho y un deber del autor poner su crédito en lo que escribe, decidir no firmar es también un ejercicio de renuncia a la individualidad por llamar la atención hacia un objetivo colectivo superior: como las mejoras salariales, por ejemplo. 
Y hablando de subas salariales, cuando el gobierno ecuatoriano aumentó los sueldos de los periodistas (esto fue a principio de año, antes habían trabajadores de prensa –y hablamos de grandes diarios- que ganaban menos de 300 dólares, un poquito más que el guardia de seguridad) a mí me hubiera gustado saber quién hizo esta nota, que te deja con la sensación de que el alza fue más un golpe del gobierno contra los propietarios de los medios que un beneficio para los trabajadores, y que incluso alertaba que podía ser causa de despidos. 
Y respecto a este delicado asunto del sueldo, llevo años confrontando en el país y en el extranjero a los “críticos” de la prensa ecuatoriana que la acusan de aburrida, plana y sin personalidad, mi defensa ha sido siempre desde el lugar del trabajador: ¿Sabes cuánto gana un periodista en Ecuador? ¿Cuánta originalidad y libertad creativa le puedes pedir a alguien que trabaja sábados y hasta domingos, y a quien el sueldo no le alcanza ni para pagarse la televisión por cable, ni se diga viajar fuera del país al menos una vez al año para ampliar sus horizontes? Y que encima no firma sus notas. El trabajador de prensa en Ecuador es, en la mayoría de los casos, alguien con poco tiempo libre y poca plata en los bolsillos (y antes era bastante peor) ¿Cómo quieres exigirle a la prensa nacional los estándares de la española, la argentina o la colombiana?, decía yo.

Desde mi punto de vista, la libertad de expresión debe empezar por casa, y qué mejor forma de ejercerla que poder firmar lo que se escribe. Lamentablemente algunas de las grandes redacciones nacionales, como entorno laboral, no suelen ser territorio de libertades, para ilustrarlo les comento algunas anécdotas recogidas de muy buena fuente en estos últimos años. Les pueden parecen medio banales seguramente habrán oído de temas más importantes respecto a las condiciones laborales de los periodistas en Ecuador, pero en la banalidad está el asunto:

– A una periodista la obligaron pintarse el pelo de un color “menos llamativo” que el que ella había elegido usar, porque afectaba la imagen del diario.

– Este mismo diario sacó un manual de apariencia, con foto y todo, sobre cómo debe lucir un periodista.

– En ciertas redacciones los “jeans” están prohibidos.

– En ciertas redacciones las risas excesivas o los paseos por los patios están prohibidos.

– En ciertas redacciones de diarios privados cuando un periodista decide renunciar porque consiguió un mejor trabajo en un medio estatal (lo que el año pasado, antes de la suba de sueldos, era mucho más común) mejor ni se aparece a despedirse por la oficina del editor, pues es bien sabido que lo van a repelar hasta las lágrimas por “haber renunciado a la verdadera prensa y haberse convertido en un esbirro del poder”, y de yapa convencerlo (¿amenazarlo?) de que nunca más, si de el editor en cuestión depende, va a encontrar trabajo como “periodista de verdad”.

Vestirse, reírse, o pintarse el pelo como a uno le da la gana, o poder decir sin miedo “hasta luego, me voy donde me van a pagar mejor”, también es libertad de expresión, tanto como poder firmar lo que uno –con trabajo y esfuerzo- escribe. Ojalá y pronto lleguen mejores días para los trabajadores ecuatorianos que anónimamente llenan de información y puntos de vista las páginas de los diarios que todos leemos.

Ileana Matamoros