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@IvonneGuzmn

Digamos que se llama Ana, que ya pasó los 30 y que siente el escalofrío que provocan el miedo y la tristeza juntos. Está embarazada. Apenas tiene un mes; lo sabe porque es cuidadosa con las cuentas. Pero algo salió mal (mejor dicho, todo estaba mal desde el principio). No puede, no quiere, tener el hijo del hombre con el que se acuesta desde hace meses. Está casado, tiene hijos, perros y todas esas cosas que tiene la gente casada. Lo que no tiene es la intención de acompañarla ni apoyarla en caso de que decida tener al bebé.

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A Ana, la honorable Saruka Rodríguez (digna hija del PRE) le gritaría que es una criminal. Perdón, se lo diría por Twitter, que es la vía a través de la cual imparte sabiduría y lecciones de moral: “Tratando el COIP, debatiendo Tema Aborto, el Pre jamás estará a favor d un crimen tan perverso como éste! El aborto tiene q ser penalizado!” (sic). Lo dijo el 3 de julio pasado.

Digamos que se llama Lorena. A duras penas le alcanza para pagarse la universidad, con el sueldo de a perro que gana en la empresa de a perro en la que trabaja de 08:30 a 17:30. Estudia de noche, tiene un novio (o ex novio, las circunstancias nunca están del todo claras) que no vale la pena. No se quieren. Ella lo único que quiere es estudiar, ‘ser alguien’, ponerse su empresa. También quiere que la quieran y tener hijos con la persona indicada. Está embarazada y decidida a abortar.

Lorena no es una de esas millones de mujeres pobres –pobrísimas- que apenas alcanzan a ser un número en el censo del ultra moderno INEC. También aportan a las estadísticas sus numerosos hijos desnutridos, maltratados, ignorantes, que no tienen ni medio chance de vivir mejor que sus madres. Lorena tiene la suerte de conocer a alguien que conoce a dos doctoras que –clandestina y humanamente están dispuestas a tenderle una mano, que le ofrecen atenderla en condiciones dignas, para que no muera o no quede lesionada de por vida en caso de someterse al mismo procedimiento en un ‘camal’; o que en su desesperación trate de inducirse ella misma un aborto, con consecuencias impredecibles.

Miriam Iglesias se lo dice claramente a María Paulo Romo, otra madre de la Patria, en una carta: “Es de conocimiento publico y si no lo saben entérense que cada cuatro minutos una mujer aborta en Ecuador, SOLO LAS MUJERES DE CLASE MEDIA Y ALTA, tienen acceso a abortos seguros y a ser Asambleístas (por eso las leyes condenan a la mujeres pobres). Gracias a la penalización del aborto en nuestro país, las mujeres pobres estamos condenadas a morir entre: practicas nocivas, consultorios y clínicas clandestinas, apareciendo incluso como las únicas infractoras de la Ley” (sic). Miriam firma a nombre de las mujeres pobres del Ecuador.

Digamos que se llama Claudia, que ha emigrado ya dos veces: de dos países donde no encontró lo que buscaba. Necesita inventarse una nueva vida y ese tipo, hosco y desempleado, con quien comparte exilio, cafés, soledades y una que otra noche la cama, no puede ser el padre del hijo que lleva adentro. Tiene que inventarse una vida y no puede recibir a una criatura entre las ruinas emocionales que hoy habita. No será ahora, quizás algún día.

Claudia puede abortar en medio de las seguridades que ofrece un país del Primer Mundo, y así no ser parte de las 95 000 mujeres –según las últimas cuentas de la OMS– que abortan al año en Ecuador. Quién sabe en qué condiciones. Claudia no irá presa seis meses o dos años, porque no tiene que esconderse para decidir sobre su vida y su cuerpo. Claudia tiene la suerte de no tener que leer ni escuchar a los absolutistas, a los dueños de la verdad, como Leo Calva (opinando en un foro sobre una noticia del debate alrededor del aborto en la Asamblea): “la defensa de la vida es un absoluto…. nada justifica el aborto… adopción es una buena opción… la vida empieza en la concepción…” (sic). Leo Calva se identifica como “Plantador de Iglesias at Ministerios Semilla De Mostaza”.

Y por último, digamos que todo esto no es verdad, que todo me lo inventé, que la vida no puede ser tan puerca.

Ivonne Guzmán